Tendencia verde. Sí, han vuelto las plantas de interior.
Adoradas por nuestras abuelas y madres, los arquitectos e interioristas las consideraron durante muchos años como un apaño ‘cutre’ para esconder defectos de un mal proyecto. La geometría de un plano no admitía seres vivos, al menos de color verde. Muchos de los diseñadores más ortodoxos se estarán hoy rasgando las vestiduras ante la nueva invasión de plantas de interior que han renacido en absolutamente todos los espacios públicos y privados. Restaurantes, cafeterías, hoteles, apartamentos, tiendas o incluso consultorios médicos.
Sala de espera en el estudio de Masquespacio
Tienda-apartamento North-View, en Madrid
Ahora las plantas ya no son una excusa ni un apaño, son el leitmotiv de muchos interiores y el complemento indiscutible para darle vida a un espacio. Las especies que están en voga son todo menos discretas: deben ser grandes, selváticas, y cuantas más, mejor. La tendencia ‘jungle’ hasta se dibuja en paredes, papeles papeles pintados, cojines, ropa de cama y otros complementos del hogar.
Textiles y papel pintado de IKEA, colección TILLFÄLLE
Sábanas de H&M home
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? El regreso comenzó timidamente como la excusa de ‘lo eco‘: aparecieron primero los huertos urbanos en la ciudad. Unas tomateras cultivados en el balcón o unas aromáticas en la ventana de la cocina fueron las primeras especies aceptadas.
Huerto urbano presentado en Producto Fresco
Huertos hidropónicos para el interior
Aromáticas colgadas del balcón
Carrito diseñado por IKEA hacks
Luego llegaron los locos del vintage y empezaron a añadir kentias por todos lados; quedaban perfectas en sus interiores viejunos y afrancesados. Y pronto también se vieron bontias en espacios más contemporáneos.
Margot House, hotel ‘clandestino’ en Barcelona
Después les siguieron los barbudos hipsters, a los que les encantan los cactus -planta de abuela por excelencia, todo sea dicho. Y esta curiosa familia vegetal se renovó hasta quedar elevada al grado de icono.
Tienda de Cactus en Copenahague
Pero no sólo aperecieron cactus, todo tipo de plantas crasas -algo así como sus primas hermanas- se hicieron grandes y grandes, e incluso empezaron a colgar. Las plantas colgaban de todos lados e incluso dieron la vuelta, se pusieron boca abajo haciendo volteretas.
Plantas crasas, acompañando colección IKEA
Floristeria Sauvage en Barcelona
Y solo faltaba un paso para lo temible: apareció el denostado macramé. Si, esa horrible y kitsch moda do-it-yourself que llenó nuestras casas nudos en los ’70. ¡Horror, hasta aquí podíamos llegar! exclamaron muchos hijos del minimalismo al ver macetitas de colores colgadas de cuerdas anudadas. Lo curioso es que los nórdicos se apuntaron rapidísimo a la tendencia, con el estupor de los pobres diseñadores mimimals que no comprendían cómo hasta los sacrosantos suecos habían sucumbido a tal moda setentera.
Marca nuga de macramé para macetas colgantes
Macetas colgantes de la marca nórdica Stelton
Árbol en el restaurante danés The Standard
Siguieron llegando variedades y especies a nuestras casas, bares, y tiendas: vinieron los ficus y los potus, también colgantes y tan terribles casi como los cactus en sus macramés. Y las plantas sin maceta o kokedamas, y cientos de complementos para los nuevos habitantes verdes de hogares y otros espacios interiores.
Potus en el restaurante La regadera, en Córdoba
Potus colgantes en restaurante de Oslo
En las terrazas, la cosa también se puso también fea para los amantes de la moderación vegetal. Las plantas mediterráneas fueron sustituidas por cocoteros, palmereras y otros árboles tropicales que se agruparon creando auténticas junglas.
Terraza hotel Alma en Barcelona, ‘tropicalizada’
Hotel La Renaissance de Jean Nouvel
Pero sí. A esta alturas hay ya que asumir que las plantas han vuelto, por mucho que no sirvan para nada. Señores arquitectos-e-interioristas-que-no-quieren-plantas, el verde nos gusta. Porque ilumina, alegra, oxigena, refresca. Y porque hasta incluso huele bien. No sabemos porque el terrible empeño de las ‘modas’ en volver -mejoradas o reinterpretadas, es si- pero volver al fin y al cabo. Cuando tanto hay que crear, cuanto tanto hay que inventar, cuanto tanto hay que sorprender, es muy dificil que cualquier nueva tendencia no sea un deja vu. Y las plantas que murieron en los 90 bien merecen una segunda oportunidad.