El espíritu del célebre restaurante Flash Flash se apodera de la Diagonal.
Ivan Pomés se ha encargado de diseñar el nuevo Croma by Flash que ha abierto sus puertas en Barcelona. El local, pese a su apariencia única y sus elementos distintivos, rinde tributo al emblemático establecimiento creado en 1970 por los arquitectos Federico Correa y Alfonso Milà.
Es el heredero de todo un clásico
Si hubo un restaurante que marcó una época en Barcelona ese fue el Flash Flash, uno de los proyectos más célebres en 1970 de Federico Correa y Alfonso Milà. El establecimiento ideado por ambos arquitectos, así como por Leopoldo Pomés, indiscutiblemente fue un soplo de aire fresco por su innovador diseño. Por ello, nos entusiasma que ahora, cincuenta años más tarde, haya abierto sus puertas un segundo local llamado Croma by Flash.
Si bien el original se encuentra en el número 25 de la calle de la Granada del Penedés, Croma by Flash lo hallarás en el 640 de la Avenida Diagonal. Concretamente, enfrente del Centro Comercial L’Illa Diagonal.
Detrás de esta reinvención está Ivan Pomés, de Llamazares Pomés Arquitectura. Y decimos reinvención porque en ningún momento pretende ser un clon o una copia del original. Para nada. En realidad, estamos ante un restaurante totalmente diferente por mucho que reaproveche la icónica imagen pop de aquella fotógrafa que fue, es y seguirá siempre siendo el símbolo característico del primigenio Flash Flash.
Personalidad renovada
A sabiendas de que el primer Flash centraba exclusivamente su paleta cromática en el blanco y el negro, Croma cede todo el protagonismo a la escala de grises. Tal como puedes comprobar en estas imágenes, también al amarillo, el color insignia de los paquetes de carretes Kodak.
Sin ir más lejos, los siete lucernarios mágicos que lo zonifican es uno de sus rasgos distintivos. Aunque parezca contradictorio, se tomó la decisión de bajar el techo para potenciar la sensación de recogimiento. Únicamente en estos lucernarios se ha aprovechado la altura del local, ya que la imagen caleidoscópica de la fotógrafa, gracias a los múltiples espejos y a la retroalimentación, genera una visión onírica.
Retro a la par que contemporáneo
En cuanto a su distribución, Croma by Flash se divide en tres zonas: la terraza, el comedor y la barra. En el caso de la primera está sobre una plataforma elevada de 45cm respecto al comedor. Este recurso, propio de la arquitectura de interiores de las décadas de los sesenta y los setenta, proporciona una sensación de amplitud.
La barra en sí lo articula todo. Sin duda, es el punto de conexión entre todos los espacios. Las distintas zonas se crean mediante el característico banco corrido utilizado en el Flash Flash. Sin embargo, en este caso, se ha hecho un guiño a otro de los proyectos de restauración emblemáticos de Correa-Milá, el restaurante Reno. ¿Por qué? Pues principalmente porque las juntas de las tapicerías son verticales en vez de horizontales.
Por su parte, a excepción de las paredes y el pavimento, todos los materiales tienen un acabado brillante. Este es el caso de la madera de nogal de la barra y los muebles auxiliares; los aros de acero inoxidable de la fachada y de los zócalos; la laca de las sillas; el laminado de las mesas y del baño, y los nuevos flashes de la fotógrafa en chapa de acero inoxidable pulido. Todo ello genera un sorprendente juego de reflejos y de luces.
Se ha mimado la luz, así como el baño
Los detalles importan. A lo que la iluminación se refiere, el restaurante se ilumina mediante la luz indirecta que proporcionan los flashes y lucernarios de luz artificial. Y, asimismo, se puntualiza mediante un carril de focos situado estratégicamente en el perímetro de los lucernarios, lo cual proporciona luz directa a cada una de las mesas.
Del mismo modo, tanto sobre la única mesa fija del local como en el mueble pastelero, pueden verse las clásicas luminarias rojas M68 de Miguel Milá producidas por Santa&Cole. También, en el caso del mueble de la entrada y como luz de apoyo en la barra, están presentes las Headhat Bowl de la misma firma.
A su vez, el baño se ha diseñado a conciencia. El color violeta es el predominante, a pesar de que cada una de las cabinas luce tonos distintos: verde, naranja, rojo y gris-azul. Mediante esta paleta cromática se ha homenajeado los colores más populares de finales de los sesenta.
Por último, y no por ello menos importante, queremos detenernos en su fachada. En ella prevalecen unos aros de acero inoxidable brillante, que recuerdan a la fachada del Flash Flash, y un friso que a modo de anuncio busca captar la atención de los transeúntes.
Fotografías: José Hevia