Una casa abierta al campo con anfiteatro incluido.
El arquitecto peruano Martín Dulanto pone la arquitectura al servicio de la topografía en un proyecto de fusión con la naturaleza.
Se llama Casa Topo, porque parte de su forma recuerda a la de una cavidad en el suelo donde esconderse. Una especie de cueva subterránea. Pero es sólo un efecto. El que proporciona el primer nivel de la fachada trasera. La delantera se abre completamente a la laguna y al valle donde está situada. A la quebrada, como dicen en tierras andinas para referirse a dicho enclave.
La dualidad está presente en todo el proyecto. En la contraposición de materiales, de ambientes y en la combinación de formas lineales y orgánicas. El resultado son dos volúmenes contundentes que descansan sobre un semicírculo escalonado que sirve para conectarlos y proporcionar a sus inquilinos un asiento al aire libre. Como si de un anfiteatro real se tratase.
El diseño de Martín Dulanto no es obra de un capricho personal sino de la necesidad de resolver la complejidad del terreno.
La vivienda está ubicada en una parcela de más de 1.800 metros cuadrados, en el distrito limeño de la Cienaguilla. Esta zona de Perú es de las pocas que no han sido urbanizadas íntegramente, pero el precio a pagar por tener una casa en dicha región es el gran desnivel que afecta al terreno.
Dulanto no sólo debía fusionar arquitectura y naturaleza sino también arquitectura y topografía. Y a su vez, reducir el impacto de la edificación en el propio entorno; que la casa se percibiese “más chica de lo que realmente es”, explica el estudio.
La solución consistió en construirla sobre el propio desnivel a través de dos volúmenes superpuestos. De este modo, la parte trasera del volumen inferior queda enfrentada al desnivel mientras que el superior – cuya planta es más horizontal – descansa sobre la parte más alta del terreno. Por ello, la sensación de que el primer piso parezca semi enterrado. Y de ahí lo de la madriguera del topo.
El anfiteatro, por su parte, surge de escalonar el desnivel. De modo que a través de las escaleras de piedra se puede acceder a la parte trasera de los dos pisos. Es sin duda el elemento que mayormente distingue al proyecto.
Dualidad, la otra protagonista
La dualidad, como ya hemos comentado, también tiene un cierto protagonismo. El primer piso mantiene una conexión directa con el exterior, abriéndose completamente al jardín y al anfiteatro a través de fachadas acristaladas que pueden esconderse tras los muros, dejando a la intemperie los laterales de esta planta. Por este motivo, los materiales usados son la piedra, el hormigón y la madera.
Destinada esta parte a la zona pública de la casa, sólo la cocina ofrece un aspecto encajonado.
El segundo piso, en cambio, se plantea directamente como una gran caja de madera, si bien los grandes ventanales funcionan de mirador a la quebrada. Destinado a zona de dormitorios, uno de los cuartos de invitados funciona como una pequeña suite al contar con una sala de estar.
El mobiliario, por su parte, también combina líneas puras y formas orgánicas, y presenta una dualidad en el hecho de que es simple pero robusto, y es rústico pero sofisticado a la vez .
El jardín es la asignatura pendiente de la vivienda. El paisajismo ideado por Katsumi Yoshioka todavía tardará un tiempo en florecer. La piscina de piedra al estilo de una poza adelanta, eso sí, el aspecto asilvestrado que se pretende. Un resultado que contribuya a fusionar arquitectura y entorno.
Fotografía: Renzo Rebagliati.