Juego de opuestos en un apartamento de Bilbao.
Una superficie de 72 m2 y una planta con forma de L que difícilmente aceptaba variaciones fue el punto de partida del estudio de arquitectura Garmendia Cordero en este proyecto de reforma de esta pequeña vivienda. Ajustándose a las necesidades de sus usuarios se replanteó la distribución original, que era muy compartimentada, para buscar espacios más diáfanos y luminosos.
De esta manera, el número de estancias resultantes se redujo a las imprescindibles: dos dormitorios, un baño con doble acceso y una cocina abierta al espacio de estar y comedor.
El siguiente paso consistió en desarrollar estrategias para combinar formas y texturas que condujesen a la creación de espacios más acogedores y personales.
Con el objeto de aprovechar al máximo cada centímetro cuadrado, se decidió dejar los paramentos verticales desnudos, eliminando los recrecidos o enlucidos existentes.
El lenguaje de los materiales
En el desarrollo de esta operación, se descubrió una pantalla de hormigón, que acabó adquiriendo gran protagonismo, ya que además de proporcionar una mayor anchura al dormitorio principal, permitía establecer un diálogo entre la nueva actuación y los elementos primitivos de la vivienda.
El hormigón del muro y de algunas vigas que se dejaron vistas, contrasta con la madera de los pavimentos y de las superficies curvas realizadas con listones que definen los espacios de la zona de estar y de la cocina.
En consecuencia, este juego de dualidades – lo áspero y lo suave, lo potente y lo sutil, el pasado y el presente – surge de la respuesta a requerimientos funcionales, pero terminan caracterizando formalmente los espacios y contribuyen a dar vida a un hogar confortable.
Por último, sin restar protagonismo a la envolvente arquitectónica, el mobiliario escogido destaca igualmente por su carácter esencial.
Piezas vintage se combinan con clásicos contemporáneos de diferentes épocas, como la silla BKF o la lámpara FollowMe de Marset.
Fotografías: © Carlos Garmendia Fernández