Lina Bo Bardi: humanizar la arquitectura a través de la cultura popular
Nació en Italia, pero su carrera se centró en el territorio de Brasil, volviéndose un referente de la arquitectura latinoamericana. Desde el Museo de Arte de Sao Paulo a la casa vidrio, Lina Bo Bardi ha dejado huella en el escenario brasileño con un legado que aún perdura.
Una historia marcada por la guerra
Para poder definir el estilo de Lina Bo Bardi es necesario comprender su historia. La arquitecta ítalo-brasileña se graduó en la Universidad de Roma en 1939, pero su destino la ubicaría un poco más lejos del Viejo Continente. Comenzó trabajando en Milán junto al arquitecto Carlo Pagani, con quien llegó a abrir un despacho de diseño. Sin embargo, en 1943 una bomba de la Segunda Guerra Mundial impactó en su oficina, lo que provocó enormes pérdidas de su trabajo.
Fue entonces cuando Lina Bo Bardi puso rumbo a otro país con el que estaba vinculada: Brasil. Allí, la arquitecta no sólo encontró un hogar sino un destino que inspiraría y formaría toda su carrera profesional, dejando una gran huella en el estilo arquitectónico de toda América Latina. En 1946, Bo Bardi se estableció definitivamente en Brasil junto a su marido, el periodista y crítico de arte Pietro María Bardi.
Influenciada por la arquitectura brasileña de Oscar Niemeyer y Lúcio Costa, Lina Bo Bardi desarrolló un estilo basado en humanizar la arquitectura gracias a su respeto por el arte y la cultura popular. Sus obras representaron una enorme contribución al modernismo brasileño, con trabajos donde predominaron trabajos únicos entre el modernismo, regionalismo y la sensibilidad social.
Brasil como marco inspiracional
Una de las principales características de Lina Bo Bardi fue su profundo respeto por la cultura brasileña. La arquitecta iba siempre en busca de incorporar elementos locales en sus diseños, integrando materiales y técnicas tradicionales del país que la acogió.
La funcionalidad fue el eje central de la obra de Lina Bo Bardi, quien apostó siempre por diseños que cumplan un propósito práctico por encima del estético. Además, muchos de sus trabajos estaban destinados a servir a la comunidad y mejorar la calidad de vida de los que los habitaban. Lina Bo Bardi era una fiel creyente de que los espacios generen diversos usos e interacciones, fomentando la participación de la comunidad de manera activa.
De Casa de Vidrio al Museo de Arte
El legado arquitectónico de Lina Bo Bardi se destacó por su enfoque innovador y su compromiso social. Hoy, dos décadas después de su muerte, muchas de sus obras sirven de ejemplo para ilustrar el modernismo brasileño.
Tal es el caso de su vivienda personal Casa do Vidro, que también fue una de sus obras más emblemáticas. Fue diseñada en 1952 y destaca por su estructura de acero y vidrio, que se integra de manera armoniosa y coherente con el entorno donde se construyó. Con destellos del minimalismo promulgado por Mies van der Rohe, la casa de Bo Bardi se erige sobre una plataforma elevada con enormes ventanales y hormigón. En la actualidad, Casa do Vidro es la sede del Instituto Bardi.
Otra de sus principales obras fue el Museo de Arte de Sao Paulo (MASP), que le dio fama mundial a la arquitecta. El diseño consta de un gran bloque suspendido sobre pilares, dando lugar a un espacio público por debajo del edificio. El objetivo del edificio era crear un museo vivo, donde se pueda promover el arte, impartir cursos, conferencias y abrir escuelas de temas poco difundidos.
Más entrada en su carrera, Lina Bo Bardi diseñó el Centro Cultural SESC Pompéia. Allí, la arquitecta puso en práctica los diferentes usos del hormigón para reformar esta antigua fábrica de barriles en un centro cultural y de ocio. El diseño se ideó a partir de la estructura ya presente, que constaba de dos volúmenes de hormigón, que Bo Bardi unió con pasarelas para no alterar el uso del suelo y sumó una chimenea para resaltar el carácter de fábrica del edificio.
Tal fue el éxito de la obra que Bo Bardi recibió el encargo de otro centro cultura, esta vez en Salvador de Bahía. Se trata de Solar de Unhao, un proyecto que también conservó la belleza original de un antiguo azucarero. Allí, la arquitecta logró una perfecta combinación entre lo antiguo y lo moderno al mantener el exterior colonial de los edificios sin devolverlos a su estado original.