«Los colores siempre están conmigo, forman parte de quién soy». Entrevista a Hella Jongerius, Premio Madrid Design Festival 2023.
Nació en los Países Bajos, vive y trabaja en Berlín y es conocida en todo el mundo. Se trata de Hella Jongerius, teórica del color, diseñadora y artista textil. Hablamos con ella sobre sus proyectos, su carrera, sus planes de futuro y sobre las diferencias (o no) entre arte y diseño.
Madrid Design Festival, el festival que ha puesto a la capital en el escenario internacional de los eventos dedicados al diseño, otorga cada año un premio a arquitectos y diseñadores que han contribuido significativamente a estas disciplinas. Este año, los galardones recayeron en tres fuera de serie: el arquitecto Stefano Boeri, la teórica del color, diseñadora y artista textil Hella Jongerius y el diseñador Curro Claret.
Quédense con la segunda, con Jongerius. Es probable que, si están metidos en el meollo del diseño, la conozcan. Aquí hemos hablado largo y tendido sobre su trabajo, sobre su filosofía de vida. Pero gracias a su visita a Madrid, hemos podido hablar con ella sobre sus proyectos, su carrera, sus planes de futuro y sobre las diferencias (o no) entre arte diseño.
Entrevista a Hella Jongerius, una diseñadora inclasificable
Hella Jongerius (Países Bajos, 1963) lleva en el mundo del diseño más de 30 años. Ha trabajado con los mejores hasta convertirse en una de ellos. Su trabajo de investigación sobre el color, un encargo de Vitra, la puso en primera fila de actualidad en un sector en el que, si la belleza de los objetos es lo primordial, el cambio constante es el peaje que todo diseñador debe pagar si quiere mantenerse en la élite. Pero Hella es distinta. Por las preguntas que hace y las respuestas que encuentra, sus intereses, su curiosidad y su manera de ser y estar en el mundo, que no se ciñen a una única disciplina.
Desde que fundó su estudio, Jongeriuslab, donde desarrolla proyectos independientes y trabajos para grandes clientes, no ha parado de sorprendernos y de sorprenderse. Como diseñadora textil, ha trabajado para Maharam, ocupándose del diseño interior de la sala de delegados de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Pero sus encargos han sido muchos y variados: interiores de cabina para la compañía aérea KLM, piezas de mobiliario como el sofá Polder para Vitra, que es ya un clásico del diseño, o las instalaciones ‘Colour Recipe Research’ para el MAK (Viena) y ‘A Search behind Apparances’, encargada por la Serpentine Gallery (Londres).
En los últimos años, Jongerius se ha centrado en proyectos de investigación, que han dado lugar a exposiciones como «Breathing colour» (Design Museum de Londres, 2017), «Interlace -textile research» (Lafayette Anticipations, París, 2019) y «Woven Cosmos» (Gropius Bau, Berlín, 2021).
Primero, una pregunta fácil: Vitra acaba de lanzar una edición de muebles de Jean Prouvé en nuevos colores. ¿Está usted detrás de esto, como consecuencia de su trabajo en la Vitra Colour & Material Library?
Creo que sí, que puede ser consecuencia de mi trabajo en la biblioteca de color, pero no he tenido nada que ver con ello. Aún colaboro con Vitra, pero no soy una estilista de color, y no participo directamente en la elección de nuevos colores o reediciones de piezas.
Actualmente trabaja en una instalación textil para la Universidad Técnica de Eindhoven. ¿Cómo combina la tecnología 3D con el tejido a mano?
He desarrollado un sistema en el que hemos convertido al edificio en un telar gigante, así que, indudablemente, se trata de un objeto 3D, ya que tiene 3 dimensiones. Las cuerdas que sirven para generar tensión en el tejido están fabricadas con hilo 3D, pero el tejido de la pieza es a mano.
Su libro de 2016 ‘I don’t have a favourite color’ es ya una especie de biblia moderna del color. No sé si sabe que es imposible de encontrar.
¿De verdad?
Sí, hay muy pocos ejemplares de segunda mano y cuestan la friolera de más de mil euros…
¡No lo sabía! Me parece increíble, me deja muy sorprendida. Espero que lo reediten.
¿Cuánto tiempo le llevó la investigación y qué fue lo más difícil de condensar para incluirlo en el libro?
Bueno, la investigación comenzó hace mucho tiempo. Tan pronto te conviertes en diseñador, comienzas a investigar. Siempre me interesó el color, su comportamiento cambiante sobre distintas superficies, como el esmaltado en cerámica. Experimenté mucho con ello, aplicando el color en spray, para ver qué sucedía. Trasladé este interés al diseño de mobiliario, y el resultado fue el sofá Polder de Vitra (2005), la primera pieza que hice que realmente trataba sobre el color más que sobre cualquier otro aspecto del diseño. Me interesaba jugar con distintas tonalidades de un mismo color.
¿El sofá Polder marcó un antes y un después en su carrera?
No lo sé, pero a partir de ahí, Vitra me pidió que hiciera la biblioteca de color. Les dije que solo podría hacerlo desde mi perspectiva, como diseñadora, no como estilista ni nada parecido. Y solo podía hacerlo continuando mi trabajo personal en la investigación del color, así que pude trabajar en paralelo con mis propias ideas sobre cómo materializar toda esa búsqueda.
¿Se refiere a su exposición en el Design Museum de Londres?
Sí, justo. ‘Breathing Colours’ tenía como idea principal mostrar cómo se comportan los colores de forma que fuera accesible para todo el mundo. La luz cambia continuamente, y eso se refleja en los colores. El mismo objeto no parece el mismo cuando lo observamos bajo diferentes condiciones lumínicas, como la luz de la mañana o la luz vespertina; incluso el material del que está hecho parece cambiar las tonalidades. Parece fácil llegar a una conclusión como esta, pero me llevó años de estudio, de lectura. Y aún sigo estudiando, intentando comprender.
¿Sigue estudiando los colores?
Claro, esto no es una ciencia exacta, y siempre hay algo nuevo que aprender. Es uno de esos temas que una vez que empiezas a investigar, no tiene fin. Los colores siempre están conmigo, forman parte de lo que hago, de quién soy.
Este año se cumplen 10 años desde que fue una de las elegidas para rediseñar algunos espacios del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York, en 2013. ¿Le sigue interesando el diseño de espacios o de mobiliario?
No. La verdad es que el diseño de interiores nunca me ha interesado especialmente, y el diseño de mobiliario cada vez me interesa menos.
Es raro, viniendo de una diseñadora tan conocida como usted, decir eso…
Sí, lo sé. Lo que a mí me interesa es el proceso de búsqueda, investigar los materiales, y bueno, a veces resulta que necesitas un vehículo donde plasmar todo eso, y el resultado puede tener la forma un mueble, o de un proyecto de interiorismo. El diseño de interiores me parece algo dificilísimo.
Pero estamos en un momento muy interesante, en el que los espacios han cambiado y la forma de habitarlos también, ¿no le parece?
Sí, pero si te dedicas al diseño de interiores, normalmente hay que lidiar con un cliente, y eso es algo muy complicado. La otra opción es que te encarguen un hotel o un espacio similar, en el que puedes disfrutar de una mayor libertad. No lo sé, hay tanto ruido social en torno al interiorismo, que sinceramente, no tengo la paciencia suficiente como para dedicarme a ello (dice, entre risas).
En ese mismo encargo de la ONU, en 2013, la artista Ann Edholm renovó una de las cámaras con la cortina Dialogos. Antes que ella, hubo otras artistas textiles como Marianne Richter, que diseñó el primer tapiz para la sala de conferencias en 1952. Aunque las mujeres y su trabajo con el textil son cada vez más reconocidos fuera del ámbito doméstico, aún queda trabajo por hacer. Ahora que se dedica a ello casi a tiempo completo, ¿siente que se valora lo suficiente esta disciplina?
El diseño textil no le interesa a la gente. Creo que es porque no lo entienden. Es un lenguaje en sí mismo, y está en un escala que debes aprender a leer más allá de lo evidente. Una tela es mucho más que el dibujo del patrón. La forma en que está tejida, cómo cae, los colores que tiene y cómo se han conseguido, quién lo ha tejido y dónde, son preguntas que no nos hacemos habitualmente.
Resulta curioso lo poco que sabemos sobre el tejido cuando tenemos una relación íntima y diaria con ellos: la ropa, las sábanas, la tapicería de nuestros muebles…
Sin duda, y eso es parte del problema: no lo vemos como un arte cuando sí lo es. Estamos acostumbrados a verlo solo desde un punto de vista utilitario.
Una de sus piezas (Loom #1) fue adquirida por el Centre Pompidou en 2019. También ha donado piezas como, la serie Samples, y otras, ya forman parte de la colección del MoMA. En 2021 dijo: «Ahora sí que me siento artista», cuando expuso en Berlín. Ahora le han dado un premio a su carrera como diseñadora, pero dice que ya no le interesa tanto el diseño, ¿hacia dónde se dirige?
Solo tenemos una vida, una carrera, pero a veces me gusta girarme y ver qué hay a los lados. He trabajado en la industria del diseño durante muchos años, y me gustaría poder hacer algo para cambiar algunas cosas. En este momento de mi vida me interesa más disfrutar de libertad creativa y disponer de tiempo para seguir investigando.
¿Se para a pensar en la perspectiva desde la que se percibe su trabajo interdisciplinar?
No me veo como artista, pero ahora trabajo en el mundo del arte, por decirlo así, y he descubierto preguntas nuevas que me mantienen despierta, alerta. Eso es todo. Para mí, el arte es una nueva forma de encontrar respuestas diferentes a las mismas preguntas de siempre. Cuando hice la mesa Frog, ya había ciertos límites en el diseño que se salían de los parámetros habituales de lo que debe ser una mesa. Esta tensión me interesa, me aporta una visión diferente sobre lo que hago.
Además de incluirla en sus colecciones, son ya varios los museos los que le han «encargado» exposiciones ¿le preocupan las etiquetas?
No, no me dan miedo. Tampoco sé si se acercan a mi obra como diseñadora o artista. Solo sé que soy una persona que trabaja y estudia. En una exposición, en mi trabajo, digamos, más personal o artístico, puedo mostrar mis intenciones más libremente, sin hacer concesiones de ningún tipo, como suele suceder en la industria del diseño. El público que va a un museo es más abierto, tiene curiosidad, y no siente que le estés vendiendo nada. Y siento que ahora, con lo que sé, sí que puedo contribuir a algo.
¿A qué?
A que se conozca más el arte textil, la historia de los tejidos, y a transmitir un mensaje sobre lo peligrosa y dañina que es la industria textil del fast fashion, su manera de producir y alentar el consumismo con materiales tóxicos. Creo que este mensaje es mucho más potente si se hace desde un museo.
Los diseñadores solían negarse a ser llamados artistas, como diciendo «no, no, nosotros hacemos cosas que tienen una utilidad, una función». Quizás, con el arte digital y la desmaterialización del objeto artístico, los diseñadores sean ahora los nuevos artistas, por su capacidad de transmitir ideas y su conocimiento técnico y conceptual del mundo. ¿Por qué sigue existiendo cierto complejo entre diseñadores y artistas?
No lo sé. Creo que ambos mundos se retroalimentan constantemente. Hay muchos diseñadores jóvenes que, además de crear objetos, están haciendo un gran trabajo de sensibilización sobre el uso de materiales o los procesos creativos, de producción. Esa búsqueda, ¿sigue siendo diseño? No lo sé, pero es importante que alguien se ocupe de estas cuestiones. Las etiquetas ejercen cierto control sobre la creatividad. No creo en ellas.
Hay diseñadores que proyectan, pero son otros los que luego «fabrican». Usted trabaja directamente con los materiales, investiga y sigue aprendiendo con la práctica. ¿Hasta qué punto depende su trabajo del de otros, como artesanos o técnicos?
No trabajo sola, porque cuento con un equipo magnífico de personas muy especializadas. Me involucro en todos los procesos, pero a veces, pasan cosas que se escapan a nuestro control, que nos sorprenden. No soy una control freak, confío en los expertos, pero al final, soy quien tiene que tomar las decisiones. No es fácil decirle a alguien que lleva 3 meses trabajando en algo que al final no servirá para nada.
En una entrevista dijo que «en mi época todos éramos creativos, no había televisión, ni redes sociales; lo divertido era inventar». ¿Se ha perdido esa capacidad? ¿Es optimista sobre el futuro de la creatividad?
Sí. La creatividad es hoy completamente diferente a lo que considerábamos «creativo» hace 30 o 40 años, pero si te fijas en la cantidad de gente que está haciendo cosas en DAW, es impresionante. Ser creativo está en el ADN de lo que somos. Una de las cosas sorprendentes de la digitalización del mundo ha sido que, como contrapartida, son muchos los que sienten la necesidad de trabajar, de hacer algo con sus manos.
Andrew Solomon es un periodista conocido por sus libros sobre la depresión. En una conferencia contó que recibió muchas cartas de mujeres que decían que tejer las había curado. Louise Bourgeois también sostenía que la costura como medio artístico era garantía de salud mental. ¿Usted también cree en el poder curativo de tejer?
No, para mí tejer no es una necesidad, sino un lujo. No puedo hacerlo todas las semanas, pero trato de dedicarle una hora al día, como el que hace deporte. Bordar me parece una actividad muy relajante, pero por suerte, nunca me ha servido como «cura», ya que nunca he estado deprimida. ¡Toco madera!
Otro autor, Michel Pastoureau, escribió un libro sobre el color y los recuerdos. ¿Hay algún objeto al que se sienta unida emocionalmente sólo por su color?
Aún recuerdo el papel pintado que tenía en mi habitación, en los setenta, cuando era una adolescente. Tenía un dibujo muy psicodélico, muy hippie, y podías seguir las líneas con la mirada. Lo elegí yo misma: una pared era amarilla y la otra morada. Mis padres lo odiaban, pero a mí me hacía feliz entonces y me hace feliz ahora, al recordarlo.