Fuego, brasas, piedra y madera en el nuevo steak house Leña.
La última propuesta gastronómica del chef Dani García está diseñada por el estudio barcelonés Astet. Un asador con la carne como absoluta protagonista, en Marbella.
Las brasas x Dani García
Un interiorismo espectacular funde tradición e innovación en el nuevo restaurante Leña. Un espacio muy personal, alejado de estereotipos, que reivindica la esencia de lo natural y lo primitivo con un escenario sorprendente. Sus texturas son la base del proyecto.
“El uso de este material y su origen, el tronco, crean un entorno muy diferente, al que impera en la zona, blanco y mediterráneo, y ofrece al visitante toda una experiencia multisensorial” explican desde Astet, especializados en el diseño de restaurantes de lujo.
Un intenso negro azabache marca esa diferencia. Al contrario que en otros locales de Marbella, y de los del propio Dani García, en el restaurante Leña todo el interiorismo es oscuro: paredes, techos, suelos y mobiliario. Las texturas y contrastes permiten descubrir su inmensidad de variables. El tono sugiere la madera quemada, carbonizada. Y, según explican los interioristas, es el mejor fondo para realzar los colores de la carne.
Lo orgánico marca los materiales. Como ejemplo, el techo de líneas sinuosas, a diferentes alturas, en madera de fresno teñido que evocan los anillos de un tronco y forman una gran escultura luminosa. La luz crea la sensación de que cada anillo está en llamas y recuerda al fuego latente en la cocina y el ambiente. La tierra y sus texturas son otro recurso decorativo. Así, dos grandes piezas de roca crean un contrapunto con el lienzo oscuro.
Desde la entrada se aprecia la diferencia
Nada más entrar ya se ve que el restaurante Leña es único y diferente. Una fachada de formas redondas en metal negro evoca el corte de los troncos. Alterna un vidrio transparente con otro diseñado ex profeso por el estudio. En un tono ámbar y de textura piramidal, corta la vista y crea unos interesantes efectos ópticos.
Traspasada la entrada, un vestíbulo opaco, curvo y de madera da la bienvenida a la experiencia gastronómica. Tanto el techo como el suelo, juegan con las texturas, refinando el primitivismo del fuego y la madera. Esta opacidad en la entrada potencia el efecto sorpresa que supondrá el descubrir lo que se esconde tras ella.
Una planta diáfana llena de matices y rincones
El interior se distribuye en una planta abierta, que cuenta con ambientes y percepciones diferentes, según donde te sientes. Cada rincón es una experiencia en sí mismo.
El primer espacio es un whisky bar, en el que la barra, un tronco de más de 5m de largo troquelado por franjas de espejo, crea una percepción infinita de los cortes. El sobre de piedra tropical negra veteada le da carácter. La zona de detrás, que la separa de la sala, es un escalonado expositor de botellas de whisky. Una estructura de madera y latón que forma un elemento casi escultórico para exponer las botellas. Un copero suspendido de latón que funciona como luminaria alumbra la zona y contrasta con el negro de la barra. En el techo, un gran lucernario aporta luz natural al espacio y lo unifica en luminosidad con la terraza exterior.
Dos formas curvas de madera enmarcan la zona de recepción, donde una pieza esculpida conforma el mueble que da la bienvenida a los clientes. Su tono arenisco, contrasta con el tono negro del suelo y techo. A su vez, este color enlaza con las otras dos zonas que ponen el contrapunto al azabache interior, la zona de los aseos y la bodega.
La sala principal organizada con asientos escultura
El techo escultórico guía a través de la sala por los asientos escultura que articulan el espacio. Son dos grandes bancos. El primero adosado al muro, en negro y con estructura torneada, destaca sobre el fondo de humo retroiluminado, que crea un efecto etéreo en uno de los laterales. El segundo, un volumen orgánico que se curva y se eleva en sí mismo, compone pequeños espacios donde sentarse a degustar los diferentes platos.
Este banco central se conforma de una estructura de lamas de madera quemada. Por un lado coinciden con los gallones de piel negra de los bancos alargados. A la vez contrastan con el tono caldero de los bancos curvos de los extremos. Una línea de latón potencia la forma natural del mueble y lo enlaza con las líneas sinuosas del techo. En el centro, plantas y troncos incluyen la naturaleza en el interior.
Frente a los bancos, destacan las butacas diseño de Astet, que mantienen la uniformidad cromática de tonos calderos y anaranjados que recuerdan los matices del fuego. Sillas de estructura ligera y piel se alternan con las butacas más pesadas para equilibrar las composiciones creadas. Las mesas, con patas escultóricas, también diseñadas por el estudio, mantienen la misma idea de esculturas funcionales.
El fondo de esta zona central está protagonizado por una gran vitrina longitudinal de madera de fresno teñida en negro, que juega con texturas cinceladas para crear un fondo táctil. Grandes paños de piedra brasileña retro iluminada simulan la sensación de estar sobre brasas.
La cocina, todo un espectáculo de fuego y brasas
Como si se tratara de un teatro, la cocina se abre al restaurante a través de una piel de latón calada y clavada sobre la gran piedra volcánica que marca la zona de la robata (parrilla tradicional japonesa). El interior es plomizo. Está revestido con piezas cerámicas en antracita diseñadas por el estudio que juegan con las dimensiones y volúmenes para dar textura a las paredes. La iluminación, casi teatral, muestra, como en distintos actos, las diferentes zonas de la cocina del restaurante.
Una bodega con más de 1.000 botellas
La bodega exhibe la colección de botellas del restaurante hacia la sala y al reservado a través de un cerramiento de cristal, acero negro y latón. El tono crema de la piedra caliza, junto con la madera, aportan claridad al espacio más oscuro de la sala. Igualmente lo conectan con otro restaurante del grupo, el famoso Bibo, creando un corredor infinito con juegos de espejos para disfrute de los amantes del vino.
El reservado, un espacio diferenciado del resto
Una cortina burdeos y ocre divide la sala. Sobre un pavimento de terrazo de piedras marrones destaca una gran mesa redonda con butacas de piel. Al fondo, una pared revestida con latón recortado por una ventana con curvas deja ver el interior de la bodega y crea juego visual con las botellas de champán. Las plantas suavizan el frio del metal y de la madera quemada.
El baño marca la diferencia
Al lado de la vitrina están los baños, un espacio totalmente distinto y sorprendente. Una gran piedra suspendida y encajada en un vidrio muestra el efecto de humo in crescendo y separa la sala de los aseos. Sirve de contenedor de un lavamanos excavado en su interior. Una pieza escultórica de terrazo en marrones y negros que contrasta con el envolvente y dorado pasillo que lleva a los cabinas individuales.
La opulencia del latón, su superficie pulida, contrasta con la textura árida de la roca del lavamanos. Tras pasar el muro separador de vidrio, un pasillo longitudinal abovedado, en crema y latón, te transporta como a otra galaxia. Los espejos crean una serie de perspectivas del espacio, texturas talladas en formas piramidales, forman muros y puertas para el interior de las cabinas. Este contraste luminoso, claro y brillante, conduce a un espacio industrial y oscuro en el interior de las cabinas.
En definitiva, la oscuridad, los grandes contrastes y el fuego, gracias a la chimenea que se vuelca al exterior, son los protagonistas que dan forma, concepto y volumen a todo el ideario del restaurante Leña. Un entorno completamente diferente para una experiencia multisensorial. Puro lujo y sofisticación para que los amantes de la carne disfruten de la espectacular propuesta gastronómica del gran chef Dani Garcia.
Fotografía: Salva López
Restaurante Leña. Hotel Puente Romano, Av. Bulevar Príncipe Alfonso de Hohenlohe, s/n, 29602 Marbella, Málaga.