Deu i Mata recupera la magia del pasado.
Un apartamento en un estado previo desolador, pero con una muy interesante distribución, ha sido el punto de partida de la rehabilitación Deu i Mata. Una vivienda en el barrio barcelonés de Les Corts, con el sello del interiorista Tomàs López Amat en todos sus espacios.
Formada originalmente por una pequeña cocina, un minúsculo aseo y cuatro habitaciones, la casa llamaba la atención por un vestíbulo desproporcionado y oscuro que conectaba espacios servidores y servidos. Con dos de las habitaciones orientadas a sur y con acceso a un amplio balcón, las otras dos ventilaban hacia patios interiores.
La intervención se acomete desde una profunda reconfiguración programática, que reduce el número de dormitorios. Para ello se unen las dos habitaciones abiertas al balcón, convertidas ahora en la zona que aglutina estar y comedor.
El proyecto apuesta por optimizar las piezas existentes sin superar el ajustado presupuesto del propietario. Además del tabique que separaba las dos habitaciones exteriores, se demuelen también los de la cocina y el aseo. En este último se construye una nueva división interior que amplía el tamaño del nuevo baño, equipado con un lavamanos y una ducha, inexistentes hasta entonces.
La baldosa hidraúlica como eje de la intervención
Todas las estancias conservan los pavimentos de baldosa hidraúlica originales. «Aunque algunas piezas estaban algo maltrechas su estado general lo hacía fácilmente recuperable», cuenta Tomàs López. Gracias a un trabajo de pulido y restauración se convierten en el principal configurador de la vivienda rehabilitada. De esta forma, el hidráulico se convierte en el material principal e hilo conductor de toda la intervención.
El mal estado del solado de la cocina obliga a su sustitución por otro de baldosa de iguales características pero de formato mayor (25×25 cm) y acabado en color gris ceniza. Esta misma pieza se utiliza tanto en las paredes del baño como en las del patio de luces. Algunas baldosas son reubicadas para cubrir la huella sobre el suelo de los tabiques eliminados.
En la cocina, un mueble achaflanado revestido de espejo dirige la mirada hacia el patio, dibujando una diagonal que atraviesa la planta. Esta misma diagonal queda dibujada por una estructura de cartón yeso de fuerte presencia que camufla lavadora y calentador, funcionando como armario-lavadero.
En el baño y la cocina se diseñan a medida elementos de cemento a gran formato. Entre ellos, encimeras, petos, plato de ducha y lavamanos.
Un trabajo de recuperación de las carpinterías originales
Otra de las decisiones importantes del proyecto pasa por conservar y tratar casi todas las carpinterías originales, interiores y exteriores, excepto las ventanas del lavabo. En la mayoría de ellas se eliminan las capas de esmalte sobre la madera de Pino Melis. Ademas, la sustitución de los antiguos y finos vidrios monolíticos por unos nuevos con cámara mejora las condiciones de aislamiento térmico y acústico.
En el patio, una tarima de madera de fresno termotratada resuelve el pavimento y parte del revestimiento. Su encuentro con la nueva carpintería de aluminio negro integra perfectamente interior y exterior.
Apertura espacial hacia el patio
El gran cambio de la configuración de la vivienda viene dado por la nueva apertura y comunicación con el patio. Un apeo en el muro de carga inunda de luz un hall del que ahora participan baño y cocina.
Concebida como un espacio abierto, la cocina se diseña a medida, acabada con un tablero de madera de abeto contrachapado. El barniz de color gris que la reviste prolonga el color del suelo.
La ampliación del baño se aborda como un pequeño proyecto englobado dentro de otro global. Una suerte de micro-arquitectura, donde el juego de espejos y vidrios, combinados con el cemento hidraúlico aportan una fuerte estética industrial que también comparte la cocina.
El contraste entre lo nuevo y lo viejo caracterizan una intervención que elimina la tradicional jerarquía de usos. Convertido en una estancia más de la casa, el patio se incorpora a la vivienda como un pozo de luz.
Fotografía: José Hevia.