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Lluís Porqueras: diseñarse a uno mismo.

Estamos en el showroom de Marset, rodeados de las diferentes versiones de la lámpara Funiculí. Su diseño es de 1979 y actualmente se reedita con gran éxito comercial. Conversamos con Lluís Porqueras.

Lluís Porqueras representa una forma de diseñar con grandes dosis de intuición en el desierto cultural que se vivía entonces en nuestro país. Proponiendo una nueva tipología de objetos enfocados principalmente a un público minoritario que empieza a añadir nuevos elementos en sus hogares y establecimientos. Cuando me fijo en sus manos me doy cuenta por su aspecto y gesticulación que está en conexión con los objetos y que su trabajo de diseñador está marcado por el contacto con los materiales, manos expertas que mientras tocan y analizan las lámparas expuestas en el establecimiento, afirma mirándome, ¡esto es fantástico!

Porqueras, Objeto de Deseo

El próximo jueves 23 de Noviembre a las 19:00 horas en La Capell, tendréis la ocasión de oír el testimonio de uno de los personajes que protagonizaron el advenimiento del diseño. En la segunda jornada del ciclo Objecte de Desig #2, en conversación con Joan Gaspar y moderada por el presentador y guionista de televisión y radio Òscar Dalmau.

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Me gustaría que nos hablaras de “Stoa”. ¿Como fue aquella experiencia pionera?
¡Ostras!, un tiempo interesante aquel. Fue una empresa que monté con mi amigo Paco Blanco en 1965, que desgraciadamente murió hace muchos años. Era una apuesta muy pionera. Empecé con algunos pequeños diseños de lámparas, experimentando con plástico, aprovechando las particularidades que este material ofrece. Llegamos a tener un catálogo con bastantes modelos que en un principio diseñábamos Blanco y yo. Luego se incorporaron otros diseñadores, pero eran tiempos difíciles para esta tipología de producción y finalmente abandoné el proyecto sobre todo por las dificultades económicas.

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¿Con «Vapor» podríamos decir que definiste tu forma de diseñar?
Esta empresa fue otra experiencia de auto-edición, la monté con Jaume Vaquero, mi compañero de entonces. El nombre surgió de la fusión de los dos apellidos Va(quero) y Por(queras) y además estaba muy relacionado con el contexto en el que nos instalamos a trabajar, un taller en Poblenou. Una zona de Barcelona donde había muchos talleres industriales y esto nos permitió poder aprender y desarrollar nuevos procesos. Unos amigos diseñadores gráficos nos hicieron una imagen muy atractiva, en consonancia con el diseño que queríamos desarrollar.

Aparentemente, los diseños de «Vapor», tienen una filosofía muy diferente de los de «Stoa».
Sí, a mí me ha servido mucho recoger objetos que encontraba por la calle o en los mercados para poder desarrollar diseños a partir de ellos o simplemente experimentar y aprender. Los diseños de Vapor se caracterizaban por esto, elementos que tienes al alcance de la mano o que encuentras. Muchos de los objetos los descubría en ferreterías, y luego lo adaptaba para crear  un nuevo diseño. Un ejemplo son los difusores prefabricados. De hecho, la pieza clave del modelo Funiculí, la pinza que permite el movimiento ascendente y descendente del difusor, fue una adaptación mejorada de unas pinzas dobles que descubrí en la ferretería Balius en Poblenou.

¿Era una forma de trabajo dadas las circunstancias?
Bien, es evidente que actualmente existen muchas más posibilidades a nivel de materiales  y de recursos, pero sin embargo a mí me gusta trabajar así, me parece una forma ética de trabajo y de entender los procesos industriales. Además de poder conseguir unos productos con un coste no muy elevado, que permitan un precio de venta asequible, no hay que olvidar que los inicios de la empresa fueron duros económicamente. Yo estaba un poco al margen, o en otra posición respecto de otras escenas o realidades del diseño del momento. Era una especie de francotirador desde Poblenou (ríe).

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Has ejercido muchas veces este binomio diseñador – empresario.
Sí, ahora con la perspectiva del tiempo pienso que quizás me equivoqué. El trabajo de generar y mantener una empresa lo tienen que hacer los empresarios. Toda la carga de trabajo y problemas que supone mantener una empresa en activo, sobre todo cuando las dificultades aprietan, consigue eclipsarte y a veces incluso disminuyen tu capacidad de trabajo creativo para desarrollar el diseño.

¿Qué os empujaba a crear estas empresas auto-editoras?
Cuando empecé y durante una buena parte de los años de ejercicio, no existía una cultura del diseño como la que se vive hoy. Las empresas eran muy limitadas y supongo que a muchos nos parecía más ágil emprender el proceso de producir lo que diseñábamos intentando abrir lo que entonces era un nuevo mercado. Había dificultades para producir los diseños y  las empresas tampoco contemplaban la elaboración de catálogos o una red comercial adecuada para los productos que nosotros diseñábamos.

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Formasteis parte del SIDI …
Sí, nos inscribimos en esta red y fue bastante bien, pudimos empezar a exportar a varios países de Europa, que también era algo bastante nuevo y dificultoso.

¿Después trabajaste en otras direcciones?
Cuando empecé a trabajar para otros industriales, vi que era mucho más satisfactorio. Podía concentrarme en el trabajo de diseño e hice algunos diseños que tuvieron buena acogida, esto daba otra dimensión al trabajo.

Pero tus funciones no se limitaron al diseño de lámparas.
Bien, hice algunos trabajos de interiorismo, donde encontré una fórmula cómoda con unos clientes que me daban bastante libertad para proponer y ejecutar los proyectos con criterio propio y pocas interferencias. En el terreno del diseño de objetos, siempre concentrado en la iluminación, ejercí no solamente de diseñador sino también de director de arte para la empresa Eva Luz. Esta empresa tenía una producción anticuada y alejada de lo que entenderíamos por una producción de diseño. Conseguí dar un giro que como antes comentaba, no era solamente un cambio de diseño de producto sino una reconversión total de su imagen y forma de introducirse en el mercado. El resultado fue realmente satisfactorio.

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Porqueras y su Funiculí

¿Cómo recibiste la noticia de la re-edición de un diseño de hacía más de treinta años?
Fue una gran satisfacción y más viniendo de la mano de quien había sido un compañero de trabajo y discípulo, Joan Gaspar, quien después de trabajar conmigo, empezó a hacerlo para la firma Marset que ahora produce la Funiculí. Este hecho lo viví como un gran reconocimiento a mi trabajo y más aún viendo como el producto ha entrado de nuevo en el mercado con tanta aceptación, es muy alentador. Incluso la venden en la tienda del MOMA. Entrar en el mercado americano ya es algo difícil, pero que el MOMA la exponga como parte de su selección es también muy satisfactorio.

Este diseño tenía una vocación muy popular. ¿Crees que esta reedición ha elitizado tu lámpara?
No, para nada, se han hecho mejoras sobre el diseño original,  hay más posibilidades técnicas que hacen la Funiculí más atractiva, mejor resuelta funcionalmente hablando y además le alargan la vida útil, pienso que sigue manteniendo su misma filosofía.

¿Podemos decir que has generado un clásico del diseño?
Hombre, yo no me atrevería a decir tanto, pero ver el recorrido y vitalidad de esta lámpara, es un gran reconocimiento. Siempre he intentado trabajar fuera de las tendencias pero no siempre se logra esa perdurabilidad en el tiempo. Además, en mi ejercicio siempre me guié por la idea de las creaciones efímeras, sin demasiada trascendencia, hecho que ahora ha tomado otra dimensión con esta reedición. Aún así, no ha habido reconocimiento de las instituciones. No ha sido un espacio que me haya interesado demasiado, el de los concursos o el espectáculo organizado alrededor del diseño.

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Desde tu dilatada experiencia, ¿como ves la escena del diseño actual?
A pesar de haber un abanico fantástico de posibilidades, materiales y procesos, y haber visto como este trabajo acontecía en una disciplina consolidada, veo preocupante el lenguaje globalizante y uniformizador que a veces toma el diseño. Las características culturales se tienen que reflejar en los objetos que se gestan en un lugar. Por desgracia en nuestro país, esta relación y este legado cultural fueron gravemente interrumpidos, pero ahora es importante que no sea la globalización de los procesos y el mercado el que los interrumpan definitivamente.

¿Quieres decir que la materia se tiene que expresar por ella misma?
Nuestra tarea como diseñadores, no deja de ser la traducción de la materia, entender cómo se expresa y buscar una interpretación que no traicione su identidad. En mi caso particular, he intentado encontrar un equilibrio que me permitiera trabajar entre la tradición y la innovación, añadiendo a mi diseño una carga de pasado y experiencia que he detectado en objetos existentes para aprender de su lenguaje.

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Queremos agradecer a Lluís Porqueras su esfuerzo y dedicación para la elaboración de esta entrevista.



Entrevista, fotografía y textos equipo Slowkind
Productora de contenidos digitales y editoriales. Creamos historias para inspirar, motivar y compartir – slowkind.com


 

 

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