Hotel Balneario Les Cures Marines: el renacer de las playas de Normandía.
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A principios del siglo pasado, las localidades de Deauville y Trouville, situadas a ambos lados del río La Touques, en la Côte Fleurie normanda, rivalizaban para atraer a la mejor sociedad de la época. Cada una de ellas contaba con un casino en el paseo marítimo, y ambos fueron inaugurados en el mismo año, 1912. Trouville, la apodada “reina de las playas”, contaba con el casino Dieppe, construido por el arquitecto Alexandre Durville, y era muy admirado por su estilo oriental. Contaba con 6500 m2 y era aclamado como el casino más vasto y suntuoso de Francia. Una de las áreas del edificio se dedicó a «baños de agua caliente», el término utilizado en la época para referirse a los primeros tratamientos de lo que hoy conocemos como talasoterapia.
Con el paso del tiempo, el edificio tuvo diferentes usos, entre 1937 y 1956 se convirtió en museo de la ciudad, pero en 1959 se hizo cargo de él la Société des Cures Marines de Trouville-sur-Mer, quien lo convirtió en un renombrado spa durante 40 años. En 1998 el edificio volvió a cambiar de dueño, pero las reformas necesarias para garantizar su buen funcionamiento eran tan grandes, que un año más tarde tuvo que cerrar.
Hoy podemos decir, que de la mano de Accor, Les Cures Marines ha renacido. El nuevo hotel ha recuperado su aura mágica después de la restauración de su imponente fachada, y de la sutil y elegante transformación interior de Jean-Philippe Nuel.
A este arquitecto le gusta atrapar el alma de los edificios que rehabilita, y en este caso la inspiración ha surgido de la estética que rodeaba a los primeros balnearios.
Al igual que antaño, el hotel está situado en el ala derecha del casino en el centro de Trouville-sur-Mer. La ciudad con su historia, su identidad cultural, su autenticidad e incluso sus colores, son una fuente de inspiración en todo el proyecto. Tan pronto como uno entra en el establecimiento, las tonalidades grises, beiges, arena, azules, acero… crean una particular atmósfera que invita a la tranquilidad y al bienestar.
Su luminosidad es una reminiscencia de los antiguos hoteles palacio.
Sin embargo, este efecto es simplemente evocador y en modo alguno contradice la modernidad del diseño. El interior cuenta con sillones con forma de jaula color gris perla que crean íntimos reservados (diseño de Autoban para De La Espada), sillones Luis XVI, candelabros grandilocuentes que lúdicamente evocan una época pasada, espejos en los rosetones del techo colocados estratégicamente para reflejar la luz de las lámparas…
El bar es como un salón de baile majestuoso. Está conectado con el restaurante a través de una escalera imponente desde donde se puede admirar la arquitectura de la sala con sus molduras y ladrillo visto.
Las 103 habitaciones del hotel, incluyendo seis suites, están decoradas con frescos originales que fueron reubicados encima de las camas. Las lámparas Fun Mother of Pearl de Verner Panton en nácar son una reminiscencia de la década de 1970. Pinceladas azules salpican con reminiscencias marinas los tonos blancos y grises dominantes.
Tejidos nobles como la lana, el lino y el satén se han utilizado para la ropa de cama, las cortinas y las tapicerías, ofreciendo un ambiente sencillo y elegante que los huéspedes harán enteramente suyo durante su estancia.
Las áreas de thalasso & spa se distribuyen en dos plantas imbuidas de una sensación de relajación y tranquilidad.
Las distintas zonas reflejan las diferentes épocas que el edificio ha conocido. El presente interactúa con el pasado de una manera poética, alegre, a través de fotos de época, palabras en las paredes y rayas que evocan las cabañas de playa de 1920.