Brasilia: la utopía urbanística de Latinoamérica que desafía el paso del tiempo
El proyecto que ideó Lucio Costa junto a Oscar Niemeyer ha pasado de ser ejemplo mundial a fracaso absoluto. Hoy, Brasilia se debate entre la modernidad y la adaptación a una ciudad que, al final, no fue tan bien planificada.
Una ciudad desde cero
El caso de Brasilia se conoce mundialmente porque fue una ciudad construida desde cero en los años cincuenta, y se planeó para convertirse en capital del mayor país de Latinoamérica. Brasilia es el resultado de la planificación urbanística de Lucio Costa, las ideas constructivas de Oscar Niemeyer y la promesa política de Juscelino Kubitschek. El entonces presidente de Brasil cumplió con su intención de trasladar la capital del país de Río de Janeiro a un enclave ubicado en el corazón del país, alejado de la costa y más al alcance del resto de los ciudadanos.
En 1956 se llamó a concurso para la construcción de la nueva capital, siendo Lucio Costa el elegido por su plan urbanístico moderno y rompedor para la época. El proyecto de Costa se destacaba por haber diagramado la ciudad en una forma de cruz con una curva, alrededor de la cual se edificarían los edificios públicos y administrativos de la nueva ciudad, así como también viviendas, comercios y carreteras.
Para Costa, Brasilia tenía que ocupar el lugar de ciudad monumental, conservando el espíritu de una capital moderna que pudiera también mejorar la vida en sociedad. La ciudad se construyó en un tiempo récord de cuatro años, aunque el título de capital tardó un poco más en llegar. De acuerdo con el plan y previsión de Costa, Brasilia tendría la capacidad máxima de acoger a 500.000 habitantes.
Plan urbanístico moderno y racionalista
La obra de Lucio Costa, que estuvo siempre influenciada por Le Corbusier y teóricos de la Bauhaus, tomó varios de los conceptos desarrollados por el arquitecto francés para diseñar la nueva Brasilia. Por ejemplo, que las ciudades tenían que organizarse en diferentes zonas según el uso que le darían sus habitantes.
El plan maestro de Costa partía de un eje monumental de norte a sur, mientras que el lado curvo que finaliza la cruz sería el eje residencial. De esta manera, el plano de la ciudad se asemejaba más al de un avión que al de una cruz, símbolo que llamó mucho la atención del jurado y el presidente en una época en que Brasil debía desplegar su encanto modernista.
Alrededor del eje monumental se ubicarían el sector cultural, con la mayoría de los edificios administrativos, un sector hotelero y otro comercial y bancario. La planificación de Costa incorporó ideas racionalistas de la arquitectura moderna y funcionalistas. Las viviendas, por su parte, eran concebidas dentro de grandes bloques de edificios, muy separados entre sí, con espacios comunes como jardines o plazas debajo de cada bloque.
Con todo, el proyecto de Costa, llamado Plano Piloto, representó una ruptura con los diseños tradicionales de ciudad, dando lugar a conceptos disruptivos para la época con gran influencia en el resto del mundo. El plan consideraba la ciudad organizada en supermanzanas con el objetivo de promover la igualdad social y facilitar una vida urbana eficiente.
Un museo al aire libre de Niemeyer
Brasilia fue sin dudas un lugar de experimentación para Oscar Niemeyer. El arquitecto brasileño diseñó casi todos los edificios públicos de la capital. Incluso en la actualidad sigue proyectando construcciones en ella, como el Complejo Cultura de la República, La Torre de TV Digital o La Praça do Povo.
Una de las obras fiel al estilo de Niemeyer es el Museo Nacional de Brasilia Honestino Guimarães, cuya semiesfera se ha vuelto símbolo de la ciudad. Una rampa atraviesa el edificio por dentro y por fuera dando lugar a curvas y espacios únicos.
El Palacio de Planalto, también de Niemeyer, se ubica en la Plaza de Los Tres Poderes y es concretamente sede del poder ejecutivo. Una caja de vidrio se sujeta a través de columnatas revestidas en mármol blanco.
La utopía se tambalea
Pese al ejemplo que significó Brasilia en muchos aspectos, la ciudad es hoy un punto crítico a nivel urbanístico y habitacional. La idea de ejes de Costa supuso al construcción de grandes autovías, para promover también el uso del automóvil en los años cincuenta. Una idea que en la actualidad supone un real problema para la ciudad que se encuentra entre la contaminación sonora y ambiental que supone vivir rodeada de autopistas.
La densidad poblacional también se materializó lejos de la utopía de Costa. Según el último censo, Brasilia tiene casi tres millones de habitantes, cifra que se distancia mucho del medio millón que preveía el arquitecto. La alta ocupación de la ciudad y sobre todo su periferia hicieron que además el uso del coche se potencie para trasladarse desde los suburbios al centro neurálgico de la capital.