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Héctor Serrano: “El diseño es un elemento fundamental para lograr un producto competitivo”

Proyectos con Roca, la Caixa o Telefónica describen el trabajo de un estudio emplazado en Londres desde principios de siglo. Sus productos, expuestos desde Ámsterdam a Nueva York, construyen la imagen de un diseñador con enfoque internacional.

La mezcla de unos inicios marcados por el cauce del río Turia a la maduración como diseñador a orillas del Támesis. Héctor Serrano dejó Valencia para ir a estudiar a Londres un máster en diseño de producto. Con poco más de veinte años, allí se quedó: en el año 2000, fundó una oficina de diseño con el mismo nombre en la ciudad londinense. La lista de clientes es amplísima, y va desde Roca hasta Icex Ministerio de Industria, Turismo y Comercio. Reconocimientos como el Red Dot Design Award o el Premio Peugeot Design avalan la trayectoria de un diseñador que pone el acento de su producción en la innovación y la atemporalidad.

Pregunta: De Valencia a Londres. ¿Cómo nació esta conexión?

Respuesta: Fui a estudiar un máster en diseño de producto en el Royal College of Art. Cuando acabé, se mudó desde Valencia mi mujer y decidimos quedarnos en la ciudad. Antes ya había estado en Estados Unidos, y siempre tuve claro que quería estudiar fuera. Conocí a un compañero que estudiaba diseño de transportes y me habló del centro de Londres, que también tenía una especialidad de automoción y de diseño de producto. Nosotros lanzamos la empresa en el año 2000, cuando no había internet ni información sobre el sector. Escribías una carta y te mandaban un catálogo: era todo muchísimo más lento.

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P: ¿Qué papel juega Valencia en su propuesta como diseñador?

R.: Todo cuenta: lo que has vivido queda reflejado en tu trabajo. Toda mi infancia, y hasta que me fui a estudiar a Londres con veinticinco años, se desarrolló en Valencia. Sin embargo, Londres fue una etapa de maduración, un momento para cuestionarme cómo estaba enfocando la disciplina e intentar encontrar y decidir hacia dónde quería dirigirme o cómo quería desarrollar la profesión.

P.: ¿Qué diferencias encuentra entre España y Reino Unido en la comunicación con la disciplina?

R.:  En el estudio trabajamos de forma internacional con clientes de todo el mundo; no notamos este cambio, como mínimo en cuanto a diseño de producto. El factor que buscamos desplegar es que sean buenas empresas, compañías con las que te puedas entender y puedas conectar, sean de donde sean. No existe una gran diferencia si están ubicadas en España, Estados Unidos o Londres. Son empresas que tienen perfiles similares en cuanto a diseño de producto.

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P.: ¿Cómo debe abordar la disciplina la nueva relación con el cliente?

R.: Cuando me aproximo a un proyecto, a mí no me gustan las fórmulas que siempre buscan aplicar la misma estética o las mismas fórmulas. En nuestro estudio, cada proyecto es un nuevo reto. Para ello, estudiamos las necesidades que debemos cumplir y nos adaptamos a ellas. En nuestro caso particular, todos nuestros proyectos buscan ser innovadores; es decir, que aporten, según la necesidad concreta del proyecto, un valor añadido a la propuesta de diseño. La disciplina debe dejar que el proyecto avance según sus requisitos concretos, buscando siempre innovar para que el usuario final se sienta identificado con el trabajo.  

P.: Actualmente, ¿las empresas están más dispuestas a contratar un servicio de diseño?

R.: Si trabajas con las empresas adecuadas, sin ninguna duda. El diseño es un elemento esencial para poder lograr un producto diferenciador, competitivo e innovador. La disciplina es parte de la fórmula y cada vez con más fuerza. Si eso se traduce o no en remuneración, ya es otra cosa: depende de muchos factores, como la empresa, el tipo de proyecto o el diseñador, entre otros. Nosotros hicimos las sillas y muebles para cerveza Alhambra, en colaboración con Inma Bermúdez y Andreu Carulla. Era un mobiliario masivo de terrazas de cerveza. Hace unos años, los mismos fabricantes de la sillería ofrecían el diseño interno; sin embargo, ahora ya se buscan a diseñadores externos para que aporten valor al proyecto. No valía simplemente con hacer una silla que funcionase, sino que el producto debía enamorar, gustar, estar en coherencia con la marca.

P.: Dentro de estas nuevas exigencias, ¿qué papel juega la sostenibilidad?

R.: Las empresas del sector la han incorporado en su ADN y forma parte de las conversaciones de todo nuevo proyecto. En nuestro trabajo con Faro, bajo el nombre de Tierra, Mar y Aire, hemos utilizado bioplásticos y materiales plásticos reciclados. Pero hemos ido un paso más allá mediante la impresión 3D. En términos de sostenibilidad, esto nos facilita fabricar a escala local con un coste competitivo, sin tener un gran estocaje, para buscar estar lo más cerca posible del consumidor final. Esto ayuda a que los procesos productivos sean más respetuosos con el medio.

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P.: ¿Los nuevos materiales también son fundamentales para conseguir estos objetivos?

R.: El aluminio reciclable ha protagonizado uno de nuestros últimos proyectos, utilizado con moldes mediante inyección y fundición. Creamos formas y un lenguaje poco habitual en el mobiliario exterior; un producto muy rígido debido a la tecnología conseguimos que fuera mucho más orgánico. El aluminio es reciclable y más ligero que el hierro, por ejemplo.

P.: ¿Las nuevas tecnologías multiplican las opciones de diseño?

R.: Una nueva tecnología es como un juguete nuevo para un niño: suma muchas opciones que antes no tenías. Son fundamentales no sólo por lo que ofrecen al diseñador desde un punto de vista formal, sino también desde una lógica productiva, mediante el modo en que producimos, distribuimos, transportamos, vendemos y comercializamos los productos. Por ejemplo, las máquinas son mucho más sencillas, de espacio mucho más reducido, y podemos tener fábricas distribuidas por todo el mundo, incluso en núcleos urbanos. Se puede vender un mueble en Nueva York que esté fabricado en el mismo Nueva York.

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P.: ¿Qué hándicap acarrea el uso generalizado de las tecnologías?

R: Evidentemente, cuestionan el empleo. Debemos reinventarnos y buscar otras fórmulas porque el tiempo del trabajador se sustituye por el de una máquina. Como siempre ha pasado desde que empezó la automatización, se pone en entredicho el modelo laboral.

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