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Redacción
5 octubre 2023

Inhaus, la reformulación del proceso constructivo bajo el timón de la industrialización

Contra el firme sentimiento que asociaba el proyecto prefabricado con soluciones más pragmáticas que estéticamente apreciadas, los hermanos Navarro revalorizaron la disciplina mediante la comunión de todo el proceso constructivo.

Rubén Navarro sonríe al recordar la indumentaria de albañil de su padre. De formación arquitectónica, este valenciano inició junto a su hermano Sergio un camino que pretendía vender proyectos levantados por terceros sobre los bocetos que ellos mismos habían trazado sobre el papel. Una empresa de arquitectos tradicional. Sin embargo, un 14 de octubre de un ya lejano 2015, todo cambió.

Despegarse de las raíces familiares es tarea imposible, y el recuerdo de ese faro que orientó la progresiva conciencia sobre el mundo que llega a puerto con el fin de la niñez alumbra toda experiencia futura. Esa noche de octubre, el faro de esa niñez resplandeció para Rubén como epifanía que, tras la imagen del padre albañil, reorientó el camino de la firma con un destello trascendente que izó las banderas de un nuevo rumbo.

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Los inicios no fueron fáciles. Los hermanos Navarro tenían un catálogo de proyectos que, junto a otras empresas, conseguían erigir sin éxito aparente. Tres fueron las constructoras con las que trabajó Inhaus para corporeizar sus proyectos, y cinco los intentos para que los dos hermanos se dieran cuenta de que aquel camino no se correspondía con lo que ellos esperaban plasmar a través de su actividad. Entre las olas embravecidas de un sector que les era esquivo, esa noche de octubre en la que nació el hijo de Rubén, coincidiendo con el quinto proyecto fracasado, la luz del padre albañil tocó la tecla definitiva. Inhaus pasaba a construir.

El diálogo de tres generaciones

En cierto sentido, tres generaciones se unían para desarrollar un discurso que tenía como eje central la comunicación continua entre los distintos peldaños de la industria de residencias prefabricadas. El binomio entre técnicos y operarios alejaba la separación tradicional abierta entre ambos sectores y potenciaba un diálogo con el cliente que perseguía la consecución de una casa, simple y llanamente, bien terminada. Más allá del cambio en el paradigma metodológico tradicional de los sistemas de trabajo de la construcción, Inhaus recogió todo el proceso en una misma nave. El proceso se había convertido en un todo verticalizado.

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Ese primer equipo de 25 trabajadores que tanto costó consolidar -pues, como comenta Navarro, “algunos albañiles que llegaban a trabajar durante su primer día dejaban su puesto a la hora de comer, pues no entendían que se vigilaran todos sus movimientos en un mismo espacio cerrado”-, se ha convertido actualmente en un grupo de 104 personas. Los primeros compases están teñidos por Valencia, pero rápidamente la empresa navegó hasta Baleares, donde constituyó su primer gran centro de producción

Un viaje a París

Este primer desembarco abrió las puertas a la internacionalización. Rubén recuerda que los invitaban a dar ponencias porque nadie entendía que fabricaran casas de alta gama prefabricadas. Los hermanos Navarro descubrieron, tras la brújula de la expansión, que los precios de construcción eran más caros lejos de sus fronteras y, este factor, mezclado con ese discurso diferencial, fue clave para hacerse un hueco en el extranjero. “¿Si hacíamos el trayecto a Mallorca, por qué no podíamos viajar hasta París?”, recuerda Rubén.

Francia, Alemania y Suiza fueron las tres puntas del tridente primigenio de su expansión, seguidos por Inglaterra y los países nórdicos en una segunda fase y, finalmente, por la incorporación de ambas costas estadounidense. De cruzar el Mediterráneo a zambullirse entre los márgenes del Atlántico. Si los primeros proyectos contaban con un presupuesto de 300.000 euros, la operación actual media ronda el millón.

La clave, asegura Rubén, radica “en la atmosfera de confianza que consiguen crear en su conversación con el cliente, que transpira directamente en su estructura de trabajo, materializada en esos primeros 25 trabajadores que todavía siguen con nosotros”.

Una comunión perfecta

El diseño prefabricado actual ya no responde a un conjunto de cubos apilados y ordenados en una organización perfecta pero sin vida, sino que el sector se ha desarrollado hasta proponer, tras el proceso de maduración del cliente que va modificando y alterando cada detalle, la expresión de un lenguaje personalizado. El cliente se funde con su casa. Los procesos de construcción se acortan, pero Rubén advierte que “la precisión y el control no se negocian”.

Hasta qué punto influyó la figura paterna en la trayectoria de Inhaus es una incógnita. Pero seguro que tuvo algo que ver con la revalorización del sector de la construcción que Rubén insiste en consolidar, profesionalizando la mano de obra y perseverando en la apuesta por incluir materiales reciclables en todas las capas del proceso constructivo. Una travesía larga que ha conseguido amarrar anclas y consolidarse en la atmósfera internacional del sector. Desde los planos de dos arquitectos. Pero, sobre todo, desde las herramientas de albañil que glorifica la memoria de niñez.

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