«El diseño no es un lujo cuando ayuda a vivir mejor a las personas». Entrevista a Andreu Carulla.
El diseñador Andreu Carulla, el "hombre tranquilo" del diseño en España, ha conseguido, desde la periferia de su estudio de Banyoles (Girona), llevar sus ideas por todo el mundo, desde Italia a Singapur. Lo mismo prototipa que imprime en 3D; tan pronto diseña una cubertería como un taburete hecho con material reciclado, y todo eso sin olvidar la facilidad que tiene para crear objetos que oscilan entre lo industrial y lo artesano.
Andreu Carulla es uno de los diseñadores más versátiles e innovadores de nuestro país. No hay nada que no se atreva a diseñar («a excepción de las armas», como él mismo afirma): sofás, sillas, textiles, cubiertos, chanclas, cafeteras, bolsos, hamacas, sombrillas (OM, Red Dot Award 2015) y hasta un juguete erótico, que le valió un premio Delta en 2022. Pero no son los únicos premios que tiene en su haber. Poder elegir los proyectos en los que trabaja, bien desde ACID, más enfocado al diseño industrial, como en Andreu Carulla Studio, poniendo más énfasis en la materialidad, la artesanía y la sostenibilidad, ya es un premio en sí mismo. Poder conciliar su carrera con una familia numerosa: eso también es un premio, quizá el más importante de todos los que cuenta en su haber. Hablamos con él de todo ello, aprovechando que acaba de presentar una nueva colección de baño para Roca en el marco de Fiesta Design, dentro de la programación de Madrid Design Festival.
Te graduaste en 2002; en 2006 montaste tu estudio y en 2009 empezaste a colaborar con los Roca. Pareces tener mucha determinación, ¿es así?
Es una mezcla de todo. Existe el factor suerte, pero también hay que estar ahí, y ponerle ganas y trabajar mucho. Es importante marcarse unos objetivos e ir cumpliéndolos.
¿Siempre tuviste claro que te querías dedicar al diseño?
Sí, siempre lo he tenido claro, aunque todo encajó después de estar trabajando en un par de estudios, especialmente tras hacer prácticas con Rafael Marquina Para mí, es uno de los grandes del diseño en España y en el mundo. Aprendí mucho de él, al igual que con Pete Sans, un gran desconocido del diseño, un profesional increíble. También pasé por Benedito Design (estudio formado en Barcelona por Ramón Benedito y Maite Prat, que se dedica desde 1973 al diseño y desarrollo de producto). Al trabajar con todos ellos fui perfilando mi manera de hacer, y me di cuenta de que tenía mi forma de expresarme, y de que que tenía que salir de ese cauce para montar mi estudio y ocuparme de mis propias ideas.
¿Cuál ha sido el mayor impulso en tu carrera: la ambición, la curiosidad, o perseguir el sueño infantil de ser inventor?
Una mezcla de todo eso, pero también el haber tenido la suerte de encontrarte con gente que, a pesar de tener profesiones distintas a la tuya, te enriquecen a todos los niveles. Si me preguntas por un hecho concreto, con el tiempo, cada vez me doy más cuenta de lo importante que ha sido cruzarme con los hermanos Roca.
Ese encuentro con los Roca, ¿ha sido determinante porque no son diseñadores?
Precisamente por eso, sí. La suya es una profesión extremadamente creativa. Aunque ser chef es una especialidad que no tiene nada que ver, a priori, con el diseño, lo cierto es que van muy en paralelo en cuanto a experimentación o investigación. Ellos llevaban muchos años trabajando y al coincidir, me contagié de sus intenciones, de su energía, y me ayudó muchísimo en la dirección creativa del Celler.
¿En qué momento te diste cuenta de que inventar tenía que ver con el diseño?
Me di cuenta muy tarde. De hecho ya había cursado primero de Ingeniería Electrónica, pensando que era lo que guardaba más relación con eso de «inventar». Le daba vueltas a la robótica, a cosas relacionadas con la tecnología… No podía estar más desencaminado. Pero cuando sentí que me faltaba la parte creativa, enseguida encontré por dónde tirar.
¿Considera que el diseño es una profesión difícil?
Hay que tener mucha paciencia, mucha perseverancia, y algo de eso que está tan de moda ahora, resiliencia. Esto es evidente e inevitable para todos los que vivimos por nuestra cuenta o gracias a nuestro esfuerzo, que hay que trabajar muy duro, muchas horas, y no existe eso de la conciliación familiar.
Es esperanzador escucharle referirse a la conciliación familiar. ¿Cómo se consigue llegar a todo cuando se tienen cuatro hijos?
Bueno, ahora sí puedo conciliar, pero después de pasar alguna época que otra bastante dura. Cuando no tienes hijos, puedes dedicarle más tiempo a tu profesión, pero si los tienes, todo se complica, y uno dispone de menos tiempo para poder reflexionar, y que eso genere un poso en el trabajo. En mi caso, mi socia es también mi pareja, por lo que conciliar siempre ha sido necesario para ambos. Nuestros hijos han ido creciendo y con ello han ido aumentando nuestras responsabilidades, pero ahora, hemos conseguido que nuestra forma de trabajar sea más madura, más eficiente, más rápida y requiere de un tempo distinto. Poder estar con mi familia me da mucha fuerza.
Ahora estás en Madrid, pero la semana pasada estabas en Barcelona y es probable que en abril vayas a Milán. Sin embargo, trabajas desde la periferia, desde tu estudio en Banyoles. ¿Qué te aporta trabajar alejado del circuito del diseño?
Me permite tener una visión un poco de pájaro. Es importante poder ver lo que haces y a ti mismo con cierta perspectiva, desde la calma. También dispones de más tiempo para ti. Yo me suelo levantar a las 6 de la mañana, y antes ponerme a trabajar a las 9 ya he cubierto mis necesidades y obligaciones, desde hacer deporte hasta despertar, dar de desayunar, vestir y llevar a mis hijos al colegio. Sin duda tiene ventajas, y lo sé porque he vivido en Barcelona algunos años. Pero hoy en día es fácil viajar, desplazarte, estar donde tienes y quieres estar, y hacer que ese esfuerzo merezca la pena.
No parece que le afecte el síndrome ‘FOMO’ (Fear of Missing Out).
Me gusta vivir en un lugar pequeño, no sufro por estar un poco más distanciado de los circuitos; me ayuda a crear de otra manera, no más pausada, porque el ritmo de trabajo que tenemos en el estudio es alto, pero sí con mucha tranquilidad, que es necesaria.
Precisamente hace unos días estuviste en Barcelona hablando de la figura de José Antonio Coderch. Habéis hecho el shooting de la nueva colección de Roca en la ‘Casa Coderch’.
Sí, ha sido un acercamiento sugerente a la arquitectura, aunque siempre me he sentido interesado por la obra de Coderch. La arquitectura nos envuelve, y nos inspira a todos, incluso a los que no son diseñadores, nos ayuda a vivir mejor. Es uno de los grandes referentes de la arquitectura moderna de los años 40, 50 o 60, sobre todo en Barcelona, al igual que Josep Lluis Sert o Antonio Bonet. Todo ello ha servido de inspiración para TURA, la colección de baño que hemos hecho para Roca y que hemos presentado en ISH, en Frankfurt.
Coderch hizo un manifiesto en el 61 en el que decía que “no necesitamos genios”. Ahora, 50 años más tarde, qué dirías que necesita el mundo, ¿genios o ideas geniales?
No lo sé, pero creo que él se refería a que no necesitamos más arquitectura para arquitectos o más diseño hecho para la admiración de diseñadores. Sin duda, en Coderch hay mucha genialidad, pero comparto la idea de que hay que pensar más en el usuario o en el ciudadano. Es un modelo que sigue vigente y es aplicable al diseño de hoy, en el que pueden convivir alguien como Jaime Hayon, que es genio y figura, con un diseño como los que hacemos en el estudio, más discreto, diría que silencioso incluso.
En 2018 empezaste a investigar sobre el problema de los residuos en el Celler de Can Roca y creaste una línea de taburetes a partir de las cajas de porexpan, que sirven para conservar los alimentos. Si la solución ya está pensada, ¿por qué no lo hacen los demás?
No es fácil. Hay dos factores para que suceda algo así: hay que tener mucha sensibilidad con un problema como este, y eso tiene que salir de los propios dueños del local. Me refiero a que no todo el mundo está en condiciones de salirse de la experiencia gastronómica, y mirar más allá de lo que es su actividad principal. Requiere de un esfuerzo tanto intelectual como económico. No siempre se reúnen las dos circunstancias.
¿No sería más fácil no fabricar las cajas o servirse de proveedores que no utilizaran ese tipo de material?
Sería lo ideal, pero todos los proveedores de pescado, por ejemplo, están obligados por una normativa sanitaria a que el alimento sea transportado en envases de un solo uso, que normalmente son de poliestireno expandido, un material que tarda 500 años en degradarse. La idea de reducir, reutilizar y reciclar no ha llegado a la administración, por muy evidente que pueda parecer que reducir los envases de un solo uso debe ser la prioridad. De ahí vino la reflexión de qué podíamos hacer con todas esas cajas inservibles.
Y de esa reflexión nacieron los taburetes y la creación de ‘Roca Recicla’.
Sí, conseguimos reducir los envases todo lo que pudimos, pero no era posible eliminarlos por completo. Fabricamos un asiento al día a partir de esas cajas. Primero se limpiaban las cajas de poliestireno expandido, que luego se trituran hasta convertirlos en materia prima, y después se compactaban en un molde, utilizando vapor inyectado.
También te encargaste del diseño del restaurante Normal, la versión más “normal” o asequible de los Hermanos Roca. ¿Qué es la normalidad en el diseño?
La normalidad es sentirse cómodo, que los muebles que te compras duren mucho tiempo, que pagues por ellos el precio que toque, sin que nos nuble la mente, o sean tan baratos que se rompan y los tengamos que reemplazar. La normalidad es un concepto cambiante. En Dinamarca lo normal es tener una Poulsen en el comedor, pero en cambio, en España, ¿cuántos amigos tenemos que tengan una lámpara de 900€ en casa? Pocos, o ninguno. A veces el diseño parece un lujo, pero no debería ser así cuando se trata de vivir mejor, de tener objetos de calidad, como una lámpara que ilumine bien. Si las cosas estuvieran mejor diseñadas, estoy seguro de que, por ejemplo, se separarían menos parejas.
Tus hijos te inspiraron en el diseño de algunas piezas para el Celler de Can Roca, como los cubiertos de postre con forma de dinosaurio. ¿En qué o quién te sigues inspirando?
Tengo cuatro hijos, y es mucho lo que me llega a través de ellos. El mayor está entrando en la adolescencia, pero cada uno me aporta una visión completamente distinta del mundo, divertida e inspiradora. Es increíble lo que puede hacer un niño de 10 años con una impresora 3D. Son capaces de crear un objeto desde el ordenador y que, al materializarse, no haya perdido ni un ápice de la inocencia con la que ha sido concebido. Es alucinante.
Las formas de producción están cambiando a muchos niveles. Por un lado, la dualidad entre artesanía y tecnología se diluye cada vez más, no siendo incompatibles, y por otro, está la autoproducción gracias a la impresión 3D ¿Teme quedarse sin trabajo? ¿Seremos todos diseñadores en un futuro?
Ojalá. Ojalá todos fuéramos más sensibles, y la sociedad estuviera más educada en el diseño. No me refiero al acto de consumir, sino al saber elegir, tener más criterio al escoger, ir a una tienda y saber por qué algo es reciclado o es sostenible, saber leer las etiquetas, cuestionar cómo están hechas las cosas que nos llevamos a casa. Hoy día cualquiera puede decir que algo es sostenible, pero ¿cómo va a serlo si hay que traerlo desde la otra punta del mundo, si está fabricado con materiales tóxicos, o con maquinaria contaminante? Creo que todos tenemos la responsabilidad de desmontar, en la medida de nuestras posibilidades, el greenwashing de muchas empresas que no son, o no hacen, lo que dicen ser o hacer. Al final, el lenguaje que se usa en vano distorsiona la lectura que puede hacer el consumidor y provoca confusión y desconocimiento.
Eso es algo complicadísimo de llevar a cabo para un consumidor medio.
Sí, pero hay que hacerlo, aunque sea poco a poco. Por ejemplo, conocer qué hace a un diseño convertirse en un clásico o sentir curiosidad por lo que se hace hoy también es ejercer un espíritu crítico hacia lo que te rodea. A veces no se trata tanto de pensar como un diseñador, sino como un «reparador». Me gustaría mucho que la gente supiera reparar las cosas, o que tuviera la paciencia de llevar lo que está roto a un sitio para que lo arreglaran en vez de tirarlo a la basura.
Con ACID realizáis proyectos de diseño industrial, digamos, más comercial. Has diseñado de todo, desde cafeteras, a maquinaria moldes para chocolate o incluso vibradores. ¿A qué dirías no, «esto no lo diseño», «esto no lo hago»?
Igual es un poco tópico, pero diría no a las armas, me dan un poco de miedo. Las armas requieren de un diseño ergonómico, muy preciso, muy utilitario, son máquinas muy sofisticadas, pero no lo haría. Pero aparte de eso, en el estudio no nos ponemos límites a nada.
Sin límites: ahora estás inmerso en el interiorismo de TRAMO, un nuevo restaurante, hermanado con MO de Movimiento, en el que colaboras con el estudio de arquitectura Selgascano.
Sí, me hace mucha ilusión. SelgasCano se encarga de la arquitectura y nosotros de diseño del mobiliario, y confluimos en el interiorismo, que será una mezcla de ambos. Disfruto mucho del trabajo en equipo, de compartir, negociar…
¿Y después? ¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
Además del restaurante, estoy trabajando en otro proyecto de interiorismo en Singapur, también un restaurante, junto a OMA. Uno de los socios es Potato Head. Estamos haciendo todos los muebles a medida y seguramente los enseñaremos en la próxima edición del Salone, en la galería de Rosana Orlandi. Están fabricados con porexpan reciclado fundido y moldeado a mano, con una técnica que hemos inventado que está inspirada en la forma en que forran de cuerda los muebles en Bali. Ya tenemos toda la colección y estamos deseando que vea la luz.