Raúl Sánchez convierte un edificio en ruinas del Born en la espectacular Casa BSP20.
Casi una década para convertir un edificio de finales del siglo XIX y con cuatro reducidas plantas, de apenas 20 m2 cada una, en el lugar de trabajo y residencia temporal de su cliente.
Bautizada como Casa BSP20, la vivienda ha pasado durante estos años por todo tipo de situaciones y cambios. Desde problemas urbanísticos, okupas, desacuerdos normativos, cambios de uso y una obra lenta y complicada, a los cambios en la situación personal familiar del cliente. El proyecto ha debido adaptarse a todos ellos. Una evolución en la que el deseo del cliente de conservar los muros de ladrillo visto y el mosaico hidráulico característico de la Barcelona modernista se mantuvo inalterable.
En estado de ruina original
Originalmente, el inmueble se hallaba en estado de ruina absoluto, con la estructura de los forjados muy deteriorada y las escaleras semiderruidas. «A ello se le sumaba la necesidad de adaptar el edificio a las normativas vigentes», cuenta el arquitecto Raúl Sánchez, que señala la imposibilidad de reaprovechar el interior. Por todo ello, decidió derribar por completo el edificio, manteniendo únicamente fachadas, medianeras y el forjado de cubierta. De igual forma, el torreón de escalera fue completamente rehecho.
Las huellas del pasado
El carácter lento y complejo de la obra permitió ir tomando decisiones sobre la marcha, a medida que el edificio iba dejando a la vista su verdadera esencia. «Fue tras derribar los forjados, cuando el edificio se descubrió como un prisma esbelto, formado por ladrillos y piedras heterogéneos que decidimos conservar«, explica el arquitecto. Testigos del paso del tiempo, estas cuatro paredes conservan las huellas del pasado, tanto constructivas, como de uso. En ellas, arcos, dinteles, huecos de los peldaños y vigas conviven con restos de morteros, muebles, premarcos o revestimientos inalterados.
Tres nuevos forjados exentos
Los tres nuevos forjados se conciben como láminas exentas, sujetas por nuevas vigas entre medianeras y que no tocan las fachadas. Mientras que una lámina de vidrio las separa de la fachada principal, hacia la interior es el hueco de la escalera, con una altura de 4 metros, el que deja a la vista la sorprendente altura del edificio.
Flexibilidad de usos
Acceso-cocina-comedor, estar, baño-vestidor, dormitorio y terraza, forman, de abajo a arriba, la secuencia de usos. Una distribución muy flexible, a excepción de la cocina y el baño, ambos determinados por su mobiliario, permite variar los usos con el paso del tiempo.
Cilindros de acero para las instalaciones
Protagonistas del diseño, las instalaciones se ‘ocultan’ dentro de siete cilindros de acero inoxidable que recorren toda la altura del edificio, atravesando muebles y forjados. Seis de ellos albergan las instalaciones de electricidad, ventilación, fontanería, extracción, saneamiento, climatización y telecomunicaciones, mientras que el séptimo queda libre para futuras necesidades. El resto de instalaciones se dejan vistas, potenciando la rudeza de los muros de mampostería sobre los que se ubican.
Contraste material
Materialmente, se ha buscado se ha tratado de añadir un toque más doméstico, que contraste con el carácter tosco de los materiales preexistentes. De esta forma, en la cocina se ha optado por un mueble de latón esmerilado, brillante y con reflejos, con sobre de mármol blanco. El equipamiento del baño se ha panelado con madera lacada de un color ligeramente crema, con detalles en negro y latón.
Los ‘cabeceros’ de las plantas se revisten en microcemento blanco; los suelos de mosaico hidráulico, microcemento y roble, añaden calidez y color al interior; y los techos de madera lacada blanca incorporan registros y rejillas.
Vistas piranesianas
Para lograr potenciar el carácter abstracto de la intervención, la estructura se ha pintado íntegramente en blanco. Destaca la escalera de trazado helicoidal dentro de un cilindro exento que recorre toda la altura del edificio sin tocar sus muros y ofrece vistas piranesianas.
El tratamiento que se le da en cambio a los detalles sobre los muros existentes son directos y brutos. Los marcos de las ventanas se hacen con mortero directo; los premarcos no se disimulan; y los elementos estructurales de atado se dejan sin pulir.
Coronando el forjado del torreón, un lucernario gradúa la luz hasta los estratos más bajos, con el vidrio de las fachadas rebotando la iluminación e introduciendo reflejos siempre cambiantes.
Recuperación de la fachada original
«Rehabilitada siguiendo los dictados del departamento de patrimonio, la fachada principal recupera una imagen de pasado que seguramente nunca tuvo», cuenta Raúl Sánchez. En ella, se ha inventado un frente que reproduce el diseño tridimensional del clásico mosaico hidráulico de la planta baja, muy querido por el cliente. Con un despiece de rombos y triángulos acabados con tres tipos de aluminio, este disimula una puerta solo reconocible por la cerradura y abstrae la entrada.
Fotografía: José Hevia