Un diamante en bruto en El Raval.
En uno de los barrios con más historia de la ciudad de Barcelona, El Raval, en un edificio protegido de principios de siglo XX, se encuentra este piso rehabilitado por el estudio de arquitectura Vaimberg Salvadó.
Suelos hidráulicos, techos con vigas de madera y dibujos originales estaban semi ocultos en un piso totalmente destrozado. Los propietarios, a pesar de su estado, tuvieron la certeza de que habían descubierto una joya escondida al encontrar este piso en esas pequeñas y estrechas calles de El Raval.
Lo tenían clarísimo. La pareja, con un sólido criterio estético y gran personalidad, decidieron recuperar la amplitud original de la vivienda, que tiene una superficie de 120 m2, así como la distribución de sus espacios; y llevar la luz cada rincón del piso.
Encargaron el proyecto al estudio de arquitectura y diseño Vaimberg Salvadó, fundado por Dasha Vaimberg y Marta Salvadó. Las arquitectas, que trabajan con una concepción global del espacio que incluye arquitectura e interiorismo, firman la rehabilitación y transformación de la destartalada casa. Para la decoración contaron con la colaboración del diseñador y decorador Majd Bazerji.
El respeto a los colores, texturas y materiales originales
La primera medida fue encadenar los espacios y enlazar los materiales en una consecución de salas con distintos usos. La vivienda cuenta ahora con un zona común con cocina, comedor, salas de estar y biblioteca, y dos dormitorios y dos cuartos de baño. Todos los nuevos elementos incorporados a las zonas comunes se trataron con minimalismo y sensibilidad, para evitar competir con los colores y texturas originales.
Así, la cocina se ha encajado en una caja oscura que oculta su uso y, al mismo tiempo, la deja abierta al resto del piso para que forme parte del comedor. Está equipada con el mobiliario básico. Junto al comedor está la biblioteca, que a su vez conecta con el salón.
Armarios y puertas de madera de nogal conectan y separan los espacios
Las estanterías de la biblioteca, hechas a medida, están pensadas para fusionarse con las paredes. De esta manera, generan texturas y volúmenes que crean espacio. Los armarios y las puertas, diseñados de suelo a techo con madera de nogal, separan y ocultan el almacenaje y también abren y cierran el resto de las estancias. Como en la biblioteca, una puerta de madera de dos hojas da paso al dormitorio doble.
La zona de estar del salón, equipada con un sofá azul de terciopelo y reposapiés, está conectada por un lado a otra zona de estar, más íntima, bañada en luz natural y decorada con cómodos divanes. Por el otro, comunica con la biblioteca, que es el corazón de la casa. Al fondo se distingue el comedor, junto a la cocina. Toda una secuencia de espacios encadenados.
Desde una de las zonas de estar, una doble puerta de espejo totalmente camuflada deja paso al dormitorio principal. Este queda oculto tras las puertas batientes de suelo a techo revestidas de espejo que, además de aportar, luminosidad, amplían visualmente el espacio.
Los reflejos en materiales, espejos y texturas constituyen un elemento esencial en el proyecto. Y llegan desde los techos, los paneles que separan las estancias, como estas puertas de espejo que cierran el dormitorio principal. Estos juegos de volúmenes y vistas cruzadas, junto con los suelos hidráulicos originales, son los grandes protagonistas de la casa.
Luz y oscuridad: un juego de polos opuestos para los baños
Los espacios más privados, como los baños, se han concebido con una idea: jugar con la duplicidad de los opuestos: el día y la noche, la oscuridad y la claridad. Aquí se puede ver cómo los mismos materiales en acabados distintos generan un efecto completamente diferente. Luz y claridad en el baño principal; oscuridad y confort en el baño secundario.
En definitiva, un antiguo piso de El Raval que ha recuperado su esencia y se ha actualizado para poder vivir con comodidad, leer un libro en la biblioteca, relajarse en cualquiera de sus salas y descansar en el diván de la habitación, exterior mientras entra la luz del Mediterráneo por todas las ventanas. Todo un oasis dentro del bullicioso centro de Barcelona.
Fotografía: Marcela Grassi