Obrador: el estudio de arquitectura artesanal.
El local en el que se ubica fue vivienda y posteriormente almacén de fruta del puesto nº 57 del cercano mercado. Hace mucho tiempo que perdió su condición habitable, y con ella su patio. Únicamente una ventana de madera con su vidrio tembloroso remitía a la vivienda original y a su relación con el barrio.
De esta manera, el objetivo de los arquitectos fue crear un espacio de trabajo artesano desde esta ventana, reconstruir el anhelado patio a partir de las propias puertas y ventanas desechadas en el barrio, para desde la realidad local, próxima y tangible, dejar volar el trabajo y las ideas hacia lugares lejanos…
Para Ana Ábalos y Pablo Llopis los balcones y sus puertas son símbolos de identidad del paisaje de un barrio, en este caso Ruzafa. Transmiten encuadres ya olvidados, en cuyos cristales aún reverberan los sonidos de la vida en sus calles.
Con este proyecto se recuperan estos millares de ojos que dieron al barrio su imagen continua, y que sufren ahora el paso del tiempo.
Obrador rescata estas miradas, que van enmudeciéndose al verse poco a poco desprovistas de sus significativas carpinterías de madera, que aparecen ahora amontonadas junto a los contenedores de basura, y que provocan, que junto a ellas, el carácter del barrio también se desvanezca.
El resultado es un taller donde se enseña y se aprende continuamente, un lugar de experimentación, reflexión e intercambio.
Un espacio donde la arquitectura se trabaja artesanalmente, en todas sus escalas, a fuego lento, con atención y con detalle.