Inauguramos TRIBUna DESIGN, nuestra sección abierta a la opinión. Hoy, con Marcel Benedito.
diarioDESIGN inaugura una nueva sección abierta a la opinión: TRIBUna DESIGN. Un espacio en el que serán protagonistas todos aquellos profesionales y amantes del diseño que tienen cosas que aportar, proponer, debatir, analizar, valorar, desmontar, criticar… Siempre, desde un ángulo creativo, lúcido y muy, muy personal. Un espacio poliédrico al que (pensamos) valdrá la pena echar un ojo para seguir la actualidad del mundo del diseño, el interiorismo y la arquitectura desde otras perspectivas: las de nuestros invitados. Todos tendrán cosas que decir.
TRIBUna DESIGN inicia su andadura con la reflexión de Marcel Benedito, periodista especializado en diseño y arquitectura, director de la revista Casa Viva desde hace más de una década y buen conocedor de Internet. Un divertido apunte que analiza las barreras y la dificultad de universalizar el mensaje del diseño.
Hablar de diseño en tierra hostil
Por Marcel Benedito
¿Habéis visto “En tierra hostil”? Creo que le dieron un Oscar el año pasado. El protagonista es un experto en desactivación de explosivos que, en el momento en que se licencia encuentra que la vida carece de sabor y decide volver a primera línea de fuego, a por su dosis diaria de adrenalina.
Así me veo yo (aunque de valentía, cero) cuando después de dedicar más de quince años al periodismo de diseño y arquitectura, me siento a escribir un libro y no se me ocurre otra cosa que hacerlo sobre diseño de interiores y pensando en el público en general. No en los profesionales o apasionados por el diseño, que son un auditorio agradecido, no. En la gente de la calle. Esa que alumbra sus casas con lamparitas imposibles y muebles de melamina y que opina que las sillas de diseño son, esencialmente, incómodas. Como me va la marcha, me planto en tierra hostil al diseño (este país, en general) a lanzar la buena nueva con mi libro.
¿Resultado uno? Ciento sesenta páginas de diatribas contra el mal gusto y la deteriorada cultura de la casa con argumentos históricos, curiosidades de arquitecto jubilado y comentarios cachondos recogidos en los duros años de profesión. Y un poco de mala leche. Para que os hagáis una idea del calibre de mi insensatez sólo os diré que, enfebrecido por el amor al diseño y a la verdad, en el capítulo tres me atrevo a afirmar que el Feng shui es una solemne chorrada. Anatema.
¿Resultado dos? No encuentro editor. Pero como mi ego es tan ingenuo como monstruoso decido editarlo yo mismo y, dicho y hecho, (¡pam!) lo pongo en las librerías. Recibo buenas críticas de gente que me aprecia (en primer lugar) y de gente que aprecia el diseño (en segundo). Pero la señora de la lamparita de latón sigue sin enterarse, lo cual me mosquea seriamente. ¿Cómo llegar a la masa crítica de público y obligarles a abrir los ojos? No tengo ni idea -me digo a mí mismo-, asumiendo el desafío como una misión en vida.
De modo que, como el artificiero del principio, ya estoy dándole al coco sobre mi próxima obra. Se llamará (no se lo digáis a nadie porque es secreto): “¿Por qué los hombres se dejan la tapa del váter abierta y las mujeres no saben cambiar una bombilla”” (ingenioso, ¿verdad?) y será una auténtica trampa para incautos. Esta vez lo disfrazaré de libro de autoayuda para que la gente pique creyendo que van a salvar su matrimonio y su trabajo mediante la decoración, y cuando estén confiados, zas, les largaré mi discurso sobre lo buenos que son losdiseñadores de interior de este país y por qué lo que no es diseño, básicamente, es una caca.
