Esta moderna rehabilitación de una masía ha conseguido mantener su esencia centenaria.
El estudio de arquitectura liderado por Llorenç Vallribera y Aleix Gil, Vallribera Arquitectes, acaba de finalizar su proyecto 108ERA, una rehabilitación de una masía en Granera, un municipio de la provincia de Barcelona. Allí, los arquitectos han recuperado una construcción centenaria, que sus propietarios pueden disfrutar junto a su familia.
Una masía ‘escondida’ de la calle
La rehabilitación de una masía de más de cien años de antigüedad no es un proyecto que un arquitecto se tome a la ligera. En especial, si se trata de una construcción aislada, y que necesita adecuarse a las necesidades de la vida actual.
La casa se sitúa de espaldas a la calle y semienterrada, con acceso bajo la pérgola que recoge la fachada sur. Esta zona hace las veces de terraza pavimentada, y se vuelve verde bajo la gran encina que esconde el huerto y que se comunica con el bosque situado más abajo.
Desdibujando límites entre interior y exterior
La intervención en esta masía respeta los muros de carga originales que dividen la casa en tres espacios separados e independientes, desnudándolos de sus acabados originales y abriendo en ellos los pasos necesarios para los nuevos usos. Entre ellos, las tres nuevas aberturas realizadas en la planta baja de la fachada sur, que diluyen límites entre interior y exterior. «La estancia, la ventana balconera, la sombra de la pérgola y el paisaje son ahora lo mismo», cuentan los arquitectos, que han logrado cambiar radicalmente la funcionalidad del edificio.
«Cuando se construyeron las masías, esta idea no existía. La tecnología no permitía cristales grandes, ni aislamientos, ni instalaciones eficientes que calentaran», señalan los arquitectos. En el límite entre interior y exterior, la barbacoa y la chimenea; las protagonistas de una suerte de umbral donde la familia se encuentra los fines de semana.
Un programa perfectamente ordenado
Las estancias que quedan entre los muros cumplen distintas funciones. La cocina y el comedor, en la parte más cercana a la entrada a la parcela; el acceso con la escalera original y un baño, en el centro; y la sala de estar en la zona más tranquila.
Reservada para la zona de noche, la primera planta mantiene la distribución original. Por un lado, la habitación principal en suite con galería en un extremo y por otro, las destinadas a los hijos con un baño, en el lado opuesto. En el centro hay otra habitación, mientras que la escalera y una sala de juegos abierta hacen de distribuidor y paso entre muros.
Muros de piedra al interior, una de las claves de la rehabilitación de esta masía
Con entre 50 y 70 cm de espesor, los muros de piedra visten un interior que conserva las vigas originales enyesadas y pintadas de blanco. Estos muros regulan la temperatura de la casa, con una inercia y buena orientación que la mantiene aislada en invierno y fresca en verano.
Para evitar las filtraciones, la fachada norte, medio enterrada en el terreno, se trasdosa, aislándose la solera y la cubierta, y sustituyéndose las carpinterías. Además, la glicina que colonizará la pérgola, las persianas alicantinas y las contraventanas de madera garantiza el buen control solar.
Una intervención sostenible
«Hemos tratado de adecuar el edificio a su entorno optimizando el uso de recursos inmediatos», cuentan desde Vallribera Arquitectes. Se restauraron los muros con piedra local y se revistieron con mortero y pinturas de cal, y las instalaciones se han ideado para ser autosuficientes. El agua caliente y la calefacción se alimentan con una caldera de biomasa y se deja la previsión para las placas solares. Ademas, se ha recuperado un antiguo pozo natural con agua potable situado bajo la casa. Y para que el ciclo del agua tenga continuidad, se ha acondicionado la cubierta para recoger el agua de la lluvia y canalizarla hasta un depósito. Así, no hay un gasto añadido para regar el huerto, y las aguas residuales se tratan y filtran en el terreno.
Fotografía: José Hevia