Vora devuelve el esplendor a Vallirana 47, un diamante en el Putxet.
El estudio de arquitectura catalán reforma 5 viviendas de un antiguo edificio en el barrio de El Farró, Barcelona. La sensibilidad de los arquitectos y la superposición de materiales nuevos y preexistentes retornan el brillo al pequeño inmueble.
Un diamante en bruto
Construido en 1923, Vallirana 47 es un edificio anónimo y discreto. Su valor no radica en ninguna singularidad, sino en el sentido de continuidad de una época. En su interior, las viviendas presentaban una distribución convencional de pasillo y estancias pequeñas. Pero, a pesar de ello, contaban con valiosos elementos de origen. Los pavimentos, por ejemplo, eran de mosaico hidráulico. Las molduras de escayola estaban presentes en algunos techos. Las puertas y ventanas eran altas y de madera pintada. Todo ello hacía de estas viviendas en una mina de tesoros difíciles de encontrar hoy en día que, afortunadamente, el estudio Vora arquitectura ha sabido reconocer y preservar en su proyecto.
Un híbrido de superposiciones
El estudio liderado por Pere Buil y Toni Ribas recorrió a experiencias previas (como la intervención, conservación y preservación de Pontejos) para recuperar y hacer evolucionar algunos conceptos de este proyecto; y dieron un paso más allá en las estrategias de aprovechamiento y transformación de preexistencias ensayadas en obras anteriores. De esta manera, han llevado la actuación a un nivel de mestizaje entre lo nuevo y lo viejo al que no habían llegado hasta entonces. Los recursos de Vallirana 47 han sido fuente de inspiración, tanto de manera continuista como disruptiva, con una actitud respetuosa y a la vez lúdica.
Distribución
Ahora el nuevo orden espacial se superpone al existente mediante la fricción y el desplazamiento. Los pavimentos y techos respetan la jerarquía de los espacios originales. Mientras que, a pesar de la profunda intervención sobre los tabiques, se guarda parte de esta memoria que rige y ordena todo el proyecto de Vallirana 47.
Materiales de origen
Los nuevos materiales se cruzan y mezclan con los preexistentes, que se han recuperado a través de los detalles, los encuentros y los motivos gráficos. Se han reciclado muchos elementos del propio edificio, manteniendo su atmósfera original. Esta aproximación atmosférica, y a la vez sensual, queda incorporada en el proyecto como una herramienta más, que modula los espacios formando una masa que empasta perfectamente. Lo de aquella época y lo ésta se activa con total naturalidad.
Se construye una densidad de múltiples capas de percepción e información en los interiores, que aporta complejidad y vibración. A su vez, los arquitectos dotan el espacio de un confort visual deliberadamente alejado de las superficies lisas y anónimas, para que los futuros inquilinos se sientan como en casa desde el primer día.
El proyecto Vallirana 47 ha sido reconocido con numerosas distinciones. Entre ellas, fue seleccionado con en los Premios FAD 2019 y obtuvo una mención en la XVIII edición del Premio Cerámica de ASCER.
Fotos: Adriá Goula