Capilla Sacromonte, arquitectura religiosa al servicio de la naturaleza.
¿Cómo deberían ser los espacios sagrados del siglo XXI? El estudio MAPA reflexiona sobre el espacio, las construcciones y la energía en un proyecto ubicado en Uruguay.
Situado en la Sierra de Carape, en el Departamento de Maldonado, cerca de Pueblo Edén – uno de los secretos más bellos de Uruguay – se encuentra la Capilla Sacromonte, un ejercicio de arquitectura que se funde con el entorno elevando la experiencia sensorial a un nuevo nivel. Un proyecto que evoca a la quizás más primitiva de las arquitecturas: aquella que aúna el paisaje y la humanidad con lo eterno.
Su construcción forma parte del complejo Sacromonte Landscape Hotel. Trece bungalows prefabricados en medio de un viñedo y la pequeña capilla de madera dedicada a la Virgen de La Carrodilla – la patrona de los enólogos – construida en uno de los puntos más altos y despejados del terreno.
En un escenario rodeado también de lagunas, cerros y refugios, la Capilla de Sacromonte se concibe como “un amplificador de paisaje”, explican desde el estudio, formado por arquitectos uruguayos y brasileños. Un paisaje que definen como “un campo de fuerzas relacionales, de antiguas intensidades y nuevos impulsos que coexisten en una nueva entidad inédita”.
El diseño del edificio, por tanto, busca provocar una tensión calmada entre peso y levedad, presencia y desaparición, tecnología y naturaleza. Un mensaje potente usando, a su vez, la menor cantidad de recursos posibles.
La edificación es también prefabricada. De hecho, fue transportada desde Portugal. Está formada por una estructura exterior compuesta por dos planos de madera de 9 x 6 metros los cuales descansan el uno sobre el otro sin llegar a tocarse, en una forma que recuerda la posición de las manos durante el rezo.
El interior, de escasos 27 metros cuadrados, ofrece protección y refugio a la Virgen dentro de una caja negra que atraviesa la estructura rompiendo la simetría “en un acto transcendental”. La luz entra en su cara posterior a través de una lámina de ónix translúcida.
El hecho de que ambos planos no se toquen pretende, por su parte, diluir los límites entre interior y exterior, creando un espacio que sea parte del entorno al mismo tiempo.
La ambigüedad del ámbito espacial se completa con una cruz anclada en una roca cercana a la capilla.
El resultado es un golpe de efecto enigmático que deje a los visitantes con más preguntas que respuestas.
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Fotografía: Leonardo Finotti y Tali Kimelman
Fotografía desde el dron: Fabián Sarubbi