La pedagogía Waldorf-Steiner hecha edificio.
En Bellaterra, muy cerca de Barcelona, la nueva escuela Waldorf "El Til-ler" –El Tilo– propone una expresión espacial contemporánea de la pedagogía Waldorf-Steiner.
Los autores, los arquitectos Ignasi Rius y Daniel Tigges, y el estudio Eduard Balcells Arquitectura+Urbanismo+Paisaje han apostado por un proyecto que se adapta a la topografía circundante. Dispuesta a lo largo de una rambla zigzagueante, que desemboca en una plaza abierta al paisaje, la escuela abre excepcionales vistas al Vallès y la sierra de Collserola.
El emplazamiento, cerca de la cima de la única colina de la urbanización, junto al río principal y muy cerca del bosque, resulta perfecto para desarrollar la pedagogía Waldorf, que considera primordial en contacto de los niños con la naturaleza.
Arquitectura del reciclaje
Además del nuevo edificio, se han reciclado otros cinco procedentes de otros dos solares ocupados anteriormente por la escuela en Bellaterra. Desmontados de su ubicación original, se han transportado al nuevo emplazamiento, donde se han reconstruido. La nueva configuración se adapta por completo a las condiciones del nuevo solar, con su topografía, soleamiento, visuales, accesos y vegetación.
Con las aulas de educación infantil y los espacios comunes en su interior, el nuevo edificio libera la planta de pilares para concentrarlos en el perímetro. De esta forma, se generan unos contrafuertes entre los que aparecen alcobas, entendiendo por ellas un espacio dentro de otro.
La fachada habitada
La fachada abandona su carácter bidimensional para convertirse en un espacio habitado. El aula se convierte en una casa, y la escuela en un pequeño pueblo sobre una colina. Con bancos, estantes, armarios y mesas en su interior, cada alcoba queda rodeada por un marco que genera una matriz estable, ajustándose a las necesidades programáticas y pedagógicas de los espacios interiores. Ésta ordena y pauta la fachada, reduciendo visualmente la escala del edificio a una más cercana al tamaño de los niños.
Para que las dos plantas tengan cuatro fachadas, se construyen taludes verdes alrededor del edificio. Además de proporcionar un aspecto más natural, evitan la aparición de muros de contención. Hacia la rambla, el edificio toma una escala más urbana, mostrando las dos plantas en su totalidad.
Hacia el patio de educación infantil, en cambio, el nuevo edificio se muestra como un volumen de sólo una altura, reduciendo visualmente una escala que se asemeja a la de los niños. A cada aula se accede por pequeños puentes que albergan espacios para actividades al aire libre. Estos se acabaran cubriendo en forma de porches en una fase posterior. La malla metálica que hace de barandilla será invadida por plantas trepadoras y arbustos, transformándose en una barandilla vegetal.
Secuencia espacial
En el interior, el acceso a cada aula se ha diseñado a través de una transición espacial gradual. Desde la rambla se baja o sube al patio propio de cada edad, atravesando un porche y un recibidor para, finalmente, acceder al aula.
Mientras que la planta baja, con acceso directo desde la rambla, se reserva para espacios comunes como la secretaría, los despachos, la sala de euritmia (un espacio diáfano parecido a gimnasio) y la biblioteca; la primera se ocupa con el aulario de educación infantil.
La «mesa de estación», el elemento más singular de la pedagogía Waldorf, organiza las nuevas aulas de educación infantil. Este pequeño altar, donde se explican los ciclos de la naturaleza, se sitúa focalmente en una alcoba que proporciona una luz natural singular, lateral, reflejada y difusa.
En la sala de auritmia, y para favorecer la concentración, las alcobas están ocupadas por ventanas bajas, que proporcionan privacidad respecto a la actividad de la rambla. Entre los contrafuertes estructurales se integran bancos-baúles.
Fotografía: Adriá Goula