El loft industrial neoyorquino en su estado más puro.
El proyecto ha sido bautizado Bed-Stuy Loft. Combina un diseño sobrio y elegante con materiales en bruto, colores tenues y una gran luminosidad.
Los diseñadores han incorporado nuevos elementos arquitectónicos a la planta diáfana existente, generando una sucesión de espacios interconectados pero independientes. Acero visto, madera contrachapada sin procesar o mallas metálicas recorren el espacio del loft, ocultando y mostrando distintas estancias donde el usuario puede vivir, trabajar o dormir.
Respeto por las preexistencias
Los nuevos elementos conviven en armonía con los dos grandes pilares existentes, que pasan a formar parte de ellos. Hecho a medida, el mobiliario envuelve la estructura, reproduciendo su forma a una prudencial distancia. Se crea así un juego de contrastes entre lo nuevo y lo viejo, lo pulido y lo rugoso, lo ligero y lo pesado, etc. Un entorno liviano y continuo, que lleno de luz amplifica el espacio.
El blanco de paredes y techo se combina con el patrón de madera que cubre los suelos y algunos paramentos verticales.
Revestida también de madera, la cocina se ha personalizado al máximo. Mediante muebles lacados en verde y tuberías de cobre convertidas en originales objetos decorativos. Además, todas las instalaciones se han mantenido vistas. Se potencia así el carácter industrial del espacio.
La intervención aprovecha la gran altura libre del local para distribuir el programa en dos niveles. Con el área vividera en la planta baja, la superior se ha utilizado para albergar el dormitorio y un pequeño vestidor.
En las paredes interiores se han abierto huecos puntuales que permiten la entrada de luz natural a todos los rincones de la casa y enmarcan las vistas.
La zona de noche queda delimitada por un peto de chapa blanca perforada. Proporciona intimidad al mismo tiempo que mantiene conectados los dos niveles.
Fotografía: Michael Vahrenwald