La Portería de Paula Bonet en el barrio de Gràcia.
Paula nos cuenta cómo empezó todo: «La Portería surgió al ver que mi casa-estudio se me quedaba pequeña, y que cada vez necesitaba con más urgencia trabajar técnicas como el aguafuerte o el aguatinta. Los últimos dos años he estado viajando con frecuencia al Taller99 de Santiago de Chile (empecé a frecuentarlo en 2001) o alquilando por días el Taller Manera Negra de Barcelona. Empezaba a necesitar un espacio propio.»
La pintora cogía el ascensor y veía la desaprovechada antigua portería de su edificio. Un espacio muy reducido, que se usaba para guardar los productos de limpieza de la comunidad. Aquel lugar pedía a gritos una intervención y un nuevo uso. Y fue entonces cuando entraron en juego el interiorista Josep Ruà, y Viki Drago. Paula nos cuenta que conoció a Viki el año 2003, en Bellas Artes, justamente en un taller de xilografía. Ella se acaba de mudar a Barcelona y traía consigo una prensa que enseguida se ofreció a traer al taller.
La Portería se ubica en la planta baja de un edificio modernista en el barrio barcelonés de Gràcia, cuya entrada de carruaje da la bienvenida a tan solemne y típica edificación. Esta antigua vivienda cuenta con unos escasos 30 metros cuadrados de planta y techos altos, coronados con la tradicional volta catalana y rematada por un suelo hidráulico. Los años 60 fueron los últimos en dejar huella. Reflejo de ello, el papel pintado de la pared. Como si de un personaje de la película Todo sobre mi madre de Pedro Almodóvar se tratara. Película rodada en el mismo barrio, por cierto.
La idea inicial era adaptar este pequeño espacio a la actividad de pintura y grabado. Conservando eso sí los dispares elementos más característicos del mismo en los que el tiempo ha ido imprimiendo su huella. Paula Bonet se imaginaba un par de mesas, una cubeta y el caballete, todo de manera destartalada.
Pero Josep Ruà, interiorista amigo de la artista, enseguida vió que los escasos metros de la portería exigían de una racionalización del espacio. Los procesos técnicos que se iban a desarrollar marcaron la distribución de las funciones en el taller.
Primero las paredes pasaron por la piqueta y por las manos de novios, amigos, clienta y el propio interiorista. Posteriormente, se recuperó y dio vida al ladrillo macizo, las vigas y el hidráulico. Se tiró la pared que separaba el espacio en dos y se hizo una buena instalación eléctrica.
Se dejó una pared con el empapelado de origen, en las otras se arrancó y se dejaron restos. De esta manera, no se perdía la premisa «destartalada» inicial, pero se daba un equilibrio a la composición espacial.
Luego vendría el personaje principal, la mesa de trabajo. Normalmente en los talleres de grabado se dispone de varias mesas repartidas por la estancia. Sin embargo aquí se optó por una mesa alargada. Un reflejo como bien define Paula “del trabajo en cadena que requiere el proceso de grabado»: desde la idea inicial, pasando por el dibujo, la cubeta con ácidos integrada en la mesa y acabando en el tórculo.
Esta mesa central era accesible por todo su perímetro. Luego llegó un monstruo de tórculo de 420 kg, que desplazó al más pequeño y la mesa pasó de ser central a ponerse en un lateral.
Los materiales empleados en la reforma son todo materiales naturales, sencillos e integrados con el entorno. Ejemplo de ello, el sobre de mesa de hormigón con estructura de hierro. Materiales que enfatizan esa atmósfera bohemia y natural que tienen los espacios elegantemente decadentes. El resto son maderas reutilizadas y objetos recuperados del rastro.
La Portería se trata de un espacio privado para desarrollar los proyectos personales de la artista.