21 mesetas y 7 volúmenes para narrar la historia de una familia.
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La construcción original – en la que había vivido varias generaciones de una misma familia – estaba formada por la suma de diferentes actuaciones realizadas en momentos distintos y con sistemas constructivos también variados.
Todas estas estancias narraban la historia de esta varias generaciones, por lo que era fundamental conservar la estructura, los espacios, los usos, el jardín y los recuerdos, mostrándolos de una manera unitaria y renovada.
La nueva capa añadida a la historia de esta vivienda utiliza siete nuevos volúmenes para alojar las antiguas construcciones y las necesidades actuales.
Se proyecta así un edificio que aglutina de pequeñas piezas que dibujan patios y acotan las zonas, como lo hace la arquitectura tradicional mediterránea.
El interior respeta los seminiveles originales, creando a través de 21 ‘mesetas’, una gran heterogeneidad espacial con estancias con variadas superficies y alturas.
El mobiliario es escaso, en tonos neutros o negro, y contrasta suavemente con la arquitectura interior y exterior de la casa. La iluminación es principalmente arquitectónica.
La estructura portante de la vivienda primitiva se aloja en el interior del mobiliario, que comparte la misma tonalidad gris que los troncos de alguna de las especies que se pueden encontrar en el jardín. El color dominante en el exterior y el interior es el blanco combinado con gris cemento; como si un manto hubiese recubierto y arropado las antiguas construcciones de la propiedad.
En algunos de los patios aparece el azul del agua de las piscinas, y al fondo, el verde de los pinos mediterráneos.
La casa se teje tanto entre los árboles como entre los buenos recuerdos que habitan este pinar.
Fotografías: © Fernando Guerra