Jordi Ginabreda amplía la magia del restaurante La Bona Sort.
Entonces, el estudio de Jordi Ginabreda se encargó de convertir las antiguas cuadras en el comedor para un restaurante de tapas. Pero puesto que la planta baja del edifico aún conservaba las características de un hostal típico, como un altillo y un gran patio, las posibilidades de ampliar el proyecto quedaron abiertas.
Y eso es lo que ha hecho ahora el tándem que forman los propietarios del restaurante y el interiorista catalán. Han expandido la buena suerte hacia el patio convirtiéndolo en una gran terraza exterior semicubierta. Y han tenido ‘la buena suerte’ de que es proyecto haya sido uno de los finalistas del reputado premio Restaurant and Bars Design Awards, que se fallará el próximo 7 de julio en Londres.
La intervención, lógicamente, mantiene el mismo objetivo: invitar a los clientes a realizar un viaje al presente partiendo de la historia del lugar. El resultado es un ambiente mágico dotado de una apariencia antigua pero con una intervención concreta muy audaz que le permite al restaurante afrontar el futuro con los deberes hechos.
Como contábamos en aquel post, toda esta zona del edificio se caracteriza por muros y arcos de piedra del siglo XVI, que tanto en la primera intervención como en la de ahora tuvieron que ser limpiados a fondo después de décadas de abandono.
El acceso al patio desde el comedor se realiza a través de un enorme arco de ladrillo visto que franquea la entrada a una terraza descubierta que cuenta con tres porches, los cuales proporcionan las zonas abrigadas del patio.
Cada porche cuenta con una identidad propia, si bien los tres comparten el mismo vocabulario, ya no sólo a través de las paredes y los arcos sino también mediante el pavimento que unifica visualmente las distintas zonas cubiertas y descubiertas que conforman los 300 metros cuadrados de terraza exterior.
El primer porche es el antiguo acceso desde la calle. Tiene forma de pasadizo cubierto y es visible desde el exterior. Sus paredes han sido revestidas con la misma madera de roble envejecido que cubre el comedor principal con el objetivo de vincularlos visualmente. De cara a otorgarle un eco de años de clausura y humedad, musgos y líquenes crecen en las paredes. Por otra parte, la tenue iluminación y la inclusión de lámparas Jieldé, desvencijadas y recicladas, completan “el diálogo con el pasado y el paso del tiempo”, describe el estudio.
Al fondo de la terraza, el patio se abre hacia dos porches más. Uno de ellos explota al máximo el concepto de años de abandono. Musgos y líquenes crecen sin control hasta ocupar totalmente una de sus paredes y colgar del techo salvajemente. Este espacio se completa con un banco perimetral en madera envejecida.
El tercer porche es el que cuenta con la intervención más atrevida de todo el conjunto. Ubicado en los antiguos almacenes, han aprovechado las sogas del techo con las solían fijar los equipajes y los cargamentos a los carruajes para formar una textura que permite diferenciar el lugar a la vez que oculta las instalaciones.
Por otra parte, el espacio que antes albergaba las cajas que contenían las cargas y mercancías de los viajantes ahora ha sido sustituido por dos grandes contenedores que funcionan como reservados del restaurante al albergar en su interior dos bancos y una mesa. Hechos en madera de abeto y lacados en azul mate, parece que floten y “ayudan a modular el espacio”.
Si bien este elemento es el protagonista que permite dirigir al proyecto al tiempo presente, no es el único. Ginabreda incorpora el lenguaje de hoy en día con la elección del mobiliario y la iluminación.
La mezcla heterogénea de sillas actuales de distintos colores y mesas con diversos acabados “contribuye a enfatizar el espíritu abigarrado de una antigua taberna de trabajadores”. En cuanto a la iluminación destacamos los apliques Disc and Sphere Wall Light de Areti que iluminan los reservados y la lámpara de pie Switch On de Lambert.
Fotos: Marcela Grassi
Tapas Bona Sort
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Barcelona
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