La Conservera de Russafa, para viajar a Portugal sin salir de Valencia.
Portugal es un país sorprendente e inesperado, de gran riqueza cultural. Quizás por ser más conservadores que nosotros, los portugueses han sabido mantener el pequeño comercio y los oficios e industrias tradicionales. Lisboa ha experimentado un proceso curioso, lo que hace años podía parecernos decadente o incluso algo ‘cutre’ ahora resulta cálido y solemne; emotivamente muy cercano y reconfortante, como el fado, el barrio de Alfama, la riqueza del océano Atlántico…
Laura nos cuenta que éste es el concepto y la esencia que han querido transmitir en La Conservera, resumiéndolo todo en una lata.
En este local del barrio de Russafa se encontraba la Pescadería Pepe, una pescadería de barrio que tras 40 años en activo cerraba por jubilación. Un espacio perfecto donde ubicar el proyecto y poder dejar viva la esencia del lugar. La Pescadería Pepe se reconvertía pero no desaparecía.
Para ello se han recuperado todos aquellos materiales y objetos que nos recuerdan que nos encontramos en una antigua pescadería. El mostrador de mármol donde antes se exponía el pescado fresco recién llegado de la lonja, el peso, el azulejo que revestía las paredes, el pavimento y el antiguo cartel luminoso que indicaba en la calle que allí se encontraba la Pescadería Pepe.
Acompañado de materiales industriales como las estanterías de hierro galvanizado, la puerta de entrada de estructura metálica y vidrio, las farolas que alumbran el espacio, el mármol del mostrador y de las mesas, todo nos evoca a esas fábricas donde las mujeres conserveras trabajan el pescado.
Y si esto lo conjugaron con materiales cálidos como el mimbre de las lámparas, la anea de las sillas, el esparto de las cestas, las guirnaldas de luces de colores y las redes de pesca, lo que podía ser un lugar frío se convierte en un lugar cálido y acogedor, que nos traslada a ese puerto donde mujeres y hombres recogiendo el pescado con sus cestas se preparan para una fiesta rodeados de luces de colores al caer el sol.
Dos elementos importantes a destacar en el proyecto son la marca, realizada por estudio Estándar, y el collage, realizado por Cortarcabezas.
Los componentes de Estándar indagaron en la historia del lugar y rescataron las tarjetas originales de la pescadería. Descubrieron que la tipografía que aparecía en aquellas antiguas tarjetas era la Blanchard creada por Joan Trochut-Blanchard en los años 50. En ese momento y siguiendo la filosofía del proyecto de dejar viva la esencia del lugar, decidieron abandonar todo el proceso gráfico que tenían hasta entonces para centrarse en rescatar y actualizar la identidad de la antigua pescadería Pepe, creando así la imagen de La Conservera, imagen que vuelve a evocarnos a la filosofía que inunda todo el proyecto, nutrirse de los orígenes.
El collage de imágenes de Cortarcabezas inunda una de las paredes de La Conservera y nos transporta directamente al mar y a todo el mundo que allí encontramos a través de recortes de fragmentos del pasado.
En cuanto a lo que allí ofrecen, hay latas de conserva de muchas variedades, bañadas por el famoso vinho verde portugués y presentadas en las deliciosas piezas cerámicas de Bordallo Pinheiro.
Si por algo se caracteriza el país luso en su producción de conservas, es por la gran variedad de sabores, salsas y especies de pescados que trabajan: trucha, salmón, caballa, sardina, atún, anguila… Cada uno de ellos en múltiples posibilidades: ahumados, en aceite, picantes, con especias, etc. Todo realizado mediante un proceso de trabajo manual y tradicional junto con envoltorios cuidados y que siguen evocando a esa presencia del pasado.
Todos estos elementos hacen de la Conservera un lugar donde la vuelta a lo natural, el valor de un producto honesto (como lo es la conserva tradicional), el olor a mar y la importancia del trabajo manual están presentes en cada rincón, logrando transportar al visitante a los mares de Portugal sin salir de Valencia.
Fotos de Sara Azorín y Paula G. Furió.
La Conservera
Literato Azorín, 18
Ruzafa Valencia