Josep Lluis Mateo idea una burbuja lúdica en el Centro Cultural de Castelo Branco, en Portugal.
El nuevo Centro Cultural, construido en una segunda fase pero planteado desde el inicio, flota suspendido por dos pies sobre la plaza, como un puente volado, liberando así en la base una pista de patinaje sobre hielo cubierta, que confiere continuidad al gran espacio público, una plaza previamente remodelada por Mateo Arquitectura. El nuevo Centro es un complemento más de la plaza y enlaza con la tradición portuguesa del patinaje y el clima continental y frío.
Con una fachada de madera, la opuesta de hormigón armado y recubierto de zinc en la parte suspendida, es una burbuja de actividad, una cubierta y un suelo que flota sobre el terreno relacionando la secuencia urbana, la plaza y el parque.
Bajando a través de una de las rampas generadas por los pliegues del pavimento de la plaza Largo da Devesa, encontramos la entrada principal al Centro Cultural de Castelo Branco. Avanzando hacia su entrada principal, nos mira desde arriba la gran fachada de lamas de madera, suspendidas en el aire y abatibles en una de sus partes para regular la entrada de luz.
En este descenso, se llega a la recepción, ubicada bajo el nivel del suelo y antesala de una gran sala de exposiciones. En esta planta, además, se aloja la zona administrativa. En el interior de la obra la planta baja es sólo un espacio de transición que nos conecta con las plantas más elevadas del mismo. Sin embargo, en el exterior, esta planta es la muestra evidente de la conexión entre plaza y centro cultural, acogiendo una pista de hielo que recorre la extensión del edificio de extremo a extremo y que interactua directamente con su entorno convirtiéndose en un foco de actividad. Es un espacio exterior que genera movimiento, color, luz en la noche, música.
Distintos lucernarios aprovechan esta apertura al nivel del suelo para dotar de luz la planta subterránea, creando así un ambiente luminoso y cálido al mismo tiempo. Volvemos al interior desde otra entrada ubicada en la planta baja, bajo la fachada de madera.
En los niveles más altos nos encontramos con el auditorio y una sala de exposiciones que, gracias a su mimetización con la estructura del edifico, se disponen en una doble altura. En un extremo la sala de exposiciones, que ocupa las plantas primera y segunda con una rampa que cambia de nivel acompañando a la estructura del edificio. De esta forma, el visitante tiene una visión global más amplia, de conjunto, del espacio.
Al otro lado, el auditorio también se amolda de una forma natural a la curvatura del edificio para la disposición de las butacas. Todo en negro, contrastando con los tonos más claros del escenario, para centrar la atención en el mismo.
Por último, desde la parte superior se goza de unas inmejorables vistas Castelo Branco, incluido el castillo que da nombre a la ciudad. La cubierta, que esconde toda la maquinaria, se abre sobre la sala de exposiciones en un gran lucernario para aportar luz a la misma.
Fotos de Adrià Goula
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