9 módulos habitacionales en el centro de Barcelona.
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La gran calidad de los espacios y acabados interiores de la finca, con origen en el siglo XIX, y la premisa de reducir los costes al mínimo, hizo que la intervención se centrara casi exclusivamente en retirar los elementos añadidos, devolviendo a sus estancias su aspecto y dignidad original.
El nuevo programa se superpone a los espacios preexistentes, tratando de no alterar las estancias más nobles de la casa. Las cocinas y baños de cada uno de los apartamentos se plantean como grandes elementos de mobiliario que respetan y permiten seguir leyendo la configuración del edificio original.
Respetando y conservando los suelos y techos existentes, la intervención dota de autonomía a estas nuevas piezas, que se presentan como artefactos o microarquitecturas que habitan el antiguo edificio, habilitándolo para un nuevo uso. Con todos los servicios alojados en su interior, éstas aportan la necesaria escala doméstica, generando interesantes y cambiantes experiencias espaciales.
Diseñados a medida, los nueve módulos surgen de las necesidades específicas de cada uno de los nueve apartamentos. Una nueva distribución de espacios y usos, para la que se emplea un solo material: el tablero contrachapado de espruz de baja densidad, utilizado normalmente en el embalaje y transporte de maquinaria industrial.
«La serie Stacked Hotel Room, de los artistas Adam Dade y Sonya Hanney, ejemplifica esta voluntad de diálogo entre el marco espacial y los nuevos módulos dotacionales que tienen en la estrategia de la compacidad su principal aliado para obtener la deseada autonomía» señalan los autores de la intervención.
A nivel cromático, el proyecto apuesta por una muy discreta puesta en escena, con el gris piedra dominando paredes, techos y textiles. Una base uniforme sobre la que destacan la calidez de la madera de espruz y el pavimento de baldosa hidráulica original, recuperado a través de un proceso de pulido y encerado.
Junto al cuidado diseño de iluminación, que combina la luz LED con la lámpara Funiculi y el aplique espejito –ambos de Marset–, se ha optado por dotar de fuerte identidad a las instalaciones. Un anillo de bandeja ‘deployé’ recorre todas las zonas comunes, dotando de ritmo las zonas de circulación y transformando las normalmente ocultas tripas tecnológicas en un elemento cualificador y caracterizador del nuevo espacio.
Fotografía: José Hevia