Tomás López Amat ilumina y flexibiliza un piso de los ’70 en Barcelona.
El nuevo planteamiento anhela asumir la totalidad del espacio como una unidad transformable en su uso cotidiano y abierta a posibles cambios con el devenir del tiempo, facilitando que éstos puedan ser llevados a cabo, en un futuro, de manera sencilla.
Mediante la eliminación del antiguo recibidor y pasillo de acceso, así como de diversas divisiones entre los espacios de servicio (cocina y lavadero o baño y distribuidor) se consigue inundar de luz natural todo el habitáculo.
El gran balcón exterior se desdibuja del original, tanto en su función como en sus propios límites. Mediante la eliminación de los antepechos opacos, la supresión de otros cerramientos y la instalación de un nuevo pavimento de madera en dicho balcón, que desborda hacia el interior y procura un efecto de continuidad con el exterior a través del nuevo intersticio.
De éste modo se consiguen ampliar considerablemente las zonas comunes y obtener una nueva calificación espacial gracias a la secuencia de franjas y usos que ahora discurren sutilmente a través de la vivienda.
Se ha puesto especial empeño en la correcta ejecución de soluciones primarias, como por ejemplo el hecho de que casi la totalidad de la construcción se ha realizado mediante tecnologías en seco, que ofrecen economía tanto en los acabados como en los solapes, para así conseguir la sensación de estar entre paneles que algunos se deslizan y otros no.
Estos planos alojan entre sí contenedores de almacenamiento para los distintos utensilios, así como estanterías o módulos de cajones dispuestos todos en un orden lógico para ofrecer el mayor confort posible.
Destaca como elemento característico las estanterías de chapa de hierro que aprovechan la regularización y nueva continuidad en paredes, obtenida mediante placas de cartón-yeso, para convertirse, a modo de nichos horizontales o ventanas ciegas, en hechos arquitectónicos sumatorios a los nuevos parámetros de percepción.
Otros dos factores clave tenidos muy en cuenta durante el proceso proyectual han sido la iluminación de la vivienda; tanto la natural, que ahora llega a todos los rincones, como la artificial.
El diseño de ésta última se ha planteado mediante unos pocos elementos lineales, fuentes de luz LED, alojados estratégicamente en las zonas de servicio (baño, cocina y lavadero) y en el dormitorio con el objetivo de ofrecer una distinta percepción del espacio durante el día o la noche, así como una controlada dramatización del mismo.
La luz LED se combina con otro tipo de luminarias, de carácter más doméstico, capaces de focalizar la atención puntualmente según las necesidades y usos del habitante.
Destaca la capacidad transformacional del espacio a partir de un cuerpo central que esconde y aísla un bajante comunitario preexistente. Éste nuevo núcleo aglutina toda una serie de planos deslizantes cuya combinatoria ofrece múltiples posibilidades. El otro elemento destacable es la configuración del volumen de la isla-barra-mesa, ampliable por lo que respecta a su longitud, que facilita admitir más comensales si las circunstancias así lo requieren.
La materialización de los hechos proyectuales mediante los elementos constructivos dispuestos busca aportar unas cualidades matéricas que sean consecuencia de lo descrito hasta ahora: la luminosidad del color blanco reflector de la luz natural, los reflejos como no-material y la consecuente desconfiguración espacial, la madera de roble como hilo o manto conductor de efecto multiplicador mediante pliegues que se levantan y abrazan a los objetos, muebles y personas …, la madera de iroko en planos suspendidos que aportan fisicidad y vibración en sus distintas configuraciones y la oscura piedra de pizarra en los finales de recorrido.
Fotografías: © José Hevia