El arquitecto Carlos Arroyo transforma una fábrica de Coca-Cola en un campus de servicios públicos en Bélgica.
El punto de partida de este proyecto desarrollado por Carlos Arroyo Arquitectos es un radical reciclaje in situ del edificio industrial existente, incluyendo sus cimientos y soleras, la estructura portante, la piel exterior con su aislamiento e impermeabilización, las calderas, los conductos de agua… Esta operación puede definirse como upcycling: en lugar de reintroducir materiales en un ciclo productivo, los utiliza tal cual están, pero elevándolos de ciclo al añadir valores nuevos.
Las bases del concurso planteado en 2008 pedían un Campus que pudiese reunir en esta parcela central y bien comunicada la mayoría de los servicios públicos de la ciudad.
Se decidió reutilizar la amplia nave industrial, al tiempo que se propuso una radical transformación del interior, para convertirlo en un paisaje luminoso de nubes blancas, un espacio público protegido dentro de un ambiente de clima controlado, dentro del cual se pueden organizar los elementos de programa en simples agrupaciones modulares adaptables.
Las burbujas blancas, delgadas y ligeras, son cáscaras autoportantes de GRG (yeso con refuerzo de fibra de vidrio), de 7-8 milímetros de grosor, con un peso de tan sólo 7 kg/m2.
Las aberturas entre las nubes están equipadas con dispositivos simples que transforman todo tipo de condiciones meteorológicas en eventos maravillosos.
Al abordar la cuestión de la energía acumulada, se propone además una forma divertida de hacer las cosas. Esta actitud ha sido definida por los críticos como Exuberancia Sostenible, y elogiada como una clave para el éxito de los criterios sostenibles.
Las conchas GRG, simples y ligeras, convierten una enorme y fea fábrica en una experiencia maravillosa, con un mínimo coste energético y económico.
En un país con un clima inestable, se crea un interfaz que reacciona a las condiciones externas. El sol artificial de energía eólica, los conductos anidolicos de luz natural, y la plaza protegida, interactúan con el sistema de acondicionamiento interior y la inercia térmica de la losa de hormigón industrial, en un simple sistema autogestionado que requiere mínimo aporte energético para calefacción, y por supuesto ninguna refrigeración.
Los servicios de la ciudad se organizan de acuerdo a un topograma, una representación gráfica de las relaciones entre personas, servicios y espacios, desarrollado mediante de talleres con los empleados de la ciudad y los ciudadanos.
Los módulos, apoyados sencillamente sobre la losa existente, pueden reorganizarse o ampliarse, permitiendo el desarrollo futuro con un mínimo de recursos.
El nervio central de las dendritas separa el espacio publico del back-office, lanzando ramales en uno y otro sentido, entrelazando ambas funciones, y con salas de reuniones informales en las articulaciones. El sistema de dendritas sirve también para distribuir las instalaciones, sin apenas tocar la solera de hormigón existente.
Los puntos de información situados en los extremos de las dendritas son una versión 3-D de la página web de la ciudad. Reproducen la gráfica, y tienen una interfaz de pantalla táctil, pero, lo más importante: uno de los frames es una puerta por la que se puede entrar y hablar con la persona que está detrás del sitio web.
El proyecto trata de reflejar una administración transparente. De esta manera los ciudadanos pueden ver lo que está pasando en su ayuntamiento. El salón de plenos está a la vista de todos. Las reuniones ocurren en mitad del espacio público. La información es accesible.
Incluso el departamento de obras públicas y su patio de operaciones y almacenaje de materiales se convierte en un paisaje, mostrando a los paseantes la coreografía de su trabajo cotidiano.
La accesibilidad también ha sido contemplada, pero de una manera integradora. La señalización está en el suelo con líneas en relieve marcando los caminos, pero para todos, no sólo para los discapacitados visuales.
Los puntos de información tienen mesas con vuelo, aptas para cualquier visitante sin que estorben al movimiento de una silla de ruedas, pero de forma natural, sin que parezcan diseñadas especialmente para discapacitados.
El exterior se ha planteado como un no-edificio. Se recubrió el revestimiento rojo de las antiguas oficinas de Coca-Cola con una pantalla de vegetación impresa, para optimizar la exposición solar, pero también significando el cambio hacia una actitud amable y cuidadosa del medio ambiente, basada en el estudio de los costes energéticos y ambientales de nuestras construcciones y su mantenimiento, en lugar de un simple fetichismo vegetal.
El proyecto también contempla la existencia de un Parque Productivo, que ocupa los terrenos circundantes. Está construido con materiales reciclados. Las actividades del Parque, los caminos peatonales y los carriles para bicicletas, conviven en armonía con los espacios de almacenamiento y la gestión de material de construcción de los departamentos de Obras Públicas y de Jardinería.
Fotografías: Miguel de Guzmán