Refugios climáticos o cómo el urbanismo se pone al servicio de los ciudadanos y turistas
Las ciudades juegan un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático. Anticipándose al verano, varias urbes se han apoyado en el urbanismo y la arquitectura para crear refugios ante las olas de calor y soportar las altas temperaturas.
París, Rotterdam, Barcelona o Bruselas son algunas de las ciudades europeas que han creado refugios climáticos para ofrecer acogida y espacios de confort térmico en momentos críticos del año, como las olas de calor. El calentamiento global y, especialmente, el aumento de las temperaturas en época estival, generan un problema no sólo para los ciudadanos sino también para turistas, ya que las olas de calor suelen coincidir con los periodos de mayor turismo en Europa.
En este sentido, la Comisión Europea publicó el pasado verano un estudio que sitúa algunas zonas de España entre las regiones europeas donde el turismo es más vulnerable al cambio climático, con Baleares y Murcia a la cabeza.
Frente a esta situación alarmante, Gobiernos, Ayuntamientos y entidades locales han puesto en marcha una serie de estrategias y soluciones apoyadas en el urbanismo y la arquitectura. Recientemente, la Junta de Extremadura anunció una inversión de 2,8 millones de euros para construir refugios climáticos y proteger a los visitantes de las altas temperaturas. El plan de la Comunidad Autónoma andaluza consta de crear zonas de sombra con plantas autóctonas y construir zonas de descanso.
Herramientas contra las temperaturas extremas
Ciudades como Medellín, Estocolmo o Barcelona han creado corredores verdes para mitigar el impacto del cambio climático, pero los refugios climáticos van un poco más allá. En primera instancia, las ciudades necesitan detectar sus islas de calor, aquellos núcleos urbanos donde la temperatura suele ser más elevada debido a mayor cantidad de edificios, asfalto, tránsito y menor cantidad de vegetación.
Considerando la influencia que tienen las temperaturas en las ciudades, se deciden crear redes de refugios, tanto al aire libre como en espacios cerrados donde encontrar condiciones ambientales acogedoras y saludables gracias a elementos aislantes, vegetación, agua o ventilación. Barcelona, por ejemplo, dispuso de 155 refugios climáticos en las olas de calor del verano de 2021.