Singapur: comunión de concreto y naturaleza en el mejor ejemplo de urbanismo asiático
En un escenario pantanoso y con muchas islas, se erige una de las ciudades modelo más potentes de Asia. Entre edificios, parques y jardines, Singapur se eleva como una obra maestra de planificación urbana, habiendo sabido transformar su tejido social y arquitectónico de manera drástica y sostenible.
De la más contaminada a ejemplo sostenible
Hace no muchos años, quienes llegaban a Singapur contaban la misma historia: la ciudad estado era de las urbes que peor olía del mundo. Su transitado puerto y altos niveles de contaminación la catalogaron durante muchas décadas como uno de los peores destinos. Hoy, Singapur se erige como una ciudad jardín, ejemplo de cómo el urbanismo bien planificado, sostenible y a largo plazo puede transformar una ciudad.
Singapur ha logrado establecer su propia sinfonía urbana, convirtiéndose en un faro de originalidad en el panorama global. La ciudad es una mezcla única de ciudad-Estado y país insular, situada en el corazón marítimo del Sudeste asiático. Su posición geográfica, su condición de isla y sus escasos 719 kilómetros cuadrados de terreno la volvieron desafiante a la hora de plantear un plan urbanístico.
Sólo han pasado sesenta años desde que Singapur aceleró su plan de transformación, tras lograr su independencia en 1965. El entonces primer ministro Lee Kuan Yew prometió un plan a diez años que contemplaba el cambio de gestión del agua (un grave problema en la región), mejorar la escases de tierra y apostar por la sostenibilidad. Lejos de quedar en promesas políticas, el plan se cumplió con un medidas severas y drásticas.
Una de las claves que ubican a Singapur como una ciudad modelo es haber implementado un plan urbanístico a largo plazo. El gobierno priorizó estrategias para optimizar el uso del espacio, limitado en las islas, sumado a los terrenos pantanosos sobre los que se encuentra la ciudad: en definitiva, equilibrar el desarrollo residencial, comercial e industrial, así como mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos.
Ciudad jardín
En el intento de mejorar también su situación medioambiental, Singapur comenzó a considerar fundamental la inclusión de espacios verdes. Jardines verticales, bosques y áreas con frondosa vegetación son algunos de los principales atractivos de la ciudad asiática, que cuenta con un 40% de espacios verdes.
Todo esto es producto de una planificación a largo plazo de Kuan Yew. Su gobierno ideó una estrategia avanzada para la época, en 1971, que consistía en plantar un árbol por cada niño que naciera en Singapur. El Tree Planting Day logró que, para 1982, la ciudad ya contara con un árbol por habitante.
La limpieza fue también una de las prioridades del gobierno que estuvo en el poder treinta años. Un dato curioso es que en Singapur, a día de hoy, está prohibido comer chicle, debido a la suciedad y contaminación que los mismos producen. Beber y comer en la calle también está prohibido, con el fin de preservar el espacio urbano que logró desarrollar en tan pocos años la ciudad.
Un museo arquitectónico a cielo abierto
La versatilidad cultural de Singapur, donde conviven chinos con malayos e indios, dio como resultado un mix de estilos arquitectónicos. La prosperidad y desarrollo de la ciudad estado han sido de interés para grandes arquitectos.
Zaha Hadid, Norman Foster o Richard Meier tienen en Singapur algunas de sus más impresionantes obras. Si hablamos de construcciones hay dos que no pueden pasar desapercibidas en Singapur: el aeropuerto y los jardines de la bahía.