Pleta Arriu, el proyecto exclusivo adyacente a las pistas de Baqueira Beret
Mano Arquitectura mezcla todos los ingredientes en Pleta Arriu. Esta vez, el grupo fundado en 2004 por Sebastián Machado, deleita a los clientes con 38 casas de entre 360 y 530 metros cuadrados en una de las zonas más privilegiadas de los Pirineos catalanes.
Macedonia de propiedades
Agasajo a la arquitectura, tributo al interiorismo. Pleta Arriu se consagra como el proyecto que fusiona el urbanismo, el paisajismo, la arquitectura, la ingeniería y el diseño interior y de mobiliario en un mismo diseño. A pesar de ser un trabajo que sigue en desarrollo, ya ha concluido la primera fase con la entrega de catorce casas.
El Pirineo catalán (en concreto, Baqueira Beret) es testigo de la sutil inclusión de los edificios en el paisaje montañoso, con la consciencia de colocar cada piedra con responsabilidad y a sabiendas de que el ser humano necesita todos sus sentidos para conectarse plenamente con la naturaleza.
Pleta Arriu amalgama todos sus valores, creando espacios únicos que se integran a la perfección en el paisaje de Baqueira. Su ubicación a pie de pista consigue fortalecer el sentimiento de refugio de nieve. Las viviendas se posan en la montaña, gran parte de las casas están en comunión con el paisaje, formando bancales, lo que las hace parecer más pequeñas, alejándose así de una estética ostentosa.
38 casas de materiales nobles
Cuidadosamente diseñadas con materiales nobles, las 38 casas que componen Pleta Arriu, dispuestas en una superficie total de 14.000 metros cuadrados, incluyen una serie de servicios varios, como ski room, zona de aguas y home cinema.
Mano Arquitectura ha creado este proyecto desde cero, empezando por la urbanización y el paisajismo y poniendo el acento en la arquitectura y el interiorismo. En Pleta Arriu existen tres tipos diferentes de casas según su superficie (de 360 metros cuadrados, de 450 metros cuadrados y de 530 metros cuadrados), en las que las vistas y la luz natural son los protagonistas de cada estancia.
“Se ha pensado el recorrido de la casa como una experiencia, desde la penumbra y la contención espacial hacia la luz y la exuberancia de un espacio de ocho metros de alto y la panorámica de la montaña”, concreta Sebastián Machado. A medida que se sube, añade que «aparecen los espacios de doble altura, los techos inclinados y las ventanas amplias, que convierten el hecho de habitar esta casa en una experiencia sensorial impactante«.
Una coraza amoldada a todo tipo de desafíos
Los materiales, la pizarra natural local en tonos grises y la madera natural, actúan como testigos del sol, el viento, la lluvia, el calor y el frío: se funden en el entorno y dejan ver el paso del tiempo con sus marcas de desgaste, vetas, óxido, rayones, nudos, porosidad, color y brillo, según recoge la presentación del proyecto.
La mayor inspiración a la hora de diseñar las casas fue la arquitectura aranesa con sus materiales nobles, como su piedra para la fachada, el fresno para la madera del exterior, o el roble para el interior.
Más allá del desafío estético y arquitectónico, este proyecto alcanza la complejidad en todos sus aspectos técnicos, pues la urbanización se erige sobre un terreno de 45 grados de pendiente y una compleja geología que obligaron a crear contenciones tanto para las casas como para las calles, «resultando en una difícil y lenta ejecución».
En esta dirección, las pendientes en los viales tuvieron que ser resueltas con un sistema de calefacción para evitar la formación de hielo en los días de mayor frío. Con la idea de integrar el proyecto lo máximo posible, los nuevos taludes se resolvieron con tierras armadas para maximizar las zonas verdes y drenantes de la urbanización.
