Faro Barcelona: de una aventura repentina en Hong Kong a la creación de una identidad propia
La empresa de la familia López, que vio la luz a mediados de los años cuarenta, ha difundido sus productos de iluminación y ventilación alrededor del mundo. Sedes en Estados Unidos y París avalan el crecimiento exponencial de la firma liderada por Xavier Martín.
Entre las calles de la Boqueria
De una empresa familiar que llegó a sumar 24 trabajadores en su momento de máximo esplendor a sedes en París, Hong Kong, Estados Unidos y una red de 130 colaboradores directos. Veinte años después del cambio de rumbo que protagonizó la firma en 2003, 42 millones de euros de facturación (35% del total generado a través de su comercio online) concentran el peso de una compañía con acento internacional.
En resumen, un equipo joven que “busca la materialidad y una funcionalidad que transcienda la estética de los productos que engendramos”, señala Xavier Martín, actual director de Faro Barcelona. Ochenta años de una empresa orientada al sector de la iluminación y la ventilación que resplandece desde un diseño que quiere conjugar accesibilidad con creatividad. Pero no siempre fue así.
Los orígenes de la empresa se remontan a 1946, cuando la familia López (en concreto, el padre del actual presidente) inició la andadura con un local situado a pocos metros del Mercat de la Boqueria de Barcelona: un espacio que distribuía pilas Jupiter y material eléctrico. Sin embargo, la empresa rápidamente se orientó hacia los flexos, un enfoque que pronto materializó el éxito de su actividad en la consolidación por todo el territorio español. Era un negocio pequeño, familiar. Hasta 1982.
En ese momento, Carlos López (hijo del fundador) tomó el control de la compañía. El negocio se transformó mediante un experimento en forma de aventura: “hicieron un viaje a Hong Kong para buscar proveedores asiáticos y basaron el éxito posterior en el sector de un retail enfocado a la iluminación que fuese capaz de cubrir el máximo de necesidades posibles”, recuerda Martín. De bombillas a lámparas o pilas. Linternas y flexos. El mercado español “estaba muy fragmentado” y la empresa trató de condensarlo.
El doble rasero del viaje a Hong Kong
Sin embargo, más allá del éxito que reportó el viaje a Hong Kong, Martín subraya que el sector etiquetó a la compañía como “importador chino de producto malo y barato”. El negocio consolidó una red de 5.000 clientes en la Península Ibérica cargando con este peso a sus espaldas, centrada su actividad en el mundo del retail y sumando una facturación de casi ocho millones de euros en 2003, que fue cuando entró Martín al negocio.
El catálogo de esos veinte años consiguió cubrir un gran número de productos; tuvo una gran penetración, pero seguía acompañado del estigma que persigue, tradicionalmente, al producto asiático. Cuando Martín aterrizó a principios de siglo, tras un triple cambio de sede durante los años previos, el centro de operaciones estaba ubicado en el Prat de Llobregat con un almacén de tres mil metros cuadrados y una serie de locales satélites alquilados que se enfocaban a la distribución logística.
El volumen de la compañía creció y, con el objetivo de profesionalizar la compañía, López confío en Martín para liderar las riendas de ese proceso. En este punto tuvo lugar otro giro de guion: “cuando entré me di cuenta de que el único rasgo diferencial de la compañía tenía que ver con la logística; es decir, poder distribuir los productos por toda la Península Ibérica en menos de un día”. El cambio de modelo buscó volver a ser fabricantes: recuperar la creación con el ojo puesto en la posterior internacionalización del negocio.
Desde 2003, Faro “ha apostado por la propiedad intelectual y el diseño para tener un lenguaje propio”. La compañía puso el acento en el diseño y, con ello, logró trascender las fronteras nacionales. El recorrido y la divulgación para dar a conocer la marca se consolidó mediante la participación en ferias: veinte al año, que “pretendían responder a la pregunta de por qué era importante trabajar con Faro”.
Esta vuelta a la creación respaldó su trayectoria en “el diseño democrático; es decir, en hacer un diseño que fuese asequible para todo el mundo”, puntualiza Martín. Con ello, se inició el camino para desestigmatizar la marca: “esto sólo se podía conseguir si los clientes entendían el mensaje que queríamos transmitir”. En definitiva, la creación de una identidad propia basada en la búsqueda de funcionalidad. Dos ejemplos se basaron en incluir cargadores de móvil o cuelga ropas en las propias lámparas.
Por último, la construcción de marca y proyecto también incluyó el camino hacia la circularidad de sus productos, mediante una sostenibilidad que ha encontrado su imagen paradigmática en las luminarias Hook; cuatro German Awards o dos Green Product Awards avalan el recorrido de este producto 100% reciclable. De hecho, la compañía asegura que ha conseguido reducir su huella de carbono en más de un 14% durante los últimos tres años.