La Carbonería, el edificio más antiguo del Eixample, vuelve a cobrar vida sin perder la historia.
El arquitecto Ángel Borrego Cubero fue el encargado de volver a poner en valor esta joya del centro de Barcelona. La Carbonería, conocida también como Casa Tarragó, cuenta con varias particularidades desde su construcción en la década de 1860.
Historia y vanguardia conviven en la rehabilitación de La Carbonería
La Carbonería vuelve a resurgir. Conocida también como Casa Tarragó, el edificio es el más antiguo del Eixample de Barcelona y en él se han tramado diversas historias que hablan de su particularidad más allá de su antigüedad.
La rehabilitación de La Carbonería mantiene la mayor parte de las preexistencias y pretende recuperar la diversidad de capas que han definido su carácter hasta la actualidad. Se mantuvo la estructura original del edificio todo lo posible.
El edificio de viviendas data de la década de 1860, pero su popularidad llegó muchas años después, al ser ocupado en 2008. En su fachada se realizaron dos grandes intervenciones de arte urbano que lo volvieron característicos de la zona.
Pero La Carbonería cobró protagonismo político con la desocupación forzada en 2014, convirtiéndose en un icono gráfico de Barcelona. Un año más tarde, el Ayuntamiento declaró a La Carbonería patrimonio protegido, siendo el edificio más antiguo en pie en el Eixample barcelonés.
Recuperar la riqueza inmaterial
La rehabilitación de La Carbonería estuvo a cargo del arquitecto Ángel Borrego Cubero. “Existe una riqueza material y energética incrustada en las historias del lugar que debemos incorporar a nuestros diseños para que estos sean realmente sostenibles”, destaca Borrego.
Una de las mayores particularidades arquitectónicas de La Carbonería es que cuenta con cuatro fachadas, una en cada orientación del edificio. Este diseño fue producto del intento de ampliación de Barcelona y el enfrentamiento entre Ildefons Cerdà y el Ayuntamiento de Barcelona.
El plan contemplaba la construcción de un gran bulevar donde actualmente se encuentra Ronda de Sant Antoni. Para ello, Narcís Tarragó, promotor original de La Carbonería, diseñó cuatro fachadas, quedando la del patio completamente oculta al quedar descartado la construcción del bulevar.
El proyecto de rehabilitación recupera estas historias y traslada el desaparecido núcleo de comunicaciones fuera del edificio, saltando por encima de la calle, mediante unas pasarelas que hacen visible esta fachada interior. Las pasarelas, el núcleo y la nueva medianera metálica generan un espacio comunitario tridimensional que simulan la experiencia y visión del bulevar que nunca llegó a construirse.
Mantener la fachada original y conectar la historia con pasarelas
“La historia del edificio ha sido el mayor recurso del proyecto, tan relevante como la precisión en su balance energético o material”, confiesa Borrego. Con la rehabilitación, la fachada más llamativa de La Carbonería queda escondida en un patio interior, así el edificio para estar dado vuelta. Por normativa, la fachada debía recuperar su estado original.
Las pasarelas quebradas se sujetan sin puntuales o tirantes, sino mediante un cruce de vigas en planta bajo dichas pasarelas. La estructura de la medianera, elevada hasta el séptimo piso, permite el paso del vestíbulo hasta el ascensor y escalera.
La distribución de las viviendas enfatiza el muro central, asociándose espacios de almacenaje e instalaciones a su trazado para reforzarlo visualmente. El espacio entre este sólido y los ventanales del patio se reserva para la cocina-comedor, comunicada con el salón gracias a dos huecos en el muro central, que, a su vez, conectan visualmente el patio interior con la calle, chaflán y trazado de Cerdà.
Otras ventajas de esta solución son una ventilación cruzada eficaz y una iluminación natural que aprovecha todo el recorrido solar, contribuyendo así al ahorro energético desde soluciones pasivas. El diseño de la cubierta intenta integrar volúmenes y materiales con los del contexto y la poca jardinería de cubierta se plantea como un reflejo de la existente en la colina de Montjuic, a la que mira la piscina.
Fotografía: Simona Rota