Restaurante Nublo, el tiempo se detiene en Haro.
Santos Bregaña y Javier Zunda son los autores de este mágico restaurante en Haro, La Rioja. Un espacio que, en contra de su propio nombre –'nublo' hace referencia al storytelling y la obsesión por el relato–, invita al visitante a sentirse libre y construir su propia historia.
Respetando las preexistencias, el nuevo restaurante Nublo se concibe como un puzle del tiempo que muestra todas sus cicatrices. Sobre él se superponen paisajes abstractos de color inspirados en el jardín de las Hespérides, con círculos translúcidos de diversos tamaños y tonos. Jardines impresos en papel que se entremezclan con las paredes, prolongándose por los techos y sumergiendo al visitante en una profundidad inexistente que le recuerda la monumentalidad del palacio.
Espacio flotante
Nada más entrar, la vinoteca recibe al visitante con una pequeña barra de hierro y una ventana en arco de medio punto que deja vislumbrar la escalera de caracol de la bodega. Las grandes planchas de porcelánico gris oscuro del pavimento de Neolith siguen un patrón ordenado que no atiende a la orientación ni las irregularidades de los muros del palacio, como «flotando» sobre una fosa perimetral iluminada.
Bajo una espiral de luz
Sobre el comedor del patio cubierto cuelga una escultural luminaria construida a partir de una sábana tan grande como la vela de una fragata. Está teñida con siluetas negras. Un cuerpo con forma de concha helicoidal que, como un ser de vapor, se hace presente en la noche bajo su propia luz dorada o la de la luna. Luminarias de Luceplan iluminan las mesas de Ondarreta, acompañadas de sillas de Pedrali.
«Como diosa suspendida en ascensión perpetua, esta sombra cambiante es una presencia antigua que, como un fantasma en una concha marina, aparece y desaparece en la espiral que la envuelve», explica el diseñador.
Una «joya de peldaños» que también es bodega
«Cuando llegamos al lugar había un proyecto ya hecho, del que poco o nada quedó. Nos sorprendió especialmente cómo un espacio ocupado originalmente por una escalera de caracol que ascendía hasta la planta superior y de la que solo quedaba la parte superior (a más de cinco metros de altura) estaba proyectado como un simple aseo», explica el diseñador de Atelier Laia.
La escalera se restituye, construyendo la parte inferior con una estructura de hierro y peldaños de ala de libélula que dejan pasar la luz natural. Una «joya de peldaños», que se engarzan en este espacio de formas irregulares con precisión milimétrica gracias al modelo de nube de puntos generada a partir de un escáner tridimensional. Cada peldaño se marca con una figura de un corzo en carrera, con un número que ayudó al montaje y sirve de guía para localizar las referencias.
Además de la comunicación vertical, la escalera alberga la bodega de la casa, con una disposición de los vinos que dibuja una piel de botellas ascendente que recuerda las escamas de una serpiente.
Recuperación de la cubierta
En la planta alta, la zona sobre la cocina se ocupa con otro comedor, con misteriosas siluetas sobre las paredes e iluminado con candiles de latón. Desde él se sale a la terraza, ahora cubierta con toldos y donde se descarta la idea del proyecto anterior, de utilizarla para las maquinarias de climatización y motores para el frío.
De líneas puras y sin apenas juntas, los aseos de la planta alta presumen de una «asepsia» que contrasta con los colores de los de la baja. En ellos, las grandes piezas de porcelánico solo son interrumpidas por el juego de brillos y mates del arlequinado del suelo, que replica la decoración de la casa medieval contigua.
Fotografía: Aitor Ortiz
Restaurante Nublo. Pl. San Martín, 5, 26200 Haro, La Rioja