Sandra Tarruella convierte el Hotel Chiqui en el mejor mirador al Sardinero.
La interiorista catalana acaba de finalizar la segunda fase del proyecto de remodelación del hotel propiedad de la familia Sebrango. Tras reformar el restaurante y las zonas comunes, esta segunda etapa ha incluido nueve habitaciones nuevas y una azotea que quita el hipo. Solarium, piscina sin fin y unas increíbles vistas a la playa de El Sardinero.
Hotel Chiqui Santander
La nueva cara del Hotel Chiqui Santander en la capital cántabra va tomando forma. ¡Y qué forma! La interiorista Sandra Tarruella lo ha convertido en un establecimiento de ensueño, sacando el máximo partido a su enclave frente a la playa.
Una vez finalizada la reforma de las zonas comunes y del restaurante Panorama, el equipo ha procedido ha hacer los propio con la azotea y nueve habitaciones ubicadas donde se hallaba el antiguo restaurante. Las directrices del proyecto han sido dar continuidad al ambiente creado en la primera fase. Así, la interiorista ha querido mantener el aire desenfadado y fresco usando una gama cromática en tonos naturales con alguna que otra pincelada azul y verde.
Nueve habitaciones con vistas
Las fibras naturales como la cestería toman gran presencia en las nuevas suites. Destacan especialmente en el cabecero de la cama, donde Tarruella ha colocado alfombras que «recuerdan a los antiguos parasoles usados por los bañistas de la playa a principios del siglo XIX», explica.
Los colores cálidos marcan la elección de los materiales. Suelos, techos y paredes se tiñen de tonos piedra. Son sutiles y elegantes.
Distribución de las suites
La distribución de cada habitación es tradicional, con el baño al lado del acceso, un salón y el dormitorio con vistas sobre la bahía. La pared principal (que unifica todas las estancias) se ha vestido con una combinación de piezas gráficas en tonos blancos, negros y ocres. En conjunto resultan de lo más armonioso y moderno, sin ser estridente.
Por petición expresa de la propiedad, el salón es totalmente flexible y funcional, pudiéndose usar también como habitación. «Para ello, hemos diseñado unos sofás a medida, que se convierten en camas individuales por la noche», describe Tarruella. Y añade: «Las puertas correderas que separan los dos espacios pueden abrirse o cerrarse para dejar pasar la luz».
En esta área, la pared se ha texturizado con listones de madera verticales en tonos verdes. Sirven de arrimadero y fondo a la zona de sofás.
Mobiliario
Como siempre, Tarruella ha prestado especial atención en la selección de cada pieza de mobiliario que compone la habitación. En esta ocasión, ha elegido mesitas metálicas ligeras; una lámpara de papel con forma de bola para la esquina del salón; un escritorio de madera de roble; y lámparas suspendidas y apliques para la cabecera de la cama.
El rooftop del Hotel Chiqui
La azotea del hotel acoge su mejor tesoro: el solarium ajardinado. La interiorista se ha servido de un juego de alturas para delimitar distintos espacios. Así, ha creado una zona específica para la coctelería, otra para el solárium y una para las duchas.
Con el objetivo de diluir la línea del horizonte, la piscina se ha diseñado como un depósito elevado a una altura de 1,40 cm. El efecto sin fin es increíble. El agua desborda por todos los lados, sin extremos que rompan el límite entre el mar y la piscina.
Por si fuera poco, el mismo interior de la piscina está pensado a diferentes niveles para que ofrezca diversos usos: nadar, tomar el sol o sentarse mientras se admiran las vistas de la bella ciudad cántabra.
Fotografías: Salva López