La Finca Roja: una vivienda estudio a medida.
Con el nombre de La Finca Roja, la arquitecta Ana Martí rinde homenaje al edificio que acogió su estudio desde los inicios... y que ha reformado transformándolo en su vivienda y oficina.
Y es que la Finca Roja es uno de los edificios más emblemáticos del Ensanche de Valencia. Un edificio racionalista, influenciado por la arquitectura de la escuela holandesa y caracterizado por el ladrillo visto que le da nombre y por la inteligencia con la que están resueltos sus espacios comunes y privados.
No es mal espejo en el que fijarse e inspirarse, el proyecto de Enrique Viedma Vidal. El maestro valenciano, que estudió arquitectura en Barcelona para acabar siendo profeta en su tierra durante los años 20 y 30, ideó una «fortaleza» para acoger 378 apartamentos para obreros.
Pero rompiendo con la tradición recurrente, e inspirado por el filósofo francés Charles Fourier, quiso que los bajos conectaran con el patio interior dotándolo de posibilidades de recreo y descanso para niños y mayores. Las plantas bajas se utilizaron por tanto también como viviendas, reservando el patio interior para uso de los vecinos en un intento socializador que habría firmado uno de los padres del corporativismo en el siglo XIX.
En una de ellas es donde abre sus puertas la vivienda y estudio de Martí. Un refugio que aísla del ruido y ajetreo del centro de la ciudad… y de lo más inspirador.
La intervención de La Finca Roja
«Quisimos hacer una intervención acorde con la contundencia de la
singular construcción», explican desde La Finca Roja. Para ello han adaptado su casa a las necesidades actuales, tirando de «creatividad y pureza de formas» como pilares fundamentales de su interiorismo.
Con una premisa clara: conservar al máximo las joyas con las que contaba la vivienda. Que en este caso eran suelos y techos. Devolviendo así el protagonismo a las soluciones constructivas aplicadas por Viedma Vidal en origen.
El interiorismo sorprende en cada espacio por su fidelidad a las líneas quebradas del edificio, que se ven remarcadas en los diferentes pavimentos hidráulicos de mosaicos valencianos. El estudio, sin ir más lejos, cuenta con dos originales ejemplos diferentes.
Cocina, baño y dormitorio también dan al suelo de mosaico su cuota de protagonismo. Mientras que en el salón, que conecta con el exterior y con el estudio a través de grandes ventanales, saca a relucir la imponente estructura de hormigón de los techos. Para presumir de patrimonio, los arquitectos han optado por recurrir al blanco, con pinceladas de mobiliario de huella nórdica o mid-century (con las sillas Cesca de Marcel Breuer como ejemplo).
Y en un guiño hacia el color rojo del edificio, se han dejado vistas las instalaciones de cobre de los radiadores y griferías. Un sistema que además optimiza y economiza.
La iluminación, minimalista, juega con los espacios en blanco y con la conexión hacia el jardín central de La Finca Roja.
Fotografía: Alicia Macías