Una terraza abierta a Río de Janeiro.
«Los propietarios acudieron a nosotros con una demanda muy clara: unir dos apartamentos, de aproximadamente 100 metros cuadrados cada uno, en una única casa», explican los arquitectos. La pareja, que quería ampliar la familiar y era propietaria de uno de ellos –que originalmente utilizaba como oficina–, no dudó en comprar el de su vecino cuando éste decidió venderlo.
El programa original proponía una casa con dos suites, un dormitorio con baño, una cocina, un aseo y una gran área central, protagonista del proyecto. «El hecho de que los apartamentos estuvieran unidos por su zona ‘más social’ dificultaba la intervención», señalan los arquitectos, que decidieron mantener el apartamento de los propietarios lo más intacto posible. En él conservaron los dos dormitorios y la cocina, reservando el ala opuesta –originalmente la ‘zona de noche’ del segundo apartamento–, para alojar la suite principal y el aseo (donde antes estaba la cocina).
Para llevar a cabo la intervención se vació completamente el segundo apartamento, derribando las paredes y los techos de yeso que cubrían la estructura y ganando metros al espacio original. Eliminados todos los elementos ‘superfluos’ quedó al descubierto la estructura de hormigón en voladizo, convertida entonces en la gran protagonista.
El área social como corazón de la casa
La vivienda se diseñó teniendo en cuenta la tradición asociada a la arquitectura colonial brasileña. Una casa donde el área social es la pieza central que conecta los espacios privados adyacentes. Para ello, la planta se distribuye sin pasillos ni separaciones funcionales, con todas las estancias y servicios rodeando la amplia y luminosa sala principal.
El acceso se produce directamente al espacio diáfano del salón comedor, completamente abierto al paisaje a través de grandes ventanales. Como un gran balcón, amplio, soleado y ventilado, que aglutina la vida de la familia. Y desde el que es posible disfrutar de impresionantes vistas sobre la costa y el Cerro Dos Hermanos (Morro Dois Irmãos).
La planta abierta de este espacio central deja a la vista la estructura original del edificio. Un entramado de pilares y vigas de hormigón que sirve además para delimitar el perímetro, reservado para las estancias más íntimas. Dentro del espacio central, la estructura de hormigón sirve para definir subáreas de mayor intimidad, como la zona de estudio o el comedor. «Se trataba de potenciar la convivencia entre los habitantes de la casa, sin sacrificar por ello su privacidad», explican desde Estúdio Chão.
Entramado de hormigón
«El apartamento que originalmente funcionaba como oficina ya había dejado a la vista la estructura al unir una de las habitaciones al espacio del estar-comedor» cuentan los arquitectos. Dotada de una fuerte expresividad, la estructura les recordó en cierta forma a la del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro.
Todos los muebles fijos han sido diseñados por los arquitectos en madera para humanizar y aportar calidez al espacio. Con 8 metros de longitud, la estantería convierte la sala de estar en un ambiente acogedor y familiar. El resto del mobiliario combina piezas clásicas y modernas de los clientes. También obra de los arquitectos, la mesa de centro, bautizada como ‘Dois Pesos, duas medidas’, ha sido fabricada en chapa de acero de 10 mm.
El pavimento de madera en espiga utilizado, de 7×42 cm, sirve para unificar todo el espacio. Sólo en la cocina se ha optado por otro acabado, en hormigón blanco, más ‘aséptico’ y neutro como requiere su uso.
Fotografía: André Nazareth