La segunda vida de la antigua Biblioteca Almirall.
Martha y Oyvin llegaron a Barcelona en 1996 y seducidos por la antigua propiedad de Valentí Almirall decidieron quedarse. Les parece increíble vivir en un edificio tan emblemático, con tanta historia, y sienten la responsabilidad de darlo a conocer. Por eso, con el impulso de una antigua ilusión de Martha por tener su propio catering y tras unos años de gestación, la Biblioteca Almirall ha acabado siendo un punto donde tienen cabida todo tipo de encuentros. La verja de la entrada y sus insinuantes esculturas invitan a preguntarse qué se esconde detrás de sus puertas. Un privilegiado espacio que acoge eventos y huéspedes … y un sinfín de posibilidades.
¿Podrías hablarnos un poco sobre la historia de esta antigua biblioteca?
Este edificio tiene una historia bastante curiosa. Fue la biblioteca privada de la Casa Almirall, que se encuentra justo al lado y que fue a su vez la casa de veraneo del político y escritor catalán Valentí Almirall. Este señor fue un personaje muy interesante y controvertido, político, escritor, abogado, poliglota, excursionista y con una amplia cultura. Su viuda mandó construir este edificio en 1924, para albergar la biblioteca personal de su marido. Así que nos gusta pensar que este pabellón es un acto de amor. Cuando nosotros llegamos, ya no había libros, ni muebles, parece ser que fueron destruidos durante la guerra civil y otros fueron a la biblioteca masónica Arús. Aunque no hay documento que lo testifique, dicen que Valentí Almirall era masón y muchos de sus libros están relacionados con este movimiento.
Es curioso que un noruego y una colombiana sean los responsables de preservar este espacio. ¿Cómo habéis llegado hasta aquí?
Es una pregunta que nos hacen muy a menudo. La verdad es que hasta entonces nadie se había interesado por la propiedad. El edificio estaba en muy malas condiciones y el barrio muy abandonado. Pero nosotros vimos muchas posibilidades. Y Oyvin como buen noruego, se enamoró enseguida de la localización, tan cerca de Barcelona y en medio del parque de Collserola. Llegamos por pura casualidad, buscando un espacio amplio para emprender un proyecto cultural educativo infantil. Y pensamos que este era un buen lugar: en medio de la naturaleza y con sinergías con el Tibidabo y el parque. Las primeras consultas al ayuntamiento fueron positivas, y decidimos comprar la propiedad. Pero finalmente nos denegaron la licencia y entonces decidimos trasladarnos a vivir aquí con nuestros 4 hijos.
¿Cómo fue el proceso de renovación/reestructuración de la casa?
Empezamos viviendo en el salón biblioteca, como si fuera un loft. Fueron 8 meses entrañables, rodeados de cajas con todas nuestras cosas, mientras rehabilitábamos la planta inferior. Cuando estuvo listo, nos pasamos a vivir allí. Viendo el potencial que tenía el edificio nos lanzamos a hacer una rehabilitación integral. En 2008 empezamos a abrir la casa para acoger pequeños eventos, conciertos, reuniones, etc. Sentíamos que habitábamos un edificio singular y debíamos compartirlo. Al cabo de unos años, decidimos alquilar la casa para hacer realidad nuestro sueño de pasar 14 meses dando la vuelta al mundo con nuestros 4 hijos y nuestro viejo Land Cruiser que habíamos comprado hacía 15 años, pensando en este viaje. Una vuelta de 75.000 km, que hoy podemos afirmar que ha sido la mejor inversión de nuestras vidas.
Empezasteis queriendo desarrollar un proyecto cultural, el «Museo de los niños» ¿Nos cuentas de qué se trataba?
Como te comentaba, nuestra intención inicial era crear en este espacio un prototipo lo que hubiera sido el primer museo de niños en Catalunya y España. El MIC (Museu d’Infants de Catalunya). Dábamos continuidad a un proyecto que ya habíamos iniciado con “Global kids”. Un espacio de encuentro para las familias con niños, donde a través del juego se tratan temas de gran interés y se aprende de forma muy lúdica. Es un tipo de equipamiento que existe en multitud de ciudades alrededor del mundo. Pero curiosamente sigue sin existir en este país.
¿Cómo ha evolucionado desde entonces la casa, hasta convertirse en lo que es ahora la Antigua Biblioteca Almirall?
Mi formación es de empresa y me considero una emprendedora nata. La idea de abrir la casa para acoger pequeños eventos era algo que a mí personalmente me atraía mucho. Mi primera experiencia profesional, con el grupo Paradis en Nueva York, me inició en este sector. Siempre me ha gustado organizar encuentros, invitar y compartir.
Sois familia numerosa y tus hijos también participan en el proyecto. ¿De qué manera influye trabajar todos juntos?
Dando la vuelta al mundo tuvimos mucho tiempo para hablar y conocernos en profundidad. Todos viven hoy fuera de casa, pero es aquí donde siempre quieren regresar. Cuando lo hacen, ponen cada uno su granito de arena en un proyecto que hemos concebido y consensuado entre todos. Desde idear creativos menús, decidir en temas de decoración e interiorismo, desarrollar la página web y contenidos digitales… Hasta mover mesas y sillas cuando toca e incluso ejercer de anfitriones cuando yo no estoy.
En la casa conviven espacios antiguos con otros muy modernos. ¿Por qué optasteis por esta mezcla de estilos arquitectónicos?
Siempre hemos sido muy conscientes del privilegio de vivir aquí. Hemos querido ser respetuosos con el edificio, con su historia y con su significado. Pero es también nuestra casa, y ha de ser cómoda, práctica y acogedora. Este ha sido siempre el reto y lo sigue siendo hoy. Hemos tenido mucha suerte con los técnicos que nos han asesorado y ayudado en las diferentes fases. Si te fijas, la diferencia entre lo antiguo y lo moderno responde exactamente a la división entre la parte antigua del edificio que ya existía y que por tanto está protegida y catalogada, y la parte moderna que es de nueva construcción. De esta forma es fácilmente reconocible lo que es antiguo y lo que no.
Hablas de compartir. ¿Por qué? ¿Qué tipo de eventos acogéis o qué perfil de huéspedes es el habitual?
Abrimos la casa para compartirla con aquellos que buscan un lugar singular donde celebrar un acto o evento especial. Hablamos de compartir y no de alquilar, porque nosotros somos los anfitriones y deseamos que quien venga a casa, se sienta en la suya también. Esto que parece un tópico lo logramos tratando a nuestros clientes como amigos de la familia y ofreciendo lo mejor que tenemos en la casa para atenderlos, como si fueran nuestros invitados. Por eso solo acogemos grupos pequeños que aprecien el ambiente de exclusividad e intimidad que ofrece el marco de una casa privada.
¿Qué esperáis que sienta quien acude a la Antigua Biblioteca Almirall?
Principalmente esperamos que se sienta cómodo y acogido por los anfitriones. Que esté relajado, inspirado y sorprendido por el entorno y sus vistas espectaculares, que sienta curiosidad por la historia del edificio, pero lo más importante es que cuando marche, se lleve consigo un experiencia agradable, que haya aprendido algo nuevo y que desee volver a compartirlo con alguien más.
¿Cuál crees que será el futuro de esta casa?
Cuando pienso en el futuro, tal vez nos gustaría a Oyvin y a mí ver cómo nuestros chicos dan continuidad a lo que hemos iniciado. Mantener y preservar el patrimonio histórico cultural no es fácil, pero es una responsabilidad que los propietarios debemos asumir. De la misma manera, la administración debe ayudarnos a encontrar fórmulas para poder seguir habitando y cuidando estas propiedades que de otra forma estarían abandonadas. Creo que hemos encontrado una fórmula,¡y nuestros hijos tendrán que buscar la suya!
Queremos agradecer a Martha Ruiz y su familia el tiempo que nos han dedicado para la elaboración de esta entrevista. Podréis saber más sobre la Biblioteca Almirall visitando bibliotecalmirall.org.
Entrevista, fotografía y textos equipo Slowkind
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