La oficina flexible se compone de casitas.
En este nuevo espacio, en lugar de llevarse la oficina a casa los trabajadores podrán «sentirse como en casa en el trabajo«. Un viejo almacén ha sido el lugar escogido por Alts para adaptarlo a los usos de la rápida vida de los últimos tiempos, en la que conciliar es una obligación.
El cliente buscaba un lugar de trabajo en el que disfrutar de mucho espacio común, para una conversación, una reunión informal o simplemente un rato de desconexión con los colegas, algo que se ha puesto muy de moda en oficinas en los últimos tiempos. No podía faltar en los requerimientos un jardín en miniatura, que diera algo de vida al espacio industrial en el que se sitúan las oficinas. Tampoco un pequeño rincón para los más pequeños mientras sus padres trabajan. Y sobre todo, el poder sentirse como en casa a pesar de estar en el trabajo.
La entrada de por sí sigue esta idea: un tejado a dos aguas de madera actúa de porche a este hogar transformado en oficina.
Y para resolver los cubículos personales, los arquitectos dirigidos por el director creativo Sumiou Mizumoto decidieron colocar cuatro tipos de cabinas también con forma de casa, situadas alrededor de un círculo imaginario que forma lo que han bautizado como «la comunidad». Así genera la sensación de que el visitante entra en una ciudad, a pesar de estar dentro del edificio.
Las viviendas tienen cada una su propia personalidad, «para ofrecer una visión particular del mundo». Constan de diferentes aperturas, tamaños y colores, manteniendo idéntica la tipología básica. Generando una casa ideal en cada despacho, en otras palabras. El espacio cuenta además con un mini-rocódromo que hará las delicias de las generaciones más jóvenes, que podrán disfrutar mientras sus padres trabajan.
Fotografía: Fuji-Shokai/ Masahiko Nishida
