¿Te imaginas viviendo en una roca?
“He creado un lenguaje capaz de expresar y potenciar las mismas sensaciones que se extraen al contemplar las formaciones rocosas de granito existentes, y que sugieren al que las contempla la idea de ingravidez y equilibrio”, explica su autor, que da un paso más en la integración de la construcción en el paisaje y convierte la casa en una roca.
La casa parece querer ‘mostrarse y a la vez desaparecer’, con dos volúmenes de hormigón que se elevan sobre la rasante natural de la parcela, mientras el resto se esconde detrás del reflejo del bosque, haciéndose invisible. Una antítesis que genera espacios muy diferenciados: mientras que en los cuerpos cerrados se localizan los usos privados –dormitorios, baños y estudio–, las zonas vivideras –cocina, comedor y salón– se ubican en los espacios abiertos, en conexión permanente con el exterior y buscando siempre la visión directa del bosque.
Construidas en hormigón visto, las fachadas combinan los paños lisos con otros estriados para generar así una mayor sensación de pesadez. Con el tiempo, estas estrías se cubrirán de líquenes, al igual que las rocas de la parcela, mimetizándose con el entorno.
La entrada se produce por el Norte, a través de una fachada cerrada que la protege del frío y las vistas desde el exterior, a una cota situada tres metros por debajo de la de la planta principal. “Quería que se experimentara la sensación de pasar por debajo de un pesado volumen de hormigón que, apoyado ligeramente sobre el muro de acero corten que esconde el sótano, parece flotar sobre las rocas existentes y da acceso a escalera que lleva la gran galería acristalada que une toda la casa” explica el autor. Frente a ella se localizan las rocas de granito más singulares de la parcela, separadas del bosque a través de una segunda escalera que, adaptándose al terreno, da acceso a la zona de la piscina.
El acero corten utilizado en el sótano potencia el contacto de la casa con el terreno. “Al igual que el hormigón, el acero tardará tiempo en coger cuerpo y el color definitivo», explica el arquitecto, «pues, al no haberle dado ningún tratamiento especial, el aspecto final no se ve hasta pasados los 12 meses que dura su oxidación. Se trata por lo tanto de un edificio que, como la naturaleza, necesita del paso del tiempo para adquirir su acabado definitivo”.
En el interior, la vivienda apuesta por la riqueza espacial, aprovechando el valor que aporta su entorno. A medida que se recorre, la percepción entre dentro y fuera va cambiando, en un continuo diálogo en el que ambos espacios se enriquecen.
“Soy de la opinión de que no es necesario utilizar revestimientos caros para hacer un buen proyecto», afirma el autor, «y por ello he sido muy cuidadoso a la hora de elegir los materiales, para no elevar el coste de ejecución de la obra”. Así, la mayor parte de los materiales que conforman la estructura –muros y losas de hormigón armado– se dejan vistos en paredes y techos, mientras que para los suelos –con un sistema radiante-refrigerante– se ha empleado hormigón pulido, excepto en la escalera, los dormitorios y los baños, donde se ha utilizado microcemento.
En el exterior se ha optado por la madera técnica en los pavimentos, de más fácil mantenimiento y menor absorción del calor que la piedra o el hormigón; y en la cubierta se ha plantado un jardín vegetal.
Las estancias más públicas se abren al bosque a través de una cristalera orientada a Oeste que, con paños de grandes dimensiones y perfilería de aluminio Technal, traslada la naturaleza al interior, reflejándola y multiplicándola al exterior. Para ello se ha creado a medida un gran cerramiento de 6 metros de largo realizado con perfiles de ventana practicable Soleal, que genera continuidad y potencia al máximo el contacto con el entorno.
En el salón se ha empleado el modelo en esquina, que permite realizar aberturas a 90 grados sin necesidad de colocar montantes intermedios que entorpezcan la conexión interior‐exterior, ganando así en espacio y en confort visual. De formas orgánicas y naturales, la chimenea de hierro colgante Versus, de Fugar, busca la máxima integración en el paisaje.
En este espacio destaca el muro de ladrillo visto, con las piezas colocadas al revés para marcar los números de serie y fabricación, y algunas de ellas fuera de alineación. El mural sobre él es obra del artista gallego Iago Eireos que, a petición de la propiedad que quería que utilizase una portada de Depeche Mode, combinó la imagen de la portada de uno de los discos del conocido grupo con la de una marca de cerveza.
Abierta al espacio del salón-comedor y comunicada con el paisaje a través de una generosa cristalera, la cocina –de Schmidt –, llama la atención por el contraste entre el acabado satinado del frente de armarios lacados en blanco y la gran isla central, con encimera en porcelánico negro.
La escalera, con una original protección realizada con cuerda elástica –compuesta por un material textil al exterior y latex al interior–, da acceso a la sala multiusos situada en la planta alta, desde donde se disfruta de unas magníficas vistas del skyline de Madrid. Su situación, algo adelantada respecto a la planta baja, genera un porche bajo ella.
Rock’s House
Ubicación: Torrelodones, Madrid, España
Fotografía: Gustavo Bulnes