El antiguo hostal La Bona Sort ofrece tapeo a los viajeros actuales.
De cara a actualizarlo, se optó por recuperar la esencia del pasado y reconvertirlo en un refugio para todos aquellos comensales y viajeros que andan por la Ciudad Condal; que no son pocos. Un viaje al pasado para observar la rica historia del lugar y que, al mismo tiempo, aumente en el futuro a través de las huellas del presente.
No sabemos si el hostal se llamaba así porque daba buena suerte a sus huéspedes, pero lo que sí sabemos es que su privilegiada situación le proporcionó mucho éxito. El edificio está situado en dirección hacia la comarca del Vallés, en el camino existente cuando se viajaba a caballo. Hoy está integrado en la parte antigua de la ciudad, entre el mercado del Born y el de Santa Caterina. En aquellos tiempos, punto de partida para diligencias y recaderos, así como parada y fonda para los viajeros en su camino hacia o desde Barcelona.
Posteriormente se transformó en una bodega donde servían vino a granel, y hoy es un restaurante regentado por la tercera generación de una familia. Pese a todos cambios, el edificio aún conserva las características del hostal típico: una amplia fachada de sillería, un gran patio, altillo y cuadras. De hecho, el restaurante actual está situado precisamente en las caballerizas, extendiéndose hacia el antiguo patio de acceso, convertido ahora en una terraza exterior semicubierta.
Los muros de piedra de la cuadra, datados del siglo XVI, “son el telón de fondo perfecto para una propuesta que centra su estrategia en dotar al lugar de una cierta pátina antigua”, nos cuenta Jordi Ginabreda. Eso sí, de cara a su habitabilidad fue necesario limpiar a fondo los muros después de décadas de abandono. La rehabilitación del patio, por su parte, se ha dejado para una eventual segunda intervención.
Después del trabajo de recuperación, ahora una serie de arcos rebajados, hechos de mampostería y ladrillo, articulan el espacio interior. Un gran arco central separa el espacio en dos ambientes: la zona de la barra y el salón comedor. Por cierto, éste último se asoma al patio a través de un impresionante arco de ladrillo visto. Otro detalle de la distribución: el banco perimetral de madera en el centro del comedor – inspirado en los comederos de los animales – ordena la disposición de los comensales y facilita el recorrido del personal.
En cuanto a los materiales, han respetado la madera y piedra de las cuadras para que sea la clave que le dé personalidad al local. Destaca la pared lateral que recorre longitudinalmente el establecimiento revestida de madera de roble envejecido, la cual liga visualmente el espacio. También el pavimento. El cemento continuo unifica todo el entorno pero adquiere una tonalidad ligeramente distinta en cada ambiente “para redundar en su diferencia sin sacrificar la homogeneidad del conjunto”.
Como hablamos de una casa del siglo XVI, también se le ha querido dotar de un cierto aspecto ‘abandonado’. Aparte del uso de madera envejecida, la vegetación se centra en líquenes y musgos en un guiño a la humedad y clausura que ha sufrido esta parte de la casa. La iluminación, por su parte, recrea una telaraña a base de cables y bombillas de filamento. La luz, por supuesto, es tenue. También han incluido lámparas Jieldé desvencijadas y recicladas.
Ahora bien, la idea es que el actual presente quede grabado en el futuro, de modo que el proyecto obligaba a incluir las huellas de nuestros días. Para ello han incluido taburetes de modernos lacados en colores brillantes. También en la barra de mármol, de frontal alicatado. Y, sobre todo, con la lámpara-copero metálica, diseñada por el propio Ginabreda, que ilumina la barra y se convierte en el mejor reclamo del establecimiento mediante sus múltiples puntos de luz.
Fotografías: Jordi Ginabreda
La Bona Sort
C/ Carders, 12
Barcelona