Estilo moder-nórdico en una vivienda modernista del Eixample.
La vivienda es de 1895, es decir, “en pleno clímax del modernismo catalán”, nos cuenta la arquitecta de interiores. La lista de cosas buenas que albergaba era interminable: techos de más de tres metros, vigas de madera con bovedillas de cerámica, suelos de mosaicos hidráulicos, medianeras de ladrillo, ventanas de madera, rosetones y molduras florales, papeles pintados…
También tenía algún que otro inconveniente: una gran cantidad de tabiques, pasillos y habitaciones que impedían la entrada de luz. Y al llevar años deshabilitada, la carpintería de madera necesitaba ser decapada para poder exponerla.
El objetivo, por tanto, estaba claro: había que conservar todos los elementos originales pero darle más funcionalidad y, sobre todo, más luz a la casa.
Para ello el estudio ha llevado a cabo una rehabilitación integral en la que ha echado abajo tabiques, apostando por espacios más diáfanos. Para aumentar la luminosidad también ha optado por darle al blanco más presencia tanto en las paredes como en el mobiliario.
De cara al interiorismo, no hacía falta comprar muebles vintage, la casa ya los llevaba incorporados. Ni tampoco alfombras, los espectaculares mosaicos del suelo son los grandes protagonistas.
El resultado es un juego equilibrado de contrastes: muebles restaurados junto a otros de talla contemporánea, paredes de ladrillos contra una cocina moderna y funcional, o luminarias de focos en las propias vigas.
Y pensar que la propietaria se planteó vender el piso…
Fotografías: José Hevia