The family playground, una casa nada tradicional para el disfrute de la familia.
La gran osadía ha sido convertir la cocina en el eje central alrededor del cual giran el resto de espacios públicos de la vivienda como el comedor, la sala de estar y el estudio. Se trata de una ruptura de los convencionalismos ya que habitualmente las cocinas de Taiwán suelen ser pequeñas, cerradas y sin vistas.
Ahora, al dejarla en el centro de la vivienda y estar rodeada de grandes ventanales, se convierte en un espacio abierto y comunicado con las otras estancias.
Pero lo más llamativo del proyecto es que aunque integra varias piezas a la vez, éstas continúan manteniendo cierta privacidad o estando un poco delimitadas. Digamos que han abierto el espacio para volverlo a cerrar pero no del todo. Vamos, que no es diáfano al cien por cien.
El objetivo es crear la sensación de que existen diferentes estancias pero abiertas y comunicadas. Con diferentes elementos de división y de poca opacidad así como con una gran variedad de revestimientos.
La pared de la cocina, por ejemplo, está recubierta de baldosas verdes; en el pasillo, en cambio han dejado los ladrillos a la vista; la pared del estudio se ha pintado de turquesa, etc. Cada estancia, por tanto, tiene un aspecto diferente pese a estar en el mismo espacio.
Y luego están los separadores. Las puertas de madera corredizas abren o cierran el estudio al resto del espacio. En el pasillo, una estantería de madera y vidrio frente a la pared de ladrillos hace de corredor hacia las habitaciones. Y en la otra parte del salón, una marquesina hecha con trozos de tuberías separa el acceso a la vivienda del salón a modo de recibidor. Por cierto, que incluye un pequeño asiento para ayudar a descalzarse, práctica habitual en estos hogares.
Por último, diversos objetos como las alfombras también sirven para marcar determinados espacios.
En los dormitorios también han jugado a crear diferentes escenarios dentro de la misma habitación. Por ejemplo, una especie de casa de madera a través de la caja que forma el techo falso y las paredes chapadas.
El dormitorio principal, por su parte, juega a las cabañas con la textura de la alfombra, las cortinas y el mobiliario.
Destacan los grandes cortinajes de la casa, que junto a los focos de pie y los del techo crean un cierto efecto dramático, teatralizado incluso. Habrá quien los techos le recuerden a un estudio fotográfico por ejemplo.
Los colores, como ya hemos comentado, sirven para limitar pero también aportan un cierto toque de fantasía, necesario en una casa que se llama patio de recreo. A partir de una base neutra que en este caso son un techo blanco y unos tabiques grises, el color aparece salpicado aquí y allá. El amarillo de las patas de la cocina, las alfombras verdes, el sillón azul…
Los cuadros, los cojines o la alfombra del salón que imitan un jardín de césped también aportan su granito de originalidad y diversión a la casa.
Fotografías: Hey! Cheese