Piet Boon, o cómo un holandés diseña en Manhattan.
Se trata de una construcción de estilo neoclásico que data de 1917 y está rodeada de edificios de oficinas y almacenes de finales del siglo XIX, muy cerca de las majestuosas mansiones de la época dorada de Nueva York.
Piet Boon fue invitado por los promotores, la reconocida sociedad holandesa Kroonenberg Groep, para diseñar el proyecto de reconversión de este edificio de oficinas en viviendas de lujo elegantemente equipadas, con locales comerciales en la planta baja. En el proyecto han intervenido otros profesionales holandeses de primera línea, como el paisajista Piet Oudolf, la diseñadora Hella Jongerius y el artista Frederick Molenschot.
Crear una atmósfera de lujo confortable fue el objetivo que guio la propuesta de los diseñadores. Esta filosofía de diseño y estética se imprimen en cada centímetro de la propiedad. El resultado son unos espacios que personifican la sofisticación refinada en la ciudad de Nueva York.
La tradición holandesa de los autores ha jugado un importante papel en este proyecto, en el que se ha cuidado especialmente la iluminación, tratándose de rememorar la célebre luz que reflejan los grandes pintores de este país. Como pieza a destacar, el sistema de luminarias de suspensión Aim, de los hermanos Bouroullec para Flos -en la fotografía, situado sobre la mesa del comedor.
Otro ejemplo es el escultural candelabro de bronce del lobby, creado por el artista, también holandés, Frederick Molenschot, que también ha diseñado el número del edificio en la fachada de la calle, y toda la numeración interior de los apartamentos.
El mal estado del edificio original permitió realizar grandes modificaciones en la fachada, como sustituir las pequeñas ventanas existentes por grandes aberturas, que inundan de luz los espacios interiores.
Los espectaculares áticos o penthouses se sitúan en las tres últimas plantas del edificio, que en la fachada se distinguen por su particular ornamentación. Los espacios originales poseían grandes terrazas que han permitido la creación de grandes ventanales de suelo a techo.
Los techos son de gran altura, y la distribución libre de la planta permite una clara separación entre las áreas privadas y las públicas de la residencia.
La sencillez domina en los interiores, para los que se ha utilizado una estricta paleta de colores en los que dominan los tonos claros y tierra, con el fin de crear una atmósfera lo más confortable y hogareña posible.
El edificio incluye también un gimnasio, un espacio para guardar bicicletas, una sala de cine y una zona de juegos para niños.