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Isay Weinfeld recrea los años 50 y 60 en el complejo Fazenda Boa Vista, a las afueras de São Paulo.

El estudio de arquitectura brasileño Isay Weinfeld es el autor de Fazenda Boa Vista, un complejo residencial  discreto y elegante situado en una finca de 750 hectáreas en Porto Feliz, a 100 km de la ciudad de São Paulo (Brasil). Además de un hotel, la fazenda cuenta con villas privadas, spa, club infantil, centro ecuestre, polideportivo, zoológico, dos campos de golf de 18 hoyos, club de golf, piscina y un bosque de 242 hectáreas salpicado de numerosos lagos.

El edificio del hotel se encuentra estratégicamente situado en uno de los puntos más altos de la propiedad y cuenta con unas extraordinarias vistas sobre los lagos. Está compuesto por dos alas simétricas – con una ligera curvatura cóncava y convexa respectivamente – unidas a través de un cuerpo central en el que se alojan la recepción, las oficinas, y diferentes servicios, como el restaurante.

El acceso principal se produce en el eje transversal del edifício, a través de una pérgola de madera que cruza un exuberante jardín. Inmediatamente después de la recepción, se disponen el vestíbulo y la terraza, ofreciendo gradualmente vistas cada vez más generosas hacia el lago y el verde paisaje.

En las alas derecha e izquierda se encuentran los diferentes alojamientos: 26 habitaciones estándar en un lado, y 11 suites dúplex + 1 dúplex especial con dos suites + una habitación equipada para personas con discapacidad, en el otro.

Cada uno de los cuerpos se compone de una secuencia de trece módulos cúbicos que alojan las 39 habitaciones, claramente delimitadas en fachada.

Los largos pasillos que conducen a las habitaciones están bañados por una suave luz natural, que se filtra a través de una serie de pórticos prefabricados de hormigón que se suceden a lo largo de la fachada noreste.

En el nivel inferior, el bar y el restaurante se extienden al aire libre sobre una gran plataforma que se proyecta sobre el lago, en la que se puede descansar disfrutando de las vistas o darse un chapuzón.

El club de golf del complejo, que ha sido galardonado por el World Architecture Festival, se desarrolla en un edificio de 1.600 m2 que se resuelve en dos bloques muy diferenciados.

El nivel superior – que acoge una sala de reunión, un bar, un restaurante y unas oficinas – se construye mediante una estructura mixta de metal y madera, y un cerramiento de vidrio y muros de albañilería.

Está concebido como una secuencia de espacios rectangulares interconectados, situados en parte sobre la losa ajardinada de nivel inferior, y en parte sobre el terreno.

Una sucesión de plataformas cubiertas de madera – tres de ellas funcionan como ampliaciones del bar, del restaurante y de la sala de reunión – crean áreas de descanso al aire libre, abiertas a la contemplación del campo de golf y de las vistas.

Contrastando con la transparencia y la ligereza de esta planta, la inferior se define como un bloque pesado de hormigón. Está enclavado en la ladera y amplia la plataforma sobre la que se apoya parte del nível superior. En su monolítica fachada blanca sólo hay una apertura, el acceso directo de los jugadores del campo a la zona de vestuarios, masajes y baños. En el mismo nivel, con acceso independiente y separada de la zona destinada a los jugadores, se encuentran también la cocina y las instalaciones.

Se ha tratado de crear un ambiente cómodo y relajado en todo el complejo. La elección de los materiales – madera, piedra, estuco, fibras naturales y cuero – así como el mobiliario, contribuyen a la creación de una atmósfera elegante a la vez que discreta, sencilla y sin pretensiones que recuerda a aquellos centros de vacaciones que existían en los años 50 y 60 en los alrededores de São Paulo.

Fotografías Fernando Guerra

 

 


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