Pocos metros y buenas ideas en la japonesa Casa Taishido: un guiño a la transgresión.

Esta casa haría las delicias del protagonista de la novela del famoso escritor nipón Sosuke Natsume Soy un gato, una historia contada desde el punto de vista de un gato, resentido por no ser uno más de la familia en la que vive. La casa Taishido se ha planificado sin perder de vista esta mirada felina.

The Cat House se asienta sobre un solar rectilíneo y compacto, de siete metros de largo por 12 de profundidad. Está situado en una calle estrecha, suficiente para dejar pasar una fila de vehículos.

Por lo reducido del espacio, el cliente (incluido el gato) no especificó la necesidad de un pequeño jardín exterior. El arquitecto decidió crear un espacio vacío en su lugar, todo un sinónimo de lujo en Japón. La parte superior de la casa es más estrecha que la planta baja, lo que ha permitido crear un pequeño balcón.

En Japón existen muchas restricciones para los arquitectos a la hora de diseñar sus edificios y la Casa Taishido no ha sido una excepción. Hay una ley, por ejemplo, que prohíbe tener vehículo a aquéllos que no puedan asegurarse un garaje en su casa. Taishido, como muchas otras casas de sus misma calle, lo incluye. Otra restricción está basada en el color: está prohibido pintar las fachadas exteriores en tonos brillantes. En este caso el estucado gris acata, también, la norma.

Sin embargo, Akira Koyama se ha permitido un guiño transgresor pintando las paredes del garaje de color rosa fucsia, un oasis en medio de la monotonía cromática del vecindario.

El tejado asimétrico de la casa maximiza su optimismo vital y sus volúmenes. El arquitecto ha creado un espacio interior complejo, con habitaciones de diferentes tamaños a lo largo de sus tres plantas. La mayor de ellas es la destinada a salón-comedor. Ampliando este ambiente en vertical, el arquitecto ha conseguido abrir este espacio al resto de la casa.

Del mismo modo que el garaje es el punto focal desde el exterior de la casa, la escalera, también pintada en un tono rosa brillante, es la encargada de articular las diferentes zonas de The Cat House.

Variando el tamaño de cada ambiente y pintándolos de diferente color, el arquitecto ha conseguido espacios únicos y separados. Pero sólo a primera vista. En realidad, cada habitación se encuentra unida a la siguiente por pequeñas o grandes aperturas. Así, cada una mantiene su autonomía pero no su estanqueidad.

Esta codependencia entre cada espacio evidencia la evolución de la familia nipona en los últimos tiempos,  mucho más democrática que la de anteriores generaciones. En ella, sus miembros ganan independencia a la vez que se fomenta el apoyo mutuo. Gatos, incluidos.