Takao Shiotsuka: una casa minimalista con vistas privilegiadas al mar.
Lo que es práctico es bello. Esa es la esencia de la filosofía minimalista japonesa –otros lo llaman disciplina o arte Zen-, que concibe la casa como un espacio interior integrado en la naturaleza y no separada de ella. Takao Shiotsuka es un firme seguidor de esta corriente que aplica con aire contemporáneo a su Garden and sea house, una revisión de la casa tradicional japonesa.
Ligeras, frágiles y silenciosas. Tres adjetivos que definen a la perfección el hábitat predominante en la cultura nipona y que hoy los revisionistas de la arquitectura contemporánea han elevado a máxima en su forma de entender las casas y los espacios públicos de socialización.
Economía de color con la imperante presencia del blanco, sólo limitada por enormes cristaleras que permiten disfrutar de una privilegiada vista al mar. Un cubo perfecto de níveos espacios diáfanos por paramentos de vidrio, eliminando así cualquier efecto posible de barrera visual.
Takao Shiotsuka ha replanteado algunos de los elementos decorativos japoneses sin renunciar a su bella simplicidad y acogedora función práctica. Desde las pantallas corredizas – a modo de paredes interiores- en las que la madera o bambú con papel translúcido dejan espacio al cristal, hasta el uso de mobiliario imprescindible sin sobrecargar las estancias, fiel a la tradicional decoración de mobiliario bajo y sencillo –mesas y cojines-.
En esencia, la geometría es el elemento articulador de todas las formas de este espacio cúbico de dos plantas, que surge desde la tierra. El primer piso pensado para disfrutar de un jardín que, como no podía ser de otra forma, se configura mediante grava blanca manteniendo una coherencia estética con el edificio que circunda y reforzando el efecto de profundidad y la importancia del azul del mar y el cielo en la composición visual del edificio.
El jardín rodeado por un muro exterior dota de intimidad a un espacio que se desnuda hacia el exterior con sus amplios ventanales y lo convierten en una extensión de las zonas comunes de la casa, con el simple cambio de la textura del suelo.
La segunda planta, de uso privado, se ha concebido para crear una sensación de continuidad con el mar, ya que desde cualquier punto se puede observar su vasta extensión, como una prolongación del espacio interior. De hecho, el edificio conforma su aspecto exterior como una cuña prolongada hacia la línea del horizonte, que potencia esa sensación de profundidad.